La fiesta de despedida resultó ser un evento protocolar bastante agradable.
El salón más grande del hotel sede había sido decorado con miles de detalles en dorado, acompañado de finas orquídeas blancas colocadas sobre las mesas y rodeadas de lo que parecían ser pequeños recuerdos de la competencia como figurillas, postales y tote bags para recordar esos grandes momentos.
La música flotaba en el aire, dando una sensación de calma que hacía más disfrutable la costosa cena que se servía y el sabor de los vinos con nombres exóticos muy distintos a los que solía comprar en el super durante la época de descuentos.
Massiel intentó disfrutarlo todo.
Bailó, comió y bebió.
Charló con personas con las que no había cruzado palabra alguna durante las dos semanas de competencia, quienes no paraban de preguntarle cómo se sentía o si ya le había dado una mordida a su medalla.
Disfruta de esto, porque es tan solo el inicio le dijo una de las chicas durante la fila del bufet.
Y por primera vez en su vida, Massiel creyó en esas palabras.
La única cosa que la desilusionó un poco fue no ver otros rostros conocidos en el lugar, como los de Carla había quedado en cuarto lugar durante sus pruebas finales y prefirió pasar sus últimos días en la ciudad durmiendo o con chico con el que había estado intercambiando mensajes durante los últimos días.
George había quedado en el tercer lugar de piso y anillos, no muy detrás del máximo ganador en el que se convirtió Elliot Girard. Pero aun así no asistió a la cena junto a los demás ganadores ni tampoco dio explicación alguna de ello.
No tuvo que pensar mucho para saber que la razón de su ausencia había sido Marcelina del Puente, quien sí había estado presente durante toda la cena desde una mesa cercana a la suya.
Era difícil no notar su presencia cuando vestía aquel vestido negro de Céline que parecía recién sacado de la pasarela y le daba una silueta espectacular junto a esos pendientes de diamantes que destellaban con el candor de las velas, al igual que la gargantilla a juego.
Después de los estresantes días de competencia, una parte de Massiel tenía ganas de acercarse a hacer las paces de una vez por todas. Pero el alcohol de esa noche había elevado un poco su orgullo y decidió ignorarla de la misma forma en la que ella la había ignorado durante la conferencia de prensa.
Aunque había momentos en los que se atrapaba a sí misma, observándola. Pero en el rostro de la francesa solo encontró un gesto inexpresivo que se mantuvo durante toda la cena.
Al final de la velada, cuando sus zapatos empezaron a sacarle ampollas y el alcohol dejó de ser disfrutable y le infló el abdomen, decidió que había tenido suficiente. Se despidió de sus compañeras de mesa, los otros chicos con los que bailó un poco y se comunicó con los encargados del transporte para que la llevaran a su hotel.
—¿Hay espacio para mí? —preguntó una voz que se detuvo junto a ella, envolviéndola con ese perfume caro.
Y por alguna razón, Massiel respondió que sí.
Así que, el que debió ser un solitario viaje de diez minutos, se convirtió en uno incómodo. Massiel estaba sentada en los asientos del fondo, observando a la reina de la gimnasia sentada al frente con la cabeza apoyada contra el cristal. Las luces de la ciudad iluminaban su rostro, en el que podía leer algo de cansancio.
Al llegar a la entrada del hotel, ambas caminaron en silencio por el desierto lobby hasta alcanzar el ascensor principal. Por un segundo Massiel creyó que Marceline se adelantaría para tomarlo sola, pero la francesa mantuvo presionado el botón que dejaba las puertas abiertas.

ESTÁS LEYENDO
Bailando con las manos atadas
RomanceHay dos cosas que no puedes permitirte en un campeonato mundial de gimnasia artística: perder tus conexiones y enamorarte de tus rivales. ... El fugaz romance entre un nadador competitivo y el gimnasta del momento provoca que los caminos de Massiel...