Martín empezó a pasar más tiempo en el hotel del que esperaba.
Siempre encontraba alguna excusa como recibir a su hermana después del entrenamiento o pedirle prestado a Amir un adaptador para poder cargar su teléfono. Pero lo cierto era que intentaba toparse en el vestíbulo con aquel chico lleno de pecas con el que no podía dejar de escribirse desde la noche anterior.
A veces eran conversaciones sencillas sobre los entrenamientos, otras se centraban en preguntas sobre la natación y las competencias. Los momentos favoritos de ambos eran cuando simplemente se mandaban notas de voz contando como había ido su día.
A Martín le encantaba el sonido de la voz de Elliot, tan suave y cálida.
A Elliot le encantaba el acento de Martín, con aquella entonación tan característica de su país.
Si bien ninguno de los dos había establecido la naturaleza de la relación que estaban formando, saltaba a la vista que esta iba más allá de la amistad. Massiel podía percibirlo por la manera en la que ambos se miraban si se encontraban en el mismo espacio del hotel o la sonrisa que brotaba de los labios de su hermano cuando alguien mencionaba el nombre del gimnasta estrella.
Una parte de ella quería animar a su hermano para que tomara la iniciativa y dejara clara sus intenciones, pero también estaba consciente de lo difícil que había resultado para él todo lo relacionado a su vida amorosa.
Su hermano la había pasado mal desde que había hablado públicamente de su sexualidad para un live de Instagram, después de ganar una medalla de oro en una competencia regional.
A los dieciséis años tuvo que soportar comentarios homofóbicos por parte de sus compañeros de equipo e incluso de las personas su país a los cuales, por alguna razón, se les hacía ofensivo que un homosexual portara la bandera en su uniforme.
Si ganaba parecían olvidarlo para celebrar por una victoria en nombre del país.
Si perdía no paraban de utilizarlo en su contra, llenando sus publicaciones de insultos homofóbicos al punto de tener que cerrar los comentarios.
A pesar de todo, Martín siempre supo cómo sobrellevarlo con la cabeza en alto. Porque a final del día no lo hacía para tener la aprobación de los demás, sino porque quería presentarse como él mismo cada vez que competía en el deporte que lo había cautivado desde los seis años.
Por eso una parte de ella se sentía feliz de que lo estuvieran tomando con calma. Elliot era una persona bastante famosa y lo último que necesitaba su hermano era atención no deseada de los medios internacionales.
—Bueno, pero tampoco es como si fuera taaaan bueno —comentó Carla mientras metía los pies en el agua—. Si lo hace con tanta discreción al punto que Elliot crea que son solo amigos, va a perder su oportunidad.
El segundo día de entrenamientos había concluido, por lo que a Carla le pareció una buena idea disfrutar por una hora de la piscina techada que les ofrecía el hotel. A Massiel no le convencía mucho la idea, pero Amir le insistió en que el reposo en agua fría sería bueno para sus músculos.
Y como Martín era una parte no oficial de la delegación, terminó acompañándolas para luego dejarlas a su suerte cuando se cruzó con Elliot por pura "casualidad" y no porque este subió una foto desde la piscina a su Instagram.
—Tú lo notas, yo lo noto. —Su mirada fue hacia los chicos, que aún conversaban apartados en una esquina, con sonrisas en sus labios y miradas que no disimulaban el cariño que flotaba en su ambiente personal—. Elliot tendría que ser un ahuevao para no notarlo también.
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Bailando con las manos atadas
RomanceHay dos cosas que no puedes permitirte en un campeonato mundial de gimnasia artística: perder tus conexiones y enamorarte de tus rivales. ... El fugaz romance entre un nadador competitivo y el gimnasta del momento provoca que los caminos de Massiel...