Presente
—G-Gloxinia... —escuchó como le llamaba, dirigió su mirada a ella, sus ojos ahora reflejaban tristeza, con un pequeño brillo que sorprendió al nombrado—. Rompiste tu promesa... —las palabras de su amada fueron como si una espada hubiese atravesado su corazón. Trató de limpiar sus propias lágrimas, pero seguían saliendo sin control, y a pesar de que no quería derrumbarse, sus piernas flaquearon y cayó frente a ella.
—Perdóname, perdóname —dijo sintiendo el nudo en su garganta crecer—. No quería... no quería que nada de eso ocurriera. No pude proteger a mi reino, a mi hermana, a Bennett, y a ti —las lágrimas caían al suelo, él se había rendido en intentar detenerlas—. No pude salvar a nadie... —sintió que su garganta ardía, su labio inferior temblaba, y sus manos apretaban fuertemente el césped del suelo—...Perdóname —susurró, sabiendo que probablemente ella no lo estuviera escuchando.
El brazo de la fémina se estiró débilmente, para después tomar el cabello rebelde de Gloxinia y colocarlo detrás de su oreja. Él levantó la mirada aún con lágrimas en los ojos, observó su rostro, había tantas emociones que no podía descifrar, pero de cierta manera, sintió que era la misma humana de siempre.
Notó como acercaba ambos brazos a donde se encontraba aún el cuchillo que le había clavado. Lo tomó con sus manos temblorosas y trató de quitarlo, más no pudo por la falta de fuerza.
—Gloxinia... —volvió a llamarlo, él dirigió su mirada al rostro de la contraria—. No quería herirte... ¿por qué hice eso? —susurró con la voz entrecortada.
Él sonrió con melancolía, colocando sus manos sobre las de ella, sacando el objeto filoso de su piel. La sangre salió y notó la preocupación en su mirada.
Quería dejar la herida así, como un castigo por sus acciones, notó que la humana sacaba de su bolsillo un pedazo de tela, cubriendo la herida, evitando que saliera aún más sangre. Volvió a colocar sus manos sobre las de ella, haciendo presión pues la fémina no tenía fuerza en ese momento.
No podía usar su magia, tenía que dejar la últimas gotas para situaciones más importantes.
El sonido de las hojas moviéndose por el aire y los sollozos de la humana adornaban el escenario. El hada había parado de llorar, más sentía que las lagrimas amenazaban por salir de nuevo.
—Lo siento —soltó de la nada la chica con un pequeño hilo de voz, el pelirrojo la miró aún melancólico, ella miraba detenidamente el lugar donde se encontraba su herida—. N-No lo entiendo... ¿por qué estoy aquí? ¿Por qué hice esto? —volvía a llorar, no sabía qué era lo que ocurría con ella.
Gloxinia estaba apunto de decir algo, más las palabras no salieron de su boca. La fémina se balanceó lentamente, parecía cansada, como si necesitara dormir. Cayó levemente sobre el hombro del hada, escondiendo su rostro en el espacio de su hombro y cuello. El pelirrojo pensó qué tal vez no tenía fuerzas por Melascula, podría ser que estuviera débil. O tal vez, el rencor que le daba vida estaba desapareciendo.
—Necesitas descansar, duerme un poco —le susurró al oído, separando una de sus manos de su herida, para después acariciar levemente la espalda de ella.
—N-No quiero —dijo, sorprendiendo al contrario—. ¿Te irás de mi lado cuando cierre mis ojos, cierto? —susurró lo último, aún así, él la escuchó.
—No me iré —afirmó, seguro de lo que decía—. Esta vez, me quedaré contigo hasta el final.
Cerró los ojos, confiando de nuevo en sus palabras.
—Llegaste, ¿ellos estaban en el bosque? —el gigante de tez azul habló al sentir la presencia de su compañero. Giró levemente su cabeza, buscándolo con la mirada.
Sus ojos se dilataron de la sorpresa; entre los brazos del hada, se encontraba la humana que abarcaba los pensamientos de ambos la mayoría del tiempo. Por un momento, sintió miedo. Miedo de que estuviera muerta y Gloxinia tuviera que ver de nuevo esa escena, como si estuviera en un bucle sin fin.
El pelirrojo le sonrió melancólico, con su magia acomodó una pequeña cama con hojas que estaban en el lugar, para después depositar con delicadeza el cuerpo de la humana.
El gigante notó rápidamente la herida en el estómago de su compañero, la cual ya se encontraba cerrada, con una cicatriz adornando su cuerpo.
Tenía tantas preguntas, mas no se atrevió a hacer ninguna.
—No es una reencarnación —dijo el hada al ver la expresión confundida de Drole—. La magia de Melascula la trajo de nuevo a la vida.
El de tez azul tragó saliva, sin creer lo que le decía.
—¿...Entonces había rencor en su corazón? —preguntó después de un pequeño silencio, conectando los puntos.
—Eso parece —ambos soltaron un suspiro, mientras dirigían la mirada hacia el cuerpo de la humana—...Parecía tan confundida, dijo que no sabía qué hacía —explicó sin apartar la mirada de ella.
Drole notó el brillo en los ojos de Gloxinia. A pesar de que estuviera hablando de que lo intentó matar, la miraba como lo hacía tres mil años atrás. Una mirada enamorada, llena de alegría. No lo entendía, y era probable que nunca lo haría.
—¿No estás molesto... o decepcionado? —preguntó, no quería hacerlo sentir mal, pero la curiosidad lo carcomía.
—¿Por qué debería? —respondió mirándolo por el rabillo del ojo, con una sonrisa serena—. Después de todo, pude volver a verla.
Y eso es lo único que me importa.
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𝐒𝐲𝐦𝐩𝐡𝐨𝐧𝐲; Gloxinia
Fanfiction❝𝑇𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑎𝑠𝑡𝑒 𝑚𝑖 𝑚𝑒𝑙𝑜𝑑𝑖́𝑎 𝑟𝑜𝑡𝑎 𝑦 𝑎ℎ𝑜𝑟𝑎, 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑠𝑖𝑛𝑓𝑜𝑛𝑖́𝑎❞ Nada de lo que había pasado era su culpa. No había a nadie a quien culpar, tal vez al destino, por decidir que fuera así. Pero entonces, ¿por...