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Habían pasado varias semanas desde ese suceso. Al tener la victoria, lo Diez Mandamientos se apoderaron de Britannia. Ningún lugar era seguro. Ninguno a excepción del Bosque del Rey Hada.

La fémina, días después del festival de pelea, había decidido buscar ese bosque, pues había escuchado que sería el mejor lugar para quedarse. No supo cómo, pero después de varios días, había llegado al lugar.

No tenía un mapa. Era la primera vez que se dirigía ahí. Ni siquiera pensaba que ese lugar existía. Pensaba que eran sólo rumores.

¿Cómo llegó ahí? Simplemente siguió sus pies, ellos la dirigieron, como si éstos supieran ya donde se encontraba.

Al ver desde lejos el árbol, que si bien no era muy grande como lo había imaginado, se sintió extraña. Nostalgia, eso comenzó a sentir. 

Caminó con tranquilidad a la entrada de éste, pudo notar una pequeña barrera que protegía el bosque, aún así, decidió entrar y comprobar la seguridad de éste. Exploró el lugar con los ojos bien abiertos, asombrada por todas las plantas que se encontraban.

Estaba apunto de ir aún más dentro, pero un par de ramas grandes se lo evitaron, empujándola hacia atrás alejándola de ahí. Entendió que no podía acercarse más, pero estaba bien, el bosque era pacífico y en esa área no había ninguna hada, por lo que sería seguro para ella quedarse ahí.

Notó que el cielo comenzaba a nublarse, probablemente porque iniciaría una lluvia. Suspiró, y sin darse cuenta, sus piernas volvieron a moverse por si solas, llevándola a una parte del bosque que no había visitado aún.

Miró aquellas plantas como si en mucho tiempo no las hubiera visto. La zona a la que había llegado estaba aún más alejada del centro, llena de plantas venenosas. Se quedó estática ahí, mirando detenidamente éstas, sintiendo nostalgia, aún sin entender porqué.

Las gotas de lluvia comenzaron a caer, mojando a la fémina, quien a pesar de esto, no se movió de su lugar. No tenía pensamientos en ese momento, simplemente dejaba que las gotas rozaran por su piel y ropas.

Tan sólo unos minutos después, las gotas habían dejado de caer sobre ella, pero no había dejado de llover, pues podía ver cómo caían en otras partes. Miró hacia arriba, confundida.

Encontró una gran hoja que evitaba que las gotas cayeran sobre ella, giró su cuerpo, encontrando a alguien parado justo detrás, más no se inmutó.

—Tú eres aquel demonio —dijo al reconocerlo; ese cabello rojo, su pecho descubierto y sus llamativas alas. Era uno de los anfitriones del festival de pelea. Abrió sus ojos con sorpresa, él la miraba de manera seria—. ¡...Te estás mojando! ¡Dame eso!

En un movimiento rápido tomó la hoja entre una de sus manos mientras que con la otra acercaba al hada hacia ella, de esta manera ambos quedaron debajo de esa hoja, mirándose frente a frente.

—Podrías enfermarte si te quedas en la lluvia por mucho tiempo —empezó a hablar la humana, mirando a los ojos al pelirrojo, quien aún no sabía cómo reaccionar—. No sé si las hadas se enferman, pero si es así prefiero que te mantengas sano —no pensaba en lo que decía, las palabras sólo salían de su boca sin su permiso—. Además, ¿qué haces aquí? Anochecerá muy pronto y necesitas descansar.

Iba a continuar hablando pero se detuvo al ver una lágrima caer sobre la mejilla de Gloxinia, quien sonrió de manera triste. No lo soportó más y cayó al suelo, derramando aún más lágrimas.

Era igual a ella.

—¡Oh! ¿Estás bien? —se agachó mientras lo miraba preocupada. No sabía que hacer, ¿qué era lo que sucedía?—. Bien, bien, vendrás conmigo —tomó su brazo con cuidado y lo colocó alrededor de su cuello, su mano libre la puso en su cintura y se levantó con cuidado.

Caminó de manera lenta bajo la lluvia —pues había soltado la gran hoja— hacia una copa de árbol grande que había visto cerca mientras exploraba. Una vez llegó ahí, bajó con cuidado al pelirrojo, quien seguía llorando en silencio. Se sentó a su lado, sin saber que decir.

—Oye, perdona si dije algo que te lastimó —comenzó a jugar con sus dedos, nerviosa—. Aveces digo las cosas sin pensar, perdóname.

El contrario soltó una risa leve, mientras se secaba las lágrimas con su mano izquierda. Miraba al suelo, le daba vergüenza ahora verla a la cara.

—No, tú no hiciste nada malo —explicó con tranquilidad, sonriendo de manera triste.

Hubo silencio después de eso, ninguno de los dos sabía que decirle al otro. La lluvia seguía afuera, pero ahora no los alcanzaba. El sonido de las gotas cayendo era lo único que se escuchaba. La humana suspiró, tratando de encontrar algo interesante que decirle.

—¿Por qué... por qué no huyes de mi? —preguntó el hada mientras la veía confundido—. Sabes que soy un mandamiento, y aún así...

—No lo sé —respondió después de unos segundos—. ¿Tú por qué no has comido mi alma?

—No quiero hacerlo. No quiero seguir asesinando a gente inocente —respondió sincero.

—Ya veo —se quedó en silencio, pensando si debería decir lo siguiente o no—. Mis piernas me trajeron aquí, pero ahora no quieren moverse de donde estoy... desde que llegué, siento algo de nostalgia, más no se porqué.

Para el pelirrojo era más que obvio, pero decidió no decir nada.

—Tú banda de flores es muy linda, por cierto —dijo señalando la muñeca izquierda de Gloxinia, sacando una leve sonrisa en él.

—Es gracioso que digas eso —susurró para el mismo, ella no lo escuchó.

Tú fuiste quien me la obsequió.

—Gracias —le respondió con una sonrisa amable.

Siguieron hablando de diversos temas. Era extraño, la humana no lo conocía de nada y se llevaba tan bien con él, como si estuvieran hechos para complementarse.

—¿Cuál era tu deseo en el festival de pelea? —la curiosidad lo invadió, no pudo evitar preguntar.

—Bueno, lo pensé una vez que estuve dentro —explicó con tranquilidad—. Si ganaba, iba a desear que curaran a mi hermano. No puede usar las piernas.

Los ojos de Gloxinia se abrieron por la sorpresa, más su rostro de calmó rápidamente, por lo que la humana no se dio cuenta de su expresión.

—Es algo muy bondadoso —dijo, evitando cruzar la mirada con ella—. ¿Por qué no fuiste más egoísta?

—Mi hermano merece mejores cosas que yo —explicó con simpleza, para después bostezar.

La lluvia había parado hacia algunos minutos, el sol ya se había ocultado y era algo tarde ya. La humana estaba cansada. Volvió a bostezar, acomodándose donde estaba para poder dormir.

—La próxima vez trae a tu hermano —dijo Gloxinia esperando que aún no se haya quedado dormida—. Cumpliré tu deseo.

Justo como la primera vez.

𝐒𝐲𝐦𝐩𝐡𝐨𝐧𝐲; GloxiniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora