2: El juguete roto

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Lupa: Siempre está conmigo, me aguanta, me entiende y me cuida, pero sí tuviera que escoger un momento diría que fue la última vez que alguien intentó adoptarlo...

<Flashback>

Se podía ver en el patio del orfanato un niño de nueve años leyendo junto a una niña de la misma edad, ambos con la particularidad de poseer un cabello blanco como la nieve y una piel pálida tan suave como la porcelana, cualquiera diría que son dos gotas de agua exactamente iguales, pero había algo que los diferenciaba, que los hacía diferentes y eso eran sus ojos.

La niña albina poseía iris color ámbar dándole un aspecto tan bello como hipnótico, era una vista tan maravillosa que parecía una muñeca de la más alta calidad aunque enfurecida ese mismo hermoso color pasaba a ser una de sus cualidades más intimidantes pues también podría unos colmillos que sobre saltaban un poco más de lo habitual. Por otro lado el chico tenía un ojo azul zafiro, era maravilloso, como si se mirase la inmensidad del océano con tan sólo un vistazo a su mirada acompañada de una gran sonrisa en la sobre salían un poco sus dientes de leche que le asemejaban a un conejo y sus tres mechones rebeldes que siempre estaban alzados. El verlo sonreír era gratificante y de algún modo lograba ser relajante no sólo por su expresión sino porque sus acciones o palabras siempre parecían las indicadas para hacerte sentir mejor. Sin duda hacía ver lo dulce de su personalidad, dicha forma de ser era lo que le había echo ganarse cierta fama dentro del orfanato pues cada niño e incluso entre las cuidadoras se hablaba de aquel chico que parecía ser un ángel caído, pero lamentablemente a los ojos de quienes llegaban para adoptar había quienes lo veían como un ángel roto, uno que al caer sufrió un accidente que lo dejo "estropeado".

Lamentablemente ante la vista de los adultos el chico tenía un gran defecto y no era únicamente su piel pálida que era un tanto delicada ante el sol, tampoco era solamente el hecho de su cabello blanco que incomodaba a más de alguno por hacerle parecer un anciano o un niño enfermo con poco tiempo de vida, ni siquiera se debía a sus grandes dientes delanteros que le asemejaban a un conejo, no, la razón de llamarle de está forma era otra más que se repetía entre todos los adultos, una que a penas le veían les hacía dar un pequeño sobre salto, provocaba que le vieran con incomodidad o quisieran alejarse de él como sí lo que tenía fuese contagioso.

Esto no era nada más que su otro ojo, el ojo derecho el cual no poseía pupila y tenía un apagado tono gris como sí fuese la mirada de un muerto.

Esto había provocado incontables veces que el chico intentase arrancarse el ojo e incluso más de una vez le sorprendieron con cuchillo en mano intentando tomar valor para clavarse lo en el ojo aunque siempre era detenido a tiempo, a todas las cuidadoras les rompía el corazón ver a un niño tan pequeño hablar o más bien gritar sobre cómo se odiaba a sí mismo, como odiaba su apariencia, pero sobre todo como detestaba su ojo, como sí no lo tuviera todo mejoraría, todo cambiaría, alguien lo querría, alguien quién sea; lo podría amar.

Culpaba a su ojo por ser abandonado, culpaba a su cabello el ser dejado de lado, maldecía su apariencia porque parecía la gente le mirase como un ser extraño, un raro ser diferente que no era humano.

Debido a estos problemas e intentos de arrebatar su propia vida es que se decidió que él estudiaría en el orfanato a diferencia de muchos otros niños que iban a una primaria cercana.

Así el tiempo pasó y con ello aquellas ideas del chico poco a poco se fueron extinguiendo.

Los demás niños por otra parte lo veían como un hermano mayor, un ejemplo a seguir e incluso como una figura paterna a quien querer pues no solo los ayudaba siempre que podía, también se encargaba de muchas labores para ayudar en el orfanato, sí cometían un error les ayudaba a repararlo, les aconsejaba, leía con ellos, jugaban juntos, sí se caían o lastimaban siempre él iba para ayudar o llevarlos a la enfermería. En otras palabras Lincoln se convirtió en un pilar del orfanato, una ayuda emocional para todos los niños y un apoyo para las encargadas que algunas veces no podían simplemente mantener el ritmo de los chicos les también debían de cuidar de los bebés que llegaban.

Siempre unidos por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora