Capítulo [11]

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¿En verdad no lo soy? ¿O si lo soy?

Alex

El profesor Duarte hablaba sin parar y por mi parte lo miraba con mucha atención. Asentía a todo lo que él decía y, sin embargo, mi mente no estaba ahí. Mi mente pensaba en lo que pasaría en unas horas, en-un-par-de-horas.

Hace bastante tiempo que no me invitan a una cita. ¿Cuándo fue la última vez? ¿Hace diez años? Mis quince fueron los más alocados, y cuando me di cuenta ya iba a cumplir diecisiete. Fue como una bomba explotar en tu cabeza, tengo más de veinte años y siento que no he hecho absolutamente nada en toda mi vida, tal vez ya estoy tan vieja y no puedo hacer nada.

No había recibido ningún mensaje de Mason desde ayer en la mañana. Dejé mi orgullo detrás y me atreví a mandarle uno yo, por sorpresa no me contestó, lo vi en línea pero... él no contestó.

El profesor se quedó callado y nos dio la espalda a todos. Solté un suspiro y comencé a guardar todas mis cosas, esa era un señal de que la clase dio por finalizada. Una manera muy linda viniendo de él, sacudí la cabeza y me colgué la mochila en el hombro. Esquive a todos mis compañeros y me adentré a los baños, me vi al espejo con una ligera mueca en el rostro. Me escogí por un vestido azul de tiras delgadas, mis sandalias blancas y un poco de maquillaje tratando de cubrir mis pecas (que por alguna razón no funcionó).

Ella aún brillaban.

Saqué una liga de mi mochila y me hice una coleta con ella, volví a mirarme el espejo y negué con la cabeza soltando un suspiro. Dios mío, me parezco a Frankie Foster con tres pelitos. Sacudí la cabeza y me hice esta vez un moño con bastante tranquilidad... eso pensé yo, cerré los ojos por unos instantes y al volverlos a abrir me di cuenta... que es mejor raparme.

Me quité la liga sin tener cuidado y me salí con el cabello suelto. No solía traerlo así, siempre lo traigo sujetado por un moño o una coleta baja, y suelto nunca. Al salir fue algo sorprendente no verlo en su estúpida motocicleta o si estúpida sonrisa, así que me quedé de pie con los brazos cruzados. Vi a mis compañeros salir en grupos riendo a carcajadas y otros en pareja.

Pasaron los minutos y la gente fue disminuyendo, ya debió de haber llegado. Hace... ¡jamás le dije a qué hora salía! Me di un golpe en la frente y saqué mi celular, me mordí el labio, ¿Debería decirle? Entré a nuestro chat, al última vez que se conectó fue ayer. Respiré hondo antes de hacerlo.


Alex: Salgo a las 2 y media
por si no sabias -.-
2: 40 pm

Apagué el celular de inmediato y esperé, después de cinco minutos mis piernas no soportaban más y me dejé caer de culo en la escaleras. Mi mochila la dejé entre mis piernas y de repente miraba el celular en busca de algún mensaje; tan siquiera cancelando. Apoyé mi mejilla en mi puño y suspiré, probablemente se le hizo tarde y más le vale que sea así porque no perdonaré que me haya dejado plantada.

Por alguna extraña razón miré mis manos, ya estaban un poco maltratadas. Todavía se puede deslumbran el color rojo en ellas, ese fue el último color que le puse a mis uñas, saqué el celular de nuevo; sin ningún mensaje. Le di en el botón de llamar, sonó muchas veces... ninguna atendió.

Me enderecé en mi lugar y al darme cuenta no había nadie. La universidad había cerrado sus puertas y el reloj marcaba que ya era muy, muy tarde. Me puse de pie con mi mochila y di vueltas por todo el lugar, conecté los auriculares en mi celular y reproducí mi lista favorita. Moví la cabeza el ritmo de la música mientras que Femme Fatal sonaba a todo volumen... tres, cuatro, cinco, diez canciones y nada.

Es raro el amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora