Capítulo [27]

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Flores

Alex

—Tiene siete meses y es un remolino andante —reconocio Rebeka. Dante jugaba con los cordones de mi vestido. Entraba a la perfección en mi regazo, al parecer, le caía muy bien. Después de todo.

—¿Fue difícil llevar tu embarazo?

—Un poco, estaba sola. Tenía a mis amigas, pero ellas no podían estar todo el día conmigo. Mi madre estaba en otro país, trabajando y no tenía pareja.

Muevo la cabeza en forma de asentimiento y sostengo la carita de Dante. Tienes las mejillas regordetas y rosadas, sus ojos son verdes y unos muy hermosos. Me sonríe y no puedo evitar sonreír también.

—¿Qué pasó con su papá? —inquirí. Rebeka desvío la mirada y carraspeó.

—Bueno... El chico no era mi pareja ni nada. En realidad, solo fue una noche de borrachera. Tuve a Dante porque quería tenerlo, hace como dos años pensé en tener uno.

—Y te llevaste una gran sorpresa.

—Así es —una sonrisa decora su rostro. La hinchazón se le pasó solo un poco, ya no tiene el moretón tan grande y se puede decir que se ve mejor que ayer.

—¿Y él sabe que tiene un bebé? —pregunté sin poder evitarlo.

—Si, y lo negó —la miro sorprendia—. Dijo que no quería saber ni de mi y ni de lo que sea que tuviera en el estómago. Y, por suerte, sabía que diría eso. Honestamente, iba a tener a Dante con o sin su ayuda.

—Eso es muy valiente —me sincero—, y también muy bonito. No cualquiera acepta tener un bebé sin la ayuda del padre.

Asiente con la cabeza y sonríe. Una enfermera entra a la habitación con una charola de pastillas.

Me sobresalto cuando siento la mano de Dante meterse en mi vestido, le saco la mano de inmediato.

—No, eso no Dante —lo regaño. Dante me mira por un largo segundo antes de arrugar su rostro y comenzar a llorar. Abro los ojos y niego con la cabeza—. No, no llores. No llores.

Dante echó la cabeza para atrás y lloró más fuerte. Lo cargué para pegarlo a mi pecho, lo abracé, tratando de hacer que dejase de llorar. No lo hizo.

—Dante eres un dramático —dice Rebeka, me sorprendo al escucharla—. No le hagas caso, Alex. Creo que tiene hambre, ¿podrías hablarle a Serena, por favor?

Asiento con la cabeza sin pensarlo. Me pongo de pie con Dante en brazos y abro la puerta, Serena está charlando con mis padres. Nakia está abrazando a papá y cuando me ve, se aparta de inmediato.

—El bebé tiene hambre y Rebeka te habla.

Serena se pone de pie, le entrego a Dante para que le dé de comer y entra a la habitación. Suelto un suspiro y me acomodo la ropa. Voy detrás de Serena, sin embargo, soy interrumpida por la voz de mi madre.

Se puso de pie y ahora viene hacía mí.

—¿Podemos hablar?

Dudo, dudo en hacerle caso, dudo en querer escucharla. Me doy la vuelta y le digo a Rebeka que estaré hablando con mi madre. Entro por mi chaqueta ya que afuera hace un harto frío, pasamos a lado de Emilio y de Nakia.

Es raro el amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora