Bermellón

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Wrightwite, 1982.

Harry vagaba por este que ahora era el hogar de Louis. Miraba con detenimiento cada detalle; desde las decoraciones más fastuosas y espléndidas, como los bellos marcos y arcos de madera en puertas y paredes, algo versallesco que se mezclaba con una simpleza más modera que resultaba excéntrica; o, por otra parte, la frialdad del atardecer veraniego, donde protagonizaban los ruidosos golpes que daba la lluvia al caer; sin mencionar el olor a tierra mojada impregnado por todas partes.

A través de las ventanas podía ver algunos autos con vidrios empapados aparcados frente a Wrightwite, no permanecerían mucho tiempo ahí, pues sabía que la mayoría de los dueños pronto dejarían la construcción. Volverían a sus asuntos.

Por su cabeza solo pasaban los grisáceos pensamientos diarios: ¿qué comería? No había desayunado nada y tampoco había almorzado nada, todo por torpeza propia, se había enfocado más en el azul amargo que en otra cosa y sabía que necesitaba comer pronto, su estómago se lo hacía notar. Así que, ahora, se dirigía a la inmensa cocina de Wrightwite para ver qué podían hacer por él.

—¡Profesor Styles! —Exclamó Diana, la misma muchacha que había estado atendiendo a Louis desde que -por un desafortunado accidente- había caído enfermo. Ella estaba sentada frente a una pequeña mesa al centro de una habitación decorada por azulejos, al menos lo estuvo hasta que con prisa, se levantó por la presencia de Harry. —¿desea algo?

—Lamento molestar —Algo típico de Harry era disculparse aunque no hiciera nada malo. —, por ciertos me salté el desayuno, ¿Cree que podría darme algo de comer? Por favor. —Dijo algo avergonzado, de nuevo, sin tener por qué estarlo.

—Por supuesto, profesor —Respondió dulcemente ella. —¿Algo en especial?

Harry negó sonriendo amable. —Lo que sea estará bien.

—Perfecto, puede esperar aquí, en el comedor o en su habitación.

—Bien, estaré en el comedor. Muchas gracias Diana. —La muchacha asintió y Harry estuvo a punto de retirarse hasta que tuvo una duda. —Disculpe, una última cosa, ¿ha recibido alguna llamada del profesor White?

Ella negó con la cabeza.

—No, profesor. Pero le avisaré de inmediato en cuanto reciba alguna notificación.

—De acuerdo, muchas gracias. —Finalmente dejó la habitación.

Desde el elegante comedor, exclusivo para profesores, podía oler...¿huevos con jamón? No sabía si era eso, pero definitivamente olía bien.

—Harry.

Fue sorprendido por la voz de Louis tras de sí, no lo había visto desde ayer y definitivamente podía decir que ahora se veía mejor. Ya no se veía pálido ni cansado, además lucía bastante libre en su clásica ironía al hablar.

Lecciones cuando el sol baje || Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora