En la década de los 70's Harry conoce a Louis, un jovencito que lo saca de su abrumadora soledad. Ahora, en la década de los 80's, Harry es profesor de lengua inglesa y Louis es subdirector de uno de los institutos más importantes del país. Ambos si...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Un río de vida corre por ambos. Y donde un día hubo sequía, se asoma a través de tu hombro descubierto la persistencia de dos amantes que ahora pasaban tardes enteras en una misma habitación, llenos del calor de la chimenea, revisando trabajos de distintos jovencitos que resultaban ser sus alumnos.
Recordando y viviendo aquella primera vez que se vieron, aquella que fue la primera vez que escucharon aquel horrible murmullo: Qué osados y qué necios son aquellos que se encantan incluso si no creen entender por qué. No saben reconocer que sucede y aún así, continúan mirándose.
Dos. Dos estando uno junto al otro. Tal vez dieciséis al oírse hablar por primera vez. Tal vez veintidós al mirarse y desconocerse. Tal vez infinitos al permanecer juntos.
¿Qué dices si todos fueron parte de algo y solo unos realmente lo supieron? Quienes vivieron eran las hojas huyendo y el viento fue el tiempo que se las llevó.
Como Raymond White, quien vivió largos años donde presenció el nacimiento de su única hija, la vida de su nieta, el divorcio de una amiga y la pena del hijo de esta. Pues fue White quien un día escuchó como repentinamente se manchó la reputación del muchacho. Qué terrible era que todos dijeran la verdad y él no pudiera reconocerla.
Y qué terrible fue. El sintió verdadera lástima al oír que, además de sus padres, nadie en la familia volvió a ver igual al joven. Qué tristeza fue el que lo hubieran sacado de la historia familiar como si fuera un nombre más. Y eso fue, un nombre más que no se mencionó de nuevo.
Nadie más en su familia supo el nombre de Louis o su historia. Porque lo borraron de sus vidas así como él lo hizo más tarde.
Pero ahí estuvo el, ahí estuvo Nora y ahí estuvo Adam. Ahí estuvieron cuando Louis fue un rumor y ahí estuvieron cuando fueron, ellos dos, una misma historia escrita y borrada. Rasgada y renacida. Un recuerdo nocturno lleno de penas y luego un alivio al vivir cuando no se era una extrañar más.
White los vio vivir llenos de juventud hasta un día de 1987, donde al dormir por largas horas soñando no volvió a abrir los ojos.
Dejó a gente tras su partida, dejó a su hija y dejó a su elocuente nieta que lo despidió siendo ya una jovencita que siguió el ejemplo de cierto hombre y se dedicó a aprender distintos idiomas. Adoraba en grande hacerlo.
Por otra parte estuvieron quienes le dieron la vida a Louis. Ambos siguieron enseñando hasta que llegó la jubilación. Nora pintó en blancos lienzos su propia vida, y Adam se sumergió en la paz que cocinar (especialmente hornear pan) le trajo.
Ambos fueron felices al oírle a Louis mencionar cierto nombre una vez más. Pero con mayor alegría fue Adam quien los admiró y quien se sorprendió de que "hazzie" ya no poseía aquellos abundantes rizos.
Y no solo él, sino que cierto hombre que con los años se había ido dejando la barba y vivía en Londres también escuchó su historia. Pues Liam fue de los primeros en visitarlos ahí en Wrightwite aquel próximo verano de 1983. Seguía aborrecido a Dolly Parton pero se permitió escucharla solo por Harry.
Además de todos ellos hubo alguien más, ya que James regresó con la veraniega nostalgia que extrañar a su amigo le trajo. Ahora convertido en un coordinar administrativo de Chaltam y cada vez más lejano de su inmadura fachada, no pudo evitar sonreírles cuando les vio, porque cumplió su promesa y lo entendió.
Y también estuvo Dunbridge. Ese pueblo pequeño y lejano de ellos, tan lejano. Ahora ahí solo quedaría de sus vidas su pasado, el cómo, dónde y cuándo se conocieron y la forma en la que fueron alejados. Quedando entre escuelas llenas de jóvenes igual de soñadores a como solían ser ambos, quizá pensando en cómo amarían ser actores famosos que van a fiestas extravagantes o tener una casa en el campo llena de árboles de mangos, y alguien con quien compartirla.
Quizá siendo esas calles a veces muy frías las mismas que recorrían jóvenes incomprendidos que escriben ante la ausencia de oídos honestos y cariñosos, o enamorados ocultos que huyen a la profundidad con las nimias ansias para el mundo de abrazarse y besarse.
Siendo Dunbridge el lugar donde Anne Wembley viviría por el resto de su vida. Ni ella buscaría a Harry y mucho menos él la buscaría a ella. Nunca se volverían a ver y nunca sabrían qué fue del otro, y por aquello Anne nunca sintió algún resentimiento. Solo se dedicó a cuidar a los hijos de sus sobrinos en algunas ocasiones, pero perdió gran parte de sus ilusiones tras su inevitable molestia de vivir y seguir.
Por el contrario existió un hombre que en 1966 creyó que no quería seguir viviendo si sabía que él no estaría a su lado y que años después se volvió el mayor consultorio de consejos de Harry. Alfred Wattwood vivió tan feliz y pleno como pudo, tan consciente y realista como se le obligó, pero tan lleno de vida al sentir que lo había hecho: había hecho lo que Thomas hubiera querido. Y lo disfrutaría porque con el tiempo se encariñaría de Harry.
Siendo Dunbridge solo un lugar más y siendo Wrightwite el lugar donde pudieron ser todo.
Solo quedaron dos hombres que al despertar se encontraban y se admiraban porque juntos hallaron la libertad y juntos la gozarían. Ocultos para la historia general, Wrightwite escondió a dos amantes que no tuvieron que volver a separase y se amaron por siempre. Quién diría que el profesor de lengua inglesa compartía pasado e historia con el subdirector.
Es ílicito, es irreal en la mente de muchos y es oculto para todos menos para ellos, porque ellos lo conocían todo en los ojos ajenos.
Harry escribe de nuevo, quizá con mucha menos frecuencia porque ahora es escuchado. Y Louis es el tema de su principal inspiración, porque quien conoce la belleza de vivir sabe plasmarla y Harry la conocía cuando la encontraba en cada sensación que juntos se propiciaban.
Quién diría que ambos fueron el hogar de otro por toda su vida.
