Wrightwite

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14 de Agosto de 1982

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14 de Agosto de 1982.

Harry vuelve a Wrightwite esa tarde.

Después de varias horas de incertidumbre, Harry llega a Wrightwite. No se demora en bajar del taxi que había tomado para quedar frente a la grande institución. ¿Era tan inmensa la última y primera vez que la vio? Porque justo en ese instante él era solo un elemento más del cuadro de una perfecta residencia.

En su cabeza había mucho, estaba él mismo y su libertad. Libertad que ansiaba tener. Libertad que de manera genuina creía merecer y anhelaba obtener. Libertad que se mezclaba con todo lo que conllevaba serlo.

Harry era feliz. Se sentía feliz y emocionado de volver con Louis.

Con nervios cruza a través de la gran reja que rodeaba a Wrightwite, el acero frío y húmedo por las lluvias de la noche anterior aún vigentes. Y al poner un pie en el también mojado pavimento es imposible que el olor a tierra mojada no llegue a su nariz. Se siente como en casa. Qué extraño era aquello si él apenas había estado en ese lugar una vez en el pasado.
Al caminar por la gran extensión logra ver Wrightwite más de cerca cada vez. Sus ventanas con el rocío de la lluvia adornando los vidrios, sus árboles con las hojas revoloteando al aire y su inmensa entrada esperando a que él pase por ella.

Harry agarra su maleta con más fuerza cuando se da cuenta de lo poco que falta para llegar ahí. De lo cercano que es a Louis.

Había logrado llegar ahí, pensó.

La madera de la puerta también es fría a la intemperie, la mira atento y tras un suspiro se atreve a hacerlo.

Pues con todas las agallas que tenía se atreve a dar unos cuantos golpes en la puerta para lograr ingresar. Tiembla cuando se da cuenta de lo que ha hecho pero no corre, no siente la necesidad de hacerlo.

Sin embargo, nadie abre.

Frente a la puerta solo parece haber un hombre que espera por su amor, pero no está recibiendo nada, ¿por qué no recibía nada?
Harry teme inmensamente al ser ignorado, da pasos atrás e intenta esclarecer su visión a lo lejos y ver si a través de las ventanas se podía ver alguna silueta. Su cuerpo se queda frío cuando, de pronto y sin aviso, alguien le toca la espalda.

—¡Ahhhh! —Harry salta con los nervios de punta.

—¡Harrin, no me grites de nuevo porque lloro! —Reclama James impresionado de verle pero no extrañado.

Aquel muchacho era tan friolento que aunque el otoño no hubiera llegado aún, se abrigaba con un suéter lleno de patrones bastante feos, en opinión de Harry.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Pregunta James. —Pensé que te querías allá al menos una semana.

Harry suspira pesado aun teniendo que calmar su respiración después del susto. Después le mira directamente y niega con la cabeza.

Lecciones cuando el sol baje || Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora