Parte 5

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Snape estaba molesto.

La última noche que pasó en su celda no había sido capaz de pegar ojo. No podía sacar de su cabeza la visita de Hermione Granger y como él había terminado

derrumbado ante ella.

Estaba al límite.

Por una parte estaba agradecido por poder salir de ese horrible lugar pero por otro, odiaba la idea de tener que ir a vivir bajo el ala de su antigua alumna. El Ministro de magia le había hecho una visita muy formal donde discutieron largo y tendido sobre sus opciones.

Tras horas de conversación, no le quedó más opción que agachar la cabeza, tragarse su orgullo y aceptar el trato que le ofrecían.

La idea de tener que vivir en esa casa con la insufrible sabelotodo y el memo de su novio pelirrojo le atraía tanto como besar a Hagrid pero no tenía otra salida. Era eso o terminar muriendo solo en esa celda fría y oscura.

Puntualmente, faltando algunos minutos para las 10 de la mañana, el director de Azkaban se presentó con el Ministro y varios aurores para por fin, escoltarle a su nueva "libertad".

Kingsley ya había arreglado todo el papeleo con el director previamente y sólo quedaba marcharse de allí.

Recorrió cabizbajo los pasillos de fría piedra mientras cojeaba un poco. Necesitaba su bastón.

Cerca ya de la puerta el director le dio una pequeña bolsa de tela con sus escasas pertenencias. La muda de ropa que llevaba cuando ingresó, su bastón y el poco dinero que llevaba aquel día encima.

Su varita quedó bajo custodia de los aurores hasta que llegasen a casa de la señorita Granger donde le harían entrega a ella. Era denigrante que a sus 41 años necesitase una niñera. Así de bajo había caído.

El director le dijo que le vería pronto de nuevo como despedida y por fin salieron al exterior.

Era un lunes demasiado soleado para su gusto. La luz hacía que le doliesen los ojos. Demasiados meses encerrado casi en penumbra.

La brisa marina le despeinó todavía más el enmarañado pelo. Se lo apartó de la cara con un gesto molesto y comenzó a caminar hasta el punto de aparición.

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La casa era... no estaba seguro de como describirla. Era una casita modesta con una pequeña valla blanca frente a un minúsculo jardín delantero. No era extremadamente grande lo que significaba que la convivencia no sería demasiado fácil debido a la falta de espacio. No podría huir de su antigua alumna con facilidad.

Estaba demasiado cerca de Grimmauld Place lo que significaba que Potter y los demás alcornoques andarían cerca. Genial.

Mientras caminaba hacia la puerta de entrada, sentía como si le fueran a encarcelar de nuevo. Esa casa sería su nueva prisión. Una menos horrible, pero prisión al fin y al cabo.

Nunca dejaría de ser un reo. Era su cruz y tendría que aprender a vivir con ella.

Kingsley se adelantó para llamar e inconscientemente, él aguantó la respiración.

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Por la mañana Ron despertó con el zumbido del molesto despertador. ¡Cómo odiaba ese condenado cachivache!

Hermione no estaba en la cama así que supuso que estaría ya en la cocina.

Se dio una ducha rápida y se vistió para marcharse a trabajar.

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