Parte 7

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La noche pasada había sido una pesadilla para Hermione.

Ron llegó tarde de la academia y estaba de un humor de perros. Les habían contado que la próxima semana la pasarían fuera de sus casas. Estaban a punto de terminar su entrenamiento y esa sería una parte de su prueba final.

Una semana en una misión ficticia donde deberían demostrar lo aprendido y para ver si podían ser resolutivos en situaciones no planificadas.

El pelirrojo estaba muy enfadado. Estaba intranquilo por la prueba pero lo que peor llevaba era dejar a su prometida encerrada a solas durante una semana con ese psicópata en su propia casa.

Cuando ya en casa le contó a Hermione lo que tendría que hacer, ella le animó a dar lo mejor de él mismo en esa semana de maniobras. El pelirrojo odió que ella no se mostrase molesta por su marcha y allí comenzó la batalla campal de gritos y reproches.

Snape oía desde su habitación como la pareja discutía.

Un par de veces estuvo tentado de bajar y agarrar a ese niñato por el pescuezo para hacerle callar pero se contuvo. Al fin y al cabo no era asunto suyo. No era su puñetero problema que ese mocoso fuese tan sumamente inseguro y si la señorita Granger toleraba que la tratasen con tal desprecio, él no iba a intervenir para nada. Ya eran mayorcitos para aclarar sus propios asuntos.

La pelea fue subiendo de nivel y la intranquilidad del profesor también subió a medida que los gritos crecían.

El pelirrojo acusaba a la chica de fría y poco cariñosa y ella le acusaba de poco hábil en cuanto a relaciones de pareja se trataba.

Cuando el nombre del pocionista salió en medio de los gritos fue la señal que necesitó Snape para silenciar la habitación y ponerse a leer.

Ignorar lo que sucedía en el piso de abajo le pareció la mejor opción.

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Por la mañana, cuando Snape iba a entrar para tomar su ducha, se topó de frente con Hermione envuelta en una toalla y el pelo mojado goteando sobre sus hombros mientras salía del baño. Ambos se sobresaltaron ante la presencia del otro.

Durante unos segundos se quedaron mirando en silencio sin saber cómo reaccionar.

El profesor luchó con todas sus fuerzas para no dar un repaso al cuerpo de su alumna pero falló estrepitosamente. Tenía ante él a una mujer casi desnuda y no podía perder esa oportunidad. Su autocontrol desapareció por completo de su cuerpo y dejó paso a sus más bajos instintos masculinos.

Deliciosa.

Esa es la palabra que se le vino a la mente en cuanto terminó su rápido y poco discreto escrutinio.

Toda la sangre de su cuerpo bajó a la velocidad de la luz hasta su entrepierna donde comenzó a formarse una erección.

La chica fue plenamente consciente de cómo los ojos de su antiguo profesor recorrían su cuerpo de arriba a bajo y demoraban un poco más sobre sus piernas desnudas y sus pechos escasamente cubiertos con la toalla pero sorprendentemente no le molestó para nada.

Le miró a los ojos totalmente sonrojada pero sin atisbo de incomodidad en el rostro.

El profesor tragó con dificultad y le devolvió la mirada.

La expresión de su alumna le confundió. Había cierto punto pudor en su expresión pero nada parecido a la repulsión o la incomodidad que él esperaba encontrar.

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