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Xingqiu no sabía que hacer a ese punto, había intentado de todo y más para poder salir de aquella casa que ya ni siquiera podía llamar hogar, pero todo era inútil.

De repente escuchó como la puerta fue abierta de golpe asustándolo.

–Tenemos que hablar.– dijo aquel hombre que de alguna forma se le parecía bastante, por algo era su padre.

–No voy a hablar contigo.– respondió abrazando sus piernas en un intento de sentirse protegido. Estaba sobre la cama leyendo aun que le era imposible concentrarse.

–Claro que lo harás, y que sepas, vas a casarte con esa chica quieras o no.– el corazón del peliazul se paró por un segundo.–No vas a discutirme absolutamente nada, estúpido niño maleducado, sabía que esa mujer no te vendría bien en nada.–

En cuanto escuchó aquello último que dijo, se levantó de la cama con enfado.

–Retira esa mierda que dijiste.– dijo acercándose a la puerta para encararle a pesar de ser mucho más bajo que él.–No voy a permitir que hables de mi madre de esa forma tan asquerosa.–

Una vez quedaron relativamente cerca, le retó con la mirada. No sabía de donde había conseguido las fuerzas para hacerlo, pero lo hizo.

–El único que ha sido una mala influencia eres tú, ni siquiera puedo llamarte papá porque ni eso has conseguido ganarte.– su boca parecía no tener límites.–Eres la peor persona que jamás he conocido, siempre siendo tan inútil y creyéndote algo más que los demás cuando sigues siendo la misma mierda de antes.–

Un golpe secó sonó por toda la habitación, un gran manotazo fue golpeado en su cara haciendo que girase por el impacto, a esas alturas ni le había dolido.

–Ves, no sabes arreglar las cosas sin violencia. Das asco, mucho asco.– continuó hablando sin importarle lo demás.–Púdrete.–

Las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos, no podía evitar recordar cuando su madre estaba junto a él, cuidándole y protegiéndole como el niño débil que siempre fue. Porque si, siempre fue débil y llorón, siempre necesitó el amor de su madre.

Pero hace ya mucho tiempo que se acabó.

El más alto agarró el cuello de la camisa del peliazul, este retrocedió aún con aquel agarre fuerte casi ahogándole y chocó con la pared.

–Vas a casarte y fin de la historia.–

No lo haría.

A su lado izquierdo tenía una pequeña mesa con un jarrón muy bonito que su madre adoraba cuando seguía viva, le dolía lo que iba a hacer, pero no le quedaba de otra.

Pidiendo disculpas mentalmente a su madre, agarró el jarrón y lo estrelló en la cabeza del hombre frente a él que estaba casi ahogándolo, haciendo que este quedase desorientado y unos segundos después cayese al suelo de bruces.

Por un momento se asustó ¿había matado a su propio padre? Imposible, era solo un jarrón, pero y ¿qué si sí lo había matado?

Salió corriendo de allí, no llevaba zapatos ni pantalones, solo tenía bóxers y una gran camisa puesta que le llegaba hasta, tal vez, dos palmos por encima de sus rodillas. Caminó con sigilo por los pasillos, debía ser cauteloso ahora, había guardias por todas partes.

Consiguió esquivar unos cuantos sirvientes que iban y venían por las habitaciones limpiando y limpiando, había veces que se preguntaba que mierda era lo que tanto limpiaban si nadie pasaba ya por esas habitaciones, pero no era momento de hacer hipótesis extrañas.

Bajó las escaleras cuando nadie estaba vigilando y vio la puerta, la maravillosa puerta que le dejaría ser libre por fin.

No quiso ser imprudente, pero casi le pillan.

¿Acaso me quieres? [Xingyun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora