TE AME DESDE LA PRIMERA VEZ QUE TE VI

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CAPÍTULO 2.
Y sin embargo, esa noche Terry  estaba allí, a solas con ella.
No le pasó inadvertido el silencio que se prolongó entre ellos cuando le confesó que era la hija pequeña de los White, pero aun así la tentación de pasar un rato a solas con él, era tan grande que le dieron igual las consecuencias.
Tras años siendo invisible, por fin Terry parecía reparar en su presencia, aunque para ello Candy hubiese tenido que, literalmente, tirársele encima y gritar que estaba buscando una rana.
Buena táctica para seducirlo, se dijo mentalmente con ironía. Daba igual lo mucho ella intentase ser femenina, delicada como una copa de cristal y etérea, no lo conseguiría jamás. Su institutriz lo había intentado de todas las maneras posibles, pero de un modo u otro Candy siempre terminaba teniendo algún percance inesperado, tropezando en el momento menos oportuno, o, peor todavía, diciendo algo que no debía. Ese era su mayor defecto: que hablaba mucho, en exceso, sobre todo cuando se ponía nerviosa y que, además, de cosas inadecuadas. Un don poco valorado para los maridos que buscaban esposa aquella temporada. Y ni qué decir de un duque. Él jamás la miraría más de dos veces antes de descartarla. Pero, en cierto modo, aquella noche le pertenecía a Candy.
Esos minutos preciados a su lado, poder quedarse con el recuerdo de su voz grave y masculina en sus oídos y de la visión de su figura dando una larga zancada tras otra hasta el estanque del jardín. Para ir hasta allí, tuvieron que adentrarse más entre los árboles.
Estaba rodeado por unos setos que el jardinero de la familia podaba con esmero dándoles una forma redondeada que estaba de moda. Terry frenó delante de la orilla.
―¿Quieres soltarla tú? ―le preguntó Terry distraído.
―No, hazlo tú mismo ―lo animó Candy a su lado. Terry abrió las manos y la pequeña rana croó una vez más antes de saltar con fuerza y desaparecer, porque había tan poca luz que en seguida le perdieron la pista. Terry se puso en pie mientras suspiraba y su atención se centraba entonces en la joven que tenía delante.
―¿Haces esto a menudo? ―cuestionó con curiosidad.
―¿El qué, si puede saberse? ―Lo miró nerviosa.
―Cazar ranas. Tirarte en los brazos de desconocidos.
―No está entre mis hobbies preferidos —contesto ofendida.
Terry Solto una risa por lo bajo y Candy se estremeció pensando que era el sonido más delicioso y suave que le había oído nunca.
Pero se tensó cuando él se movió a su alrededor, dando vueltas con las manos en la espalda y sin dejar de mirarla de reojo, aún sonriendo. Candy Aguantó el escrutinio.
—¿Qué pensaría tu familia si supiesen que estás conmigo?
—¿Que he vuelto a fastidiarla probablemente? —admitió.
—¿Has vuelto? Entonces debo suponer que es común.
—Un tanto, sí. No puedo negarlo soy propensa a meterme en líos. No es que yo quiero hacerlo —repuso rápidamente, perdiendo la compostura—. Es que todo parece estar mal. ¡Hay tantas normas que cumplir que es imposible acordarse de todas!
Terry cerró los ojos unos segundos, antes de abrirlos nuevamente y continuar dando vueltas alrededor de la joven, que seguía paralizada en medio del solitario jardín.
Si ella supiera...
Le hacía gracia que una chica como ella. Una que se habia limitado a seguir las enseñanzas más básicas de una institutriz, hablaste de lo difícil que era seguir las reglas. No tenía ni la más remota idea. Para él si había sido complicado. Un suplicio. Una tortura desde que podía recordar. Su padre, como la mayoría de los nobles, no se andaban con tonterías.
Terry aún recordaba los duros castigos cada vez que cometía un error. Sacudió la cabeza para apartar esos recuerdos Y se concentró en lo que tenía entre manos, porque no era ninguna tontería, no. Se trataba de algo importante. Tenía delante de él, a la misma venganza servida en una bandeja a la espera de que decidiese devorarla. Era su oportunidad. La idea se asento con más fuerza porque de hecho, era además la manera más práctica de matar pájaros de un tiro, Venganza, y su honor, y otra cosa, le gustaban las cosas que le hicieran perder poco tiempo.
—¿No te estabas divirtiendo en la fiesta?—La voz de la Joven lo sorprendió entonces.

—Si. No. —Por una vez decidió no fingir delante de ella. A fin de cuentas, cuánto antes supiese la realidad mejor—. Sinceramente, los músicos dejan un poco que desear.
—Tienes razón. —Candy reprimió una sonrisa
Él la miro con el ceño fruncido, sin comprender.
—¿Te parece gracioso?. No debería.
—Pero es la verdad. Mi madre es un poco tacaña. Los otros músicos eran algo más caros, así que tecnología por  contratar a estos que acaban de llegar a la ciudad. Aunque, por otra parte si te parás a pensarlo también es justo. Quiero decir,:si nadie los contrata porqué son mediocres, podrán coger práctica en sus actos sociales y empezaron a ser mejores.
Terry la contemplo intentando formarse una idea rápida de ella. Lo iba necesitar porque desde luego no tenía tiempo que perder. Y lo que vio lo dejo descolocado. Incluso a pesar de que estaba acostumbrado a fijarse bien en sus presas.
En primer lugar, nunca había conocido a una mujer que hablaste tanto, ni mucho menos que lo hiciese de una forma crítica. Dando su opinión al respecto a temas que iban más allá del color que aquella temporada que se llevaba en los vestidos de noche. En la sociedad tradicional con la que él se relacionaba. Ellas solían ser recatadas, discretas,  elegantes , y delicadas como plumas. Aún no sabía si considerarlo una virtud o todo lo contrario, pero esperaba que su temperamento inusual no interfiese en los planes que tenía pensados para ella. Para ellos.  corrigió,  se paró delante de la joven y la miró fijamente. Después alargó una mano y sostuvo aquella orgullosa barbilla entre sus largos dedos.
La obligó a si alzar levemente la cara así a la luz de la luna para poder verla mejor. La mirada azul de Terry la recorrió al milímetro.

Te ame desde la primera vez que te viDonde viven las historias. Descúbrelo ahora