TE AME DESDE LA PRIMERA VES QUE TE VI

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Capítulo 11.
Terry se quedó mirando la puerta vacía por la que acababa de irse, dudando entre si ir detrás de Candy para decirle que en realidad sí sentía cosas por ella, o permanecer sin hacer nada ante el riesgo de que aquello terminase por estallarles en la cara.
Le había dicho que lo amaba... Sin dudar. Sin titubeos siquiera. La última y única persona que había admitido quererle había sido su madre. Terry no estaba acostumbrado a muestras de afecto, a tratar con sentimientos ni a saber cómo comportarse en situaciones así. Candy parecía moverse con mucha más soltura entre las emociones y no dudaba en asimilarlas y admitirlas en voz alta.
Por eso terminó quedándose en su despacho y terminándose la botella solo. Cuando horas más tarde abandonó la vivienda y sus criados subieron el equipaje al carruaje Terry iba completamente borracho. pero no le importó. Al revés, así al menos podría dejar de pensar en todo lo que estaba ocurriendo. o peor porque le estaba costando tanto poner en orden su vida. Se pasó todo el viaje hasta llegar a la primera posada sentado con la vista fija en el asiento de enfrente, que estaba vacío y que tan a menudo últimamente había ocupado Candy. Lo cierto era que no se habían separado desde que se habían casado, lejos de cumplir su intención inicial, Terry casi se había refugiado en ella de inmediato. Durante las últimas semanas incluso, había dejado de frecuentar el club y, pese a lo que pensó al principio, no se le había pasado por la cabeza en ningún momento buscar compañía femenina. La única que necesitaba era suya... Cerró los ojos cuando recuerdo que estaba embarazada. No podía esperar a que pasasen nueve meses para tener en sus brazos a ese bebé fruto de los dos, una mezcla de él y de ella. Resultaba tan gratificante que contuvo el aliento al pensarlo.
Toda su vida había deseado tener primero un varón para asegurar el título, pero en aquellos momentos de dio completamente igual; tanto si era un niño como una niña, sólo podía pensar en las ganas que tenía de acariciar sus mofletes sonrosados y de acunaron con cuidado contra su pecho. Él no sería como su padre y no se perdería sus primeros años de vida. Le daría todo lo que necesitase. Amor, estudios y protección.
Candy visitó su hermana aquella mañana, porque tenía ganas de verla, a ella y a su sobrina. Tras un rato en el cuarto del bebé viendo sus carantoñas, las dos bajaron al salón y una mucama le sirvió el habitual té que tomaban y las pastas que tanto le gustaban.
—Eres una madre increíble —le dijo sonriendo.
—Tu también lo serás, Candy, ya lo verás.
Su hermana se había tomado con una alegría inusitada su recién embarazo. Cada vez que pensaba en ello, Candy aun sonreía tontamente al imaginar a ese bebé que llegaría a sus vidas y en el que pensaba volcar todo su amor, que no era poco. Porque otra cosa no, pero Candy tenía amor para dar y regalar, y siempre le sobraba aún algo más. Su hermana Eve solía decir aquello entre risas desde que eran pequeñas y tenía razón.
—¿Como se tomó la noticia, Terry? —Le preguntó Eve.
—Bien —mintió—. Ahora está de viaje.
Esperaba que no insistiera más. Hacía casi una semana que Terry se había marchado. Un viaje para visitar algunas tierras y embarcarse en un proyecto importante relacionado con el arado de los campos. A pesar de las circunstancias, Candy lo echaba de menos. Cada día al despertar sentía en su ausencia, incluso aunque antes hubiese estados unos días sin hablarse a ella le bastaba sentír su presencia en la casa, su olor impregnado en cada una de las habitaciones. Ahora que no estaba, Los días eran más apáticos y monótonos.
—Parece que al final las cosas no han ido tan mal, ¿verdad ?
Miro a su hermana con pena, pero no quiso decepcionarla.
—No, tienes razón. Voy a servirme un poco más de té.
Tras otro rato más charlando con Eve, se despidió de ella y de James, que acababa de llegar a casa sonriente como de costumbre, como si fuese su mejor momento del día. A diferencia de la mayoría de los hombres que Candy conocía le encantaba eso de su cuñado, que adorase a su hermana por encima de todas las cosas.
Le dijo adiós y se Subió en el carruaje que la llevó a casa. El lugar estaba silencioso, pero ya lo sentía como propio. Se quitó la capa que la protegía del frío ante la llegada del invierno y se dirigió al saloncito en el que estaba encendida la chimenea para leer un rato antes de la hora de la comida. Sin embargo aunque la novela era cierta mente interesante, no puedo concentrarse entre sus páginas y terminó observando casi sin parpadear las llamas del fuego que crujían delante de ella. Rememoro la escena que había protagonizado la semana anterior cuando ya fue su despacho a contarle la noticia y terminó escuchando algo que, aunque ya sabía prefería no haber oído. Porque ahora no podía quitarse de la cabeza la voz irme de él diciendo «yo no la quiero», Y la de su amigo contestando «tampoco creo que la pobre chica vaya darte problemas». Era casi humillante. No soportaba la idea de convertirse en una carga para Terry , o que alguien la considerase una pobre chica. Le resultaba terrible. Preferían casi la idea inicial que había pensado, aquella sobre. vivir en el campo alejada a todo, porque hay al menos ahí tendría su espacio. Pensativa, cero libro, sin dejar de mirarla llamas. Una empleada apareció en el salón y le hablo.
—Señora ¿desea algo? —le pregunto.
—¿Que? Oh, no, gracias Dolly.
—Si me necesita, llámeme.
—¡Espera! Ahora que lo dices... —Se mordió el labio inferior con gesto pensativo. Tenía dudas pero sintió el impulso con fuerza—. Da órdenes de que preparen mi equipaje y también un carruaje, que cojan ropa de abrigo en abundancia.
—No tenemos previsto ningún viaje...
—Ya lo sé pero ahora sí.
—Pero señora...
—Un cambio de planes.
Y con esa frase sentenció su destino.
Puede que quizá algunas personas no la entendiesen, pero con el tiempo ella se los explicaría y lo aceptarían. Seguro que su hermana se enfadaría al enterarse que había decidido ir a vivir en esa casa de campo de la familia, era mejor que quedarse en la ciudad, viendo cómo Terry la ignoraba o, peor aún, se relacionaba con otras mujeres, cosa que ella sabía que acabaría ocurriendo pronto, si es que no lo había hecho ya, claro.
Eve podría visitarla allí cuando quisiera incluso ir de vacaciones. Mientras tanto, ella tendría una vida cómoda y tranquila, lejos de Londres, se ocuparía del jardín trasero, y pasaría por el bosque tan bonito que visitado durante su estancia y lo mejor, crearía a su bebé.
También Terry podría ir a verlos con frecuencia, pero de ese modo sus vidas estarían separadas, pese al dolor que eso les suponía a Candy, así nadie sufriría en camino.
Era, sin duda, la mejor opción para los dos. Claro que en ese momento, mientras veía cómo el personal de servicio se afanaban para preparar rápidamente su equipaje y poner a punto uno de los carruajes, Ella no sabía que el dolor de la tripa que tenía desde aquella mañana no se debía a que hubiese comido algo en mal estado, ni que Llevase todo el día muy nerviosa, algo que a veces le contraía el estómago.
Hasta que no llego a la casa de campo y entró en su dormitorio, no empezó a pensar que puede que ese malestar significase que algo iba mal. Se negó a darle importancia intento mantenerse positiva, como de costumbre. Durmió mal en ratos. A la mañana siguiente cuando despertó, la parte baja de su camisón y las sábanas estaban teñidas de rojo. Un sollozo escapó de la garganta de Candy y le atravesó en el pecho. Había perdido su bebé.
Continuará...

Saludos...
JillValentine.

Te ame desde la primera vez que te viDonde viven las historias. Descúbrelo ahora