TE AME DESDE LA PRIMERA VES QUE TE VI

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CAPÍTULO FINAL

Terry estaba agotado, pero al menos esos días de trabajo duro y de visitar una propiedad tras otra, le habían servido, para no tener tiempo para pensar en nada más. Si acaso algo así podría considerarse bueno. Sin embargo, ese día, cuando acabo Y se dirigió al hostal en el que se había estado quedando esa semana, hasta que avanzara más al norte, deseo no estar allí en ese momento, si no poder transportarse y entrar al finalizar el día, en su casa, donde Candy lo estaría esperando con una sonrisa y muchas ganas de hablar, como siempre cuando se trataba de ella. Parecía que nunca se le acababa la conversación.
Frunció el ceño cuando aporrearon la puerta.
—¡Ya va! —gritó algo malhumorado.
Esos días no aguantaba a nadie.
Un hombre esperaba con gestó serio y una carta en la mano. La cuestión era que a Terry le sonaba, creía que lo había visto alguna vez en un club. Entonces recordó que no había mirado en el club de James, ocupándose de mantener a raya a los clientes y dando la vuelta por ahí como una especie de seguridad, aunque había oído decir que en realidad eran socios. Tenía cabello rubio y los ojos grises como de gato.
—¿Te conozco? —pregunto sorprendido..
—Me llamo Sebastián. Soy amigo de James.
—¿Que puede necesitar James de mí?
—Me pidió personalmente que te trajese esta carta. Dice que es urgente. Llevo tres días atravesando el país casi sin hacer una parada, me dijeron que te encontraría aquí.
Terry recogió la carta confundido, sin saber que esperar hasta que,de repente, pensó en Candy, ¿Qué otra razón podía tener James para querer localizarlo urgentemente y mandar a su mejor amigo? Casi rompió el papel entre las prisas, antes de leer la caligrafía, apresurado.
Sintió que se quedaba sin aire. Tuvo que inspirar hondo.
Candy... Su pequeña Candy había tenido que sufrir aquello ella sola, y él estaba kilómetros y kilómetros de distancia. Sin poder hacer nada, impotente. La había dejado sola... En ese momento, con un escalofrío recorriéndole la espalda, se dio cuenta que estaba absurda y locamente enamorado de ella. ¿Que otra cosa podría explicar el agujero que sentíaen el estómago. Ante la idea de verla sufrir? «Sólo deseaba abrazarla tan fuerte como para conseguir aliviar el dolor y decirle al oído en un susurro, que todo iría bien».
—¿Necesito un caballo? —consiguió decir agitado.
—Ya he pedido uno en la posada —contestó Sebastián. Terry asintió, complacido ante lo eficiente, que resultó ser aquel hombre.
Juntos, a pesar de que empezaba a oscurecer y el cielo estaba lleno de estrellas. Se dirigió hacia Londres.
Mientras cabalgaba, se dio cuenta de que nunca en toda su vida había estado tan asustado. Más allá de la pérdida del bebé, temía que a Candy le pudiese ocurrir algo. ¿Y si se enfermaba?.
No sería la primera ni la última que una mujer fallecía por algo así, menos cuando el parto y todo lo referente al embarazo, era una de las causas más comunes de mortalidad, entre ellas.
Todo su cuerpo se tenso al pensarlo; tanto, que hasta el caballo notó esa rigidez y se puso un poco nervioso por ello. Terry lo instó a ir todavía más rápido en medio de la oscuridad.
El otro hombre, Sebastián. Se mantuvo en silencio durante casi todo el camino, tan solo dejo caer algunas cosas cuando hicieron un par de paradas para comer como; que era el mejor amigo de James y socio del club, y que era la primera vez que hacía algo así. Pero que al enterarse de la noticia no había ningún mensajero cerca del que James se fiase lo suficiente, como para mandarlo algo así. A sabiendas de que no serían lo suficientemente rápidos.
Razón por la que había aceptado hacer un sacrificio semejante.
Cuando llegaron a la ciudad, Terrry Se despidió de Sebastian, dándole las gracias y prometiéndole que le debía un enorme favor, que podía cobrarle cuando quisiese. El otro sólo sonrió mientras negaba con la cabeza. Y desapareció poco después.
Terry, por el contrario cogio más velocidad. En cuanto llego delante de la puerta de su casa, casi sintió ganas de llorar del alivio al estar al fin allí, junto a ella...
Llamó con insistencia en la puerta. Espero hasta que el mayordomo, que lo miro alucinado al verlo aparecer en aquel estado, con la ropa sucia, el cabello despeinado, y las ojeras bajo sus ojos, al no haber dormido en dos días.
—¿Dónde está, Candy? —rugió como un animal.
—Señor... Espere... —El mayordomo lo siguió escaleras arriba. Se cruzó con un par de mucamas que abrieron mucho los ojos al verlo pasar. Nunca nadie había visto a Terry tan desesperado.
—Señor...
—¡Candy! —grito—. Pero cuando abrío la puerta de su dormitorio, vio que estaba vacío. No sólo eso, era evidente que la mayoría de sus cosas no estaban allí. Terry se giró hacia el hombre con el ceño fruncido y alterado—. ¿Dónde. Está. Mi. Mujer? Sentenció separando cada palabra.
—Se marchó —dijo el hombre temeroso—. Se fue al campo.
Terry parpadeó sin poder creer aquello. El hombre se encogió más, probablemente al ver la expresión terrorífica de su señor. Esa mueca que se transformó poco a poco.
—¿Quien La Dejo Marcharse?. ¡¿QUIEN?!
—Lo decidió ella misma, señor. Se Fue una semana después de usted. Antes de que ocurriese... La pequeña desgracia... Digo con tinte. Fue inesperado, estaba tan tranquila en el saloncito leyendo. De repente nos pidió que preparásemos el carruaje y su equipaje.
Terry paso una mano por la frente, desesperado—. Está bien. Prepara el mío. Partimos ya mismo.
Aunque estaba tan cansado, que hasta respirar le resultaba una tarea dificultosa, Terry se mantuvo despierto, mientras el carruaje lo llevaba por el camino que conducía hasta la casa de campo en la que se había criado desde pequeño. No se le pasó por la cabeza que James, cuando se refiriera a la casa familiar quisiese decir aquello, porque había dado por hecho que estaría en la ciudad, donde él la había dejado antes de marcharse.
Cuando al fin la propiedad apareció ante sus ojos, suspiro de alivio. Bajo del carruaje y a duras penas y entro en la casa, sin molestarse en llamar. Tampoco atendió las voces de las mucamas mientras ascendía por la escalera.
Sin embargo, antes de llegar al dormitorio, freno. Lo hizo porque la figura de James le cortó el paso.
—¿Donde está ella? —preguntó ansioso y hosco.
—Dentro, descansando. Eve acaba de bajar para pedir que le traigan algo de comer.
—Tengo que verla, déjame pasar.
—Espera —pidio James.
—Apártate —gruño.
La voz de Terry sonó cortante y fría, pero James no se amedrentó ante ello. Lo sujetos de los hombros, para su sorpresa, y lo miro fijamente a los ojos.
—Ella está bien, Terry. Ya pasó la fiebre. —Él casi sintió que le fallaban las rodillas. Tenía la mirada perdida, pero consiguió enfocarla en el rostro del hombre que le hablaba—. Puedes verla a hora, pero antes quiero decirte algo: no seas idiota. Deja de comportarte como un crío orgulloso y admite que la quieres. Puede que ella no se haya dado cuenta, pero yo sé reconocer a un hombre enamorado, porque se exactamente qué se siente.
Terry se pasó una mano por el pelo, cansado.
—La he fastidiado. Le falle... —Se arrepintió.
—Eso no es culpa tuya, no es culpa de nadie.
—Pero no estuve aquí.—Respiró profundamente.
—Lo importante es que ahora si lo estás.
James lo soltó y lo dejó allí, al alejarse por el pasillo hacia las escaleras. Terry cogió aire de golpe. El corazón de la tía con tanta fuerza cuando abrió la puerta, que casi podía escucharlo retumbando en sus oídos y en todas partes. Y, al verla, se encogió dentro de su pecho.
Cande estába tumbada en la cama, hecha un ovillo.
Tenía los ojos cerrados. Todavía afectado, se sentó a un lado de la cama, alargó una mano hacia ella para apartarle un mechón de rizos que le caía a un lado del rostro. Y acariciarle la mejilla con cuidado. Los párpados de ella se movieron un segundo después, se abrieron, antes de que su mirada lo enfocara.
Aturdida como si no entendíese que el estuviese allí en esos momentos, en su dormitorio.
—Terry... su voz sonaba como una brisa.
—Ya estoy aquí, cariño. Tranquila. Descansa.
Quería abrazarla tan fuerte que pensó que le haría daño, así que aguantó el impulso. Se contentó con trazar círculos en su mejilla con la yema del pulgar. Ella seguía mirándolo y, en un momento dado, sus ojos color esmeralda se llenaron de lágrimas.
—Lo siento mucho, de verdad —dijo sin pensar.
—¿Qué sientes? No hay nada que sentir. Cariño.
—Pero hemos perdido a nuestro bebé...
Terry No lo soporto más. Se inclinó y la beso, acallando aquel lamento con sus labios y llevándose el sabor de sus lágrimas. Le susurro que se calmase, acunó su mejilla.
—No pasa nada, mi vida. Volveremos a intentarlo, ¿de acuerdo? Ahora lo único que importa es que tú estés bien. —La miro directamente a los ojos—. Porque te prometo que cuando me avisaron de lo que habia ocurrido pensé que moriría si al llegar tú no estabas... si te había pasado algo peor a ti. Y al no encontrarte en casa... —Se le quebró la voz—. No vuelvas hacer algo así jamás, Candy, prométemelo.
Ella le sostuvo la mirada, tan valiente como siempre.
—Lo siento. Pensaba que te estaba haciendo un favor.
—¿Por qué? —inspiró hondo. Tenía una especto terrible, estaba agotado y le dolían todos los músculos del cuerpo, pero toda su atención estaba puesta en ella.
—Por qué no quería ser una carga para ti. Yo puedo vivir feliz en el campo. En realidad, no necesito mucho más —confesó, consiguió que él se estremeciese.
—No sabes lo que dices...
—No me compadezcas.
—No lo hago, Candy. Es que... Te quiero.— inspiró hondo. Te quiero más que a ninguna otra persona. Y, he sido un orgulloso y un idiota, porque me daba miedo que los sentimientos fuesen una complicación, pero hoy yo no entendía... Que es imposible evitarlos. Porque daba igual si apenas nos mirábamos en días estando en casa. O si me encontraba a kilómetros, seguía pensando en ti a todas horas y echándote de menos... Cuánto te he hechado de menos.
Lo interrumpió antes de que pudiese decir nada más.
Candy le rodeó el cuello con sus brazos y lo beso, callando sus palabras sin pensar, como siempre hacía, algo que hizo reír a Terry y a pesar de tener sus labios pegados a los de ella, la sujeto por las mejillas y hundió la lengua en su boca, consiguiendo que el besó se volviese más ardiente e intenso hasta que los dos se quedaron sin aliento.
Al separarse de ella, una sonrisa llenaba sus labios.
—Mi maravillosa... Candy...
—Vuelve a decirlo — rogó ella
—¿El que? ¿maravillosa?
—No, lo otro. Que me quieres.
Terry sonrió. Iba a tener que acostumbrarse a decir esas dos palabras que no recordaba haber pronunciado jamás en su vida hasta ese día. Parecía sencillo, pero a él le costaba, aunque por ella, estaba dispuesto a practicar lo que hiciese falta. Al acerlo, sentía como su corazón se abriese y, durante esos segundos, le perteneciese a ella, aunque fuese de una manera simbólica. Que mucho tenía que ver con la realidad.
—Te quiero, Candy mucho.
—Yo también te quiero, Terry.
Y en cuanto a lo del bebé... El deslizó un dedo por sus labios—. Son cosas que pasan y no es culpa de nadie. Lo intentaremos de nuevo y será diferente, ya verás. Pronto tendremos un montón de hijos a nuestro alrededor. Espero que la en la parte emocional se parezcan a su madre, claro—Bromeo haciéndola reír—. Pero nos irá bien, lo sé. Viviremos en la ciudad, pero podremos venir aquí cada vez que te apetezca. Con la condición de que lo hagamos juntos. Siempre juntos, ¿de acuerdo? Bésame. Si es un si.
Ella sonrió con el corazón latiendo con tanta fuerza que pensó que estallaría en el pecho. Lo hizo sufrir un poco, mirándolo traviesa mientras él esperaba. ¿Qué demonios? ¡Se lo merecía! Pero cuando la expresión de Terry empezó a temblar se no quiso hacerlo sufrir más. Lo besó y selló aquella promesa con un beso.
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M

Te ame desde la primera vez que te viDonde viven las historias. Descúbrelo ahora