Te ame desde la primera vez que te vi

TE AME DESDE LA PRIMERA VES QUE TE VI

CAPÍTULO 10.

Al separarse de Candy, Terry sintió frío.

Se subió los pantalones, luego se pasó una mano por el pelo, pensativo y algo aturdido, sin saber qué hacer o decir a continuación. Era como si Candy lograse sacudirlo y dejarlo sin ideas, casi perdido; como si no llevase años haciendo aquello.

Parpadeo algo sorprendido cuando. Candy se paro de puntitas delante de él, aún desnuda. Se alzó sobre sus talones para llegar hasta su altura y darle un beso en los labios.

Puede que fuese la primera vez que Candy lo besase. Y lo había hecho así, como si fuese de lo más cotidiano. El corazón de Terry latió con fuerza y eso lo asusto, la sensación calida que se extendió con una facilidad desbordante por todo su cuerpo, y que lucho por quedarse ahí, porque de repente pensó; en lo reconfortable que sería despertarse cada día con uno de sus besos y embestirla cada noche contra la pared antes de irse a dormir, compartir un baño con ella, un paseo, hacerla reír...

—Debería irme ya —consiguió decir. Pero entonces.

—O también podrías... quedarte a dormir... --Quizás fue por su voz temblorosa, la inseguridad o la tristeza que vio en sus ojos verdes, pero Terry supo antes de que terminase de pronunciar aquella frase, que no podría negarse.

--Asintió despacio, a pesar de que lo último que sentíera era seguro de la decisión que estaba tomando. Dormir con ella, no era algo que le hubiese pasado por la cabeza jamás. Curiosamente, cuando se metió en la cama y sintió el calor de aquel cuerpo femenino a su lado, le pareció que ese momento era mucho más íntimo que todos los que había compartido hasta entonces, incluyendo todos los del sexo.

Candy sentía las mariposas aleteando en su estómago. Pasando unos primeros momentos de incomodidad, terminó girándose en la cama rodeando el torso de Terry antes de apoyar la cabeza en su hombro; como un gato perezoso que buscase un hueco cálido en el que cobijarse. Por un momento, temió que él la rechazase, Pero apenas unos segundos después sintió sus manos firmes sujetándola por la cintura y pegandola más a él, antes de oírlo exhalar un suspiro profundo y sonoro.

—Gracias por quedarte —le dijo Candy. No añadió que esa noche, por fin, se sentía menos sola, tras su confesión. Su pequeño corazón había empezado a unir las grietas que seguían abiertas después de haberlo tenido roto. Tampoco le confesó que escucharlo decir aquello sobre su hermana, había sido un alivio tan grande que por fin sentía que respiraba hondo de nuevo, porque puede que Eve fuese su mejor amiga, y su persona favorita en el mundo, pero no por ello Candy sentía menos celos al pensar que Terry pudiese seguir enamorado de Eve..

Pero Terry había sonado sincero y firme. Y luego la había mirado con esos ojos azules; como si ella fuese especial, y bonita, y Candy lo había creído antes de abandonarse a él.

Los siguientes días, Candy vivió en una nube. No quería despertar. No quería que nada cambiara. Porque poco a poco todo empezó hacer casi perfecto. Los avances eran lentos, y casi a cuentagotas, pero así le resultaba más reales y palpables. No necesitaba más.

Cada mañana, Candy y Terry, comenzaron a coger la costumbre de desayunar juntos en la mesa del salón. Era sin duda su momento preferido del día. Comían huevos revueltos y charlaban de todo, un poco antes de que alguno de los dos se levantase para empezar hacer recados, o bien Terry encerrarse en su despacho de la Última planta. Después, a lo largo de las siguientes horas, Candy visitaba a su hermana, se acercaba al centro de Londres, o se encargaba de organizar la casa, y contestar las invitaciones a numerosas fiestas que les llegaban cada semana; hasta la fecha, las había rechazado todas, no porque ella quisiese, si no porque Terry no parecía con demasiadas ganas de asistir a eventos sociales. Sus padres, estaban empezando a socializar con su marido y aun que no se reunían todos en familia. Habían visitado un par de veces su casa.