TE AME DESDE LA PRIMERA VES QUE TE VI

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Epílogo
De lado a lado con las manos dentro de los bolsos de su pantalón negro y maldiciendo por lo bajo, a todo y a todos. Terry caminaba, casi sin respirar cada vez que escuchaba los gemidos de dolor de Candy
Era un suplicio... Candy llevaba más de diez horas en labor, y Terry, tenía ganas de entrar y sacar al medico, que si no estaba equivocado era el mejor en la carrera. Entonces —¡¿por que demonios tardaba tanto?!.
Cansado de esperar Camino a paso gigante, tomando en cuenta que le tomaría segundos llegar a la puerta de su habitación donde estaba Candy. Justó antes de agarrar el picaporte de la puerta, el llanto de un niño llorando a todo pulmón se dejó escuchar, y Terry se paró en seco. Su corazón empezó a latir tan rápido, sus ojos se llenaron de lágrimas, pero sus piernas se quedaron pegadas sin reaccionar...
Candy inspiró hondo mientras corría el bonito jardín de esa casa en la que su marido había crecido y que a ella tanto le gustaba. Aunque vivían en la ciudad casi todo el año, en verano aprovechaban para ir allí a menudo. Las flores estaban abiertas y el color salpicaba el prado verde que se extendía a lo lejos hasta la casa semicubierta por una frondosa enredadera.
Maldijo cuando se le enganchó el bajo del vestido en una rama con espinas y tirar de la tela sólo consiguió terminar rompiéndola, cosa que no ayudará a mejorar su aspecto teniendo en cuenta que se había metido sin querer en un charco de barro y el borde del vestido estaba manchado. Puso los ojos en blanco antes de suspirar y seguir caminando hacia la casa.
Con el ramillete de lilas en la mano que había salido a recoger para respirar aire puro y Relajarse. Puede que a Terry no le gustase dejarla sola cada vez que se alejaba un poco más de lo que él consideraba prudente, pero a Candy le gustaba la idea de mantener cierta independencia y poder pasear tranquila sin pensar en nada durante un rato.
Al entrar, la doncella abrió mucho los ojos.
—¡Su excelencia! Su vestido... —dijo alarmada.
Por el pasillo apareció su marido llevando los brazos un pequeño bulto que apretaba con tras su pecho de forma protectora. Candy sonrió. Eran pocos los padres que se molestaban si quiera en recoger a sus bebés, pero él estaba encandilado por el pequeño Nicolás y casi había que pedirle que lo soltaste y fuese a dedicarse a sus asuntos y negocios.
—Déjala, Dolly, lo raro sería que volviese con el vestido impoluto.
—Muy gracioso —bromeó ella poniendo los ojos en blanco.
—¿Miento acaso, cariño? —La miro sonriente.
Dolly pareció darse cuenta de que ya no le prestaban atención y desapareció por el pasillo sin mediar palabra.
Candy dejo el ramillete de lilas encima del mueble principal del recibidor y alzó las manos para que Terry le diese a su hijo. Le acaricio un moflete redondeado. Era precioso. Con el cabello castaño como el de su padre y los ojos azules. Una copia idéntica de ese hombre que tanto amaba y que se esforzaba cada día por hacerla feliz, la mujer más feliz del mundo... Qizás porque no sabía que ya lo era y poco podía hacer para superar aquello.
—Tu hermana y James estarán a llegar anuncio Terry.
—Están listas sus habitaciones —le pregunto Candy.
Él asintió y luego se dirigió hacia la puerta al escuchar que llegaba un carruaje. Ella lo siguió. Habían invitado a su hermana y a James a pasar una semana con ellos en la casa de campo, y tras convencer a James para que dejase el negocio en manos de su socio Sebastián, ahora acababan de llegar.
La puerta del carruaje se abrió.
Su sobrina soltó un grito y, cuando la dejaron en el suelo, camino hacia ellos a trompicones, porque siempre quería correr más de lo que sus piernas le permitían.
Terry sonrio al verla y le acarició la cabecita antes de saludar a james con un apretón de manos.
—Me alegro de verte, amigo.
—Terry Le sonrío.
—Lo mismo digo.— James le devolvió el gesto.
Eve y Candy se miraron y se sonrieron mientras seguian a los hombres dentro de la casa. Contemplando su marido, El hombre más respetable de la ciudad hablando con James.
Candy sonrió y pensó que por fin todo empezaba a encajar pese a sus diferentes, y que ahora era perfecto.
Su hermana le dio un codazo y le susurró al oído.
—Conquistaste al Duque...
—Eso parece. Aprendí de la mejor...
FIN.

Te ame desde la primera vez que te viDonde viven las historias. Descúbrelo ahora