Justin y yo caminamos en silencio hacia la zona de matorrales que habíamos visitado dos días atrás, cuando la insistencia de Annie nos había obligado a pasar tiempo juntos. De alguna manera, esa situación se sentía aún más incómoda que aquella. Procuré caminar varios metros por detrás de él y, una vez que llegamos, me aproximé a las flores de lavanda.
El césped estaba menos cuidado en esa área. Se había aplastado en algunos caminos angostos donde circulaban personas, pero en el resto del terreno estaba demasiado alto. Por un momento, no quise pisar fuera del sendero por temor a lo que podía estar escondido en la hierba, pero estaba cansada del miedo, así que le dediqué una inspección cercana a la planta.
Justin continuaba en silencio y, cuando le eché un vistazo de reojo, lo vi centrado en su reloj pulsera. Fruncía el ceño pronunciadamente mientras miraba las manecillas marcando la hora. Siempre lucía como si estuviera llegando tarde a algún lugar.
—¿Otra vez con prisa? —inquirí.
A pesar de mantener mi voz libre de aspereza, no pude evitar que mi tono sonara seco. Justin no pareció afectado en absoluto por ello. Dejó caer el brazo a un costado y, finalmente, me miró sin expresión alguna en su semblante.
—¿Qué escuchaste anoche? —me interrogó abruptamente.
Iba a cruzar los brazos en mi pecho, pero terminé abrazándome a mí misma mientras evadía su pregunta.
—¿Cómo supiste que estaba oyendo algo?
Vi la irritación encender una chispa en sus ojos y estuve segura que no iba a responderme, mas me sorprendió al ceder.
—Las voces. Sé que están en el trastero. Con ellas se comunica Annie.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal a pesar de las altas temperaturas en el llano.
—Tu madre me dijo que es... una... ¿canalizadora de ángeles?
Justin asintió una vez.
—Sí, así es como los llaman.
—¿Qué diablos es eso?
—No tengo idea —admitió con naturalidad— Solo sé que se comunica con ellos.
Solté un bufido.
—No creerás que es verdad, ¿o sí?
—Tú los oíste.
—No sé lo que oí —determiné.
Justin exhaló una bocanada de aire, demostrando impaciencia.
—Eres imposiblemente terca.
—¿Disculpa?
Dejé caer mis brazos a los costados, mis manos volviéndose puños.
—Oíste las voces. Sabes que son ellos. Ahora, solo dime qué te dijeron.
—¡Lo único que escuché fueron extraños murmullos! Pudo haber sido un maldito parlante en ese maldito trastero. No me extrañaría que tuvieran una sonorización de ese estilo considerando que aquí parecen estar todos locos.
Esperé que se ofendiera por lo que estaba diciendo de su familia, no obstante, se mantuvo tan impasible como siempre. Sus ojos opacos observaron mi rostro con detenimiento.
—Para ser una estrella de rock... —pronunció con lentitud—, tienes la mente muy cerrada.
Me quedé atónita unos segundos, mis labios entreabiertos mientras la sorpresa se acumulaba en mi garganta, ahogándome.
—¡Estamos hablando de ángeles! ¡Ángeles! —reiteré— Como... criaturas sobrenaturales aladas al servicio de Dios mismo. Y tu madre dice que puede hablar con ellos.
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Macabro
Novela JuvenilCuando su abuela enferma, Moira Lombardy decide acompañarla a un pequeño pueblo apartado para disfrutar unas vacaciones. Sin embargo, la casa donde se hospedan pertenece a raros y hostiles habitantes, como el joven Justin Blackburn y su hermana. Las...