³ | 𝓢𝓪𝓻𝓬𝓪𝓼𝓶𝓸 𝓷𝓪𝓽𝓸

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Nisiquiera pasaron 10 minutos desde la partida del médico cuando en la habitación ingresaron tres doncellas con el rostro cubierto por un fino velo. Adivine de forma inmediata que eran sirvientas del palacio y que venían a darme una mano para vestirme.

Analice a cada una de ellas, sus cuerpos y estaturas. Busque en vano alguna familiaridad entre ellas y las damas que solían servirme en la corte.

' ah '

Me rendí.

Una de las doncellas, la que encabezaba al trío y tenía aires de líder, dio un paso al frente con elegancia y con una suave voz hablo.

" Su alteza, es un honor conocerlo. "

Se reverencio seguido de las otras damas. Pero yo solo me centre en imaginar cómo serian sus rostros tras el velo.

¿Acaso en Arbezela los hombres no podían ver el rostro de las mujeres?

Recuerdo que así sucedía en Kartaros, en donde se practica el culto a la madre tierra. Pero hasta donde mi memoria alcanza Arbezela es un imperio que sigue la palabra del creador Astotelia.

La jefa de doncellas interrumpió mis pensamientos mientras se ponía firme en su lugar.

" Soy Latil, y por hoy le ayudaremos a prepararse para la cena con su majestad. "

Quise responderle, pero nuevamente fui interrumpido por la serena doncella.

" El médico ya nos informo sobre los efectos secundarios de su tratamiento. Así que no se preocupe. Relájese y deje todos en nuestras manos.  "

" ¡! "

La piel no tardó en crisparse y por reflejo me cubrí con las sábanas cuando las tres mujeres caminaron a paso decidido hacia mi. El terror que sentí fue tal que podría haber preferido regresar al calabozo que permitir que esas intimidantes mujeres me pusieran las manos encima.

Naturalmente era imposible que eso pasará.

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Por un momento pensó que sería todo un desafío hacer que el príncipe de Orian, el cual se rumoreaba estaba en un estado cadavérico, se vea presentable. Pero una vez ingreso a la habitación no pudo evitar emocionarse. Sus ojos se fijaron atraves del velo en la figura de un hombre que apesar de estar herido podría robarle mil suspiros a las mujeres. Y porque no; a los hombres.

Latil admiro con orgullo su obra maestra. Con una amplia y brillante sonrisa llena de sorna, la cual Lelio fue incapaz de ver debido al velo.

" Su alteza, es usted realmente hermoso "

Halago Tamy, una de las doncellas que terminaba de alisar el liviano saco azul marino que eligieron para Lelio y que a su vez combinaba con la camisa celeste de seda. Aquella eran ropa sencillas, pero todas la presentes sabían que en el cuerpo de aquel príncipe hasta la más simple bolsa de papas se vería sensacional.

El amado concubino de Secramise [ Las joyas de la princesa ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora