Después del incidente en el restauran, Isabella llamó a Gregorio, no quería problemas, él, aunque no le gustara era de los mayores accionistas.
Habló claramente que si volvía a acercarse de esa manera lo hablaría en la junta para así ya no tener que verlo y mucho menos hablar con él. Aceptó, no tenía de otra si quería seguir viéndola, disfrutarla, aún solo por los ojos.
Desde que su padre vivía, le había gustado y mucho. Pero cuando ella tomó posesión de la empresa, su deseo subió en gran manera. Pensó que lograría dominar sus impulsos pero no, no era así, con cada año que pasaba su interes crecía. Pero algo debía hacer, nadie, ni siquiera ese chofer lo impedirían.
Cuando la junta se término, decidió ir a su apartamento en el centro de la gran ciudad. Soledad, eso deseaba. Sabía debía ir a la que alguna vez fue su casa, en donde rió y fue feliz, pero que ahora solo le recordaba dolor y penumbras. La cena seguramente sería con algún fin de beneficiencia, no podría faltar pues sabía su madre no la dejaría en paz.
El sol comenzaba a ocultarse, el cielo pintaba de un amarillo casi naranja, y las luces de toda la cuidad comenzaban a resplandecer.
Comenzó a arreglarse, cómo sabía su madre seguramente se desvivía por las apariencias, siempre era así y si iba mal vestida, después vendrían las quejas y humillaciones.
— Hola Andrés —el joven le caía muy bien, la defendió, sin conocerla, nadie nunca se enfrentaba a Gregorio pues su poder y demás, causaba miedo a muchos que solo se dejaban pisotear.
— Si Señorita —contestó feliz, feliz de oír esa voz.
— Tengo una cena en casa de mi madre, prepara el auto, en media hora bajo —colgó.
Agradecida si lo estaba, pero no lo demostraría, emociones, las dejaría ahí donde tanto tiempo trato de sepultarlas, y no dejaría que ahora salieran, eso no, una vez lo hizó y todo salió mal.
La pelea de esta tarde, logro que evocara su recuerdo, una vez él hizó lo mismo, con un tipo que estaba tratando de hacerla bailar, eso en un principio fue, pero después comenzó a arrastrarla a otro lugar. Alejandro, solo había ido por una bebida y la había dejado en la mesa. Nunca imagino que algo así llegase a pasar. Ella era llamativa, sin ella querer ser lo era. Cuando llegaron muchos comenzaron a comerla con los ojos, era una discoteca y no callejera pero eso no evito que muchos la desearan.
— ¿Nunca podré olvidarte? —se preguntaba, pero tenía miedo, miedo a la respuesta de su corazón.
— Isabella ¿Cómo estás mi amiga? —era Any, su única amiga.
— Muy bien y ¿tú?
— Feliz de escucharte y saber que ahora te veré en la fiesta de tu madre.
— ¿Estás en la ciudad? —era raro, pues gracias a su profesión de fotógrafa viaja con mucha frecuencia.
— Si, desde ayer.
— ¡Oh!, que bueno Any, te veo allá entonces.
— Claro y asi hablamos de todo lo qué ha pasado estos meses —Isabella rió, bien sabía por donde iban esos pensamientos. Algo tenía que contar, algún nuevo amor pensó.
— Okay, nos vemos que voy para allá justo ahora —colgó.
Tomó su bolso y demás cosas y bajo.
Andrés estaba viendo un partido de fútbol junto con el portero del edificio, era fácil para él hacer amigos, poseía ese raro don de gentes, a donde iba regresaba con la historia de algún nuevo amigo.
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¿Sin final feliz? © [COMPLETA]
ChickLitDos cosas sabe Isabella: el amor no fue hecho para ella y que los finales felices no existen. Y esta realidad, con el pasar del tiempo, la fue volviendo dura, fría y sin ningún motivo de alegría, acostumbrándola a no sentir nada. Así como, obligánd...