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El bar estaba en lo mejor, las personas bailaban, tomaban y reían. Isabella y Andrés no habían parado de bailar.
— En serio que es malísima —dijo Andrés mientras se reía por un paso que había hecho Isabella.
— ¡Ey!, dejame —grito a consecuencia de la estruendosa música, se hablaban asi pues de otra forma no se escuchaban nada.
Cuando los pies le comenzaron a martillar, se regresaron la mesa a tomar algo. Las palabras brotaron cómo río, nunca se había sentido tan agusto con las personas, nunca se había sentido parte de algún grupo, pero al parecer todo estaba cambiando.
Las horas pasaban, así como las copas, Isabella no había tomado mucho, un par de copas pero estaba más sobria que los demás, Andrés, él si no había probado nada, pues sabía que seria el encargado de luego llevar a todos a su casa.
Isabella ya quería irse, estaba demasiado cansada y debía conducir aun, pues en su amiga no confiaría el volante ya que a duras penas se mantenía de pie. Le hizo señas a Any.
— Debemos irnos ya –le dijo forzando la voz.
— ¿Pe-pero po-por-qué? –la tomo de la mano y comenzó a reunir todas sus pertenencias.
— Ya se van –pregunto Andrés.
— Si mañana debo llegar temprano a la oficina –sonrió.
Todos salieron del lugar. Isabella ayudo a subir al auto a sus nuevos amigos y luego acomodo en el asiento trasero a Any, quien dormia plácidamente.
— Adiós jefa –se despidió con la mano, Isabella ya adentro del auto le sonrió y comenzó a conducir y cada uno se fue por su camino.
El sonido de la alarma la despertó y a regañadientes se levantó a bañarse. Se quitó su pijama y abrió el grifo de la regadera, poco a poco fue introduciendo su cuerpo, permitiendo que el agua le recorriera, la cabeza le dolía, pero era soportable, cuando estuvo ya bien mojada, comenzó a lavarse el cabello y el cuerpo, luego se removio todo el jabón y salio con una toalla en torno a su cuerpo.
Entro a la habitación donde estaba su armario y comenzó a buscar que ponerse, y eligió un pantalón gris, una blusa blanca de botones y una chaqueta del color del pantalón. Se peino y maquillo y salio.
— Que vida –susurro cuando vio que su amiga seguía durmiendo. Y por un momento pensó en dejar todo y quedarse durmiendo todo el día. Pero sabía que ese lujo no podía dárselo, menos en esta temporada en dónde los contratos llegan y los viajes están por comenzar.
Tomo su bolso con todos los papeles y documentos. Dejo una nota escrita sobre la mesilla de noche.
Buenos días dormilona, llama al delivery si tienes hambre, regreso hasta por la tarde. Te marco luego. Besos.
Isabella H.
Salió y bajo por el ascensor. Cuando las puertas se abrieron en la recepción, miro al portero y decidió que era tiempo de comenzar a tratar bien a esas personas que siempre le habían dado un excelente trato. Respiro hondo y camino hacia donde este señor estaba.
— Buenos días señorita Hamilton –como todos los días, él siempre la saludaba con una enorme sonrisa.
— Buenos días Javier –le respondió feliz—. ¿Ya llego Andrés? –pregunto.
— Si ya esta aquí, trayendo el auto esta –ella asintió y camino hacia la entrada del gran edificio.
Lo divisó a lo lejos y camino hacia la acera. Andrés bajo los vidrios y le sonrió. Bajo y abrió la puerta para que ella pasara.

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¿Sin final feliz? © [COMPLETA]
ChickLitDos cosas sabe Isabella: el amor no fue hecho para ella y que los finales felices no existen. Y esta realidad, con el pasar del tiempo, la fue volviendo dura, fría y sin ningún motivo de alegría, acostumbrándola a no sentir nada. Así como, obligánd...