No podía respirar, hacerlo dolía, y mucho. Sentía que sus pulmones quemaban, debido al aire vital que necesitaban para funcionar. Pero este parecía que no existía a su alrededor. Cerró sus ojos, apretando sus manos a los costados de su cadera. No lloraría, no podía hacerlo justo antes de enfrentarse a ella. Debía ser fuerte, mostrar que ya no era débil, frente a esa mujer que todo el tiempo disfruto viéndola vencida y desgraciada. Pero eso había terminado, desde el momento en que se metió con Andrés, el único cariño que quizá había sobrevivido a todos esos horribles años, estaba agonizando.
— ¿Segura que quieres ir ahora? —cuestiono Marcos, al verla que estaba luchando mucho por parecer serena.
—Debo hacerlo —dijo en un susurro—. Tengo que ponerle un alto.
Las calles de Nueva York, como siempre están siendo transitadas. Por lo que el tráfico si bien no era tan pesado como en el día, les quitaba tiempo. Todo el camino la paso divagando en su mente, imaginado un poco de cómo podía ser el enfrentamiento que se avecinaba, pero no servía de nada imaginar, pues ella, su madre, siempre convertía todo en algo mucho peor de lo que cualquiera podría pensar. Dolía mucho, ver hasta que punto su madre, esa mujer, había llegado. Todo con tal de mantener su maldito estilo de vida. Pero esa no era razón suficiente para lastimarla tanto, para meterse en su vida cada que podía destruyendo todo a su paso. Debía de haber otra razón, una que Isabella pudiera comprender, el porqué de tanto maltrato durante años. Y aunque le dirá una y buena, no la perdonaría, esta vez había rebasado.
Actuaria legalmente, pero ¡Ahh!, antes debía encontrar evidencias necesarias para poder desenmascararla, y aunque temía le fuera difícil encontrarlas, movería cielo y tierra en busca de estas. Podía que antes, con el accidente de Alejandro, se auto convenciera, que quizá Carmen no había estado detrás de todo eso, pero ahora que miraba todo con mayor claridad, no dudaba que ella estuviera detrás de eso. ¿Tanto la odiaba?, y ella que por tanto tiempo trato de agradarla, siendo una buena estudiante, hija. Pero nunca era suficiente. No cuando de ella se tratase.
Las casas cada vez se miraban menos, estaban a poco de llegar. Se obligó a mantener los ojos abiertos y libres de lágrimas, durante el poco recorrido que faltaba. Con cada kilómetro que pasaba, su ansiedad aumentaba, pero prefería eso, que llorar. Sus manos sudaban, a lo lejos diviso su antigua casa.
Ella no podía ser como la mayoría de personas, que al regresar a su hogar su mente se ve invadida de imágenes hermosas, de ellos junto a su familia, sonriendo, jugando, disfrutando. No, ella solo podía recordar a sus padres peleando, el desprecio, golpes de su madre. Y aunque siempre que estaba su padre, ella pasaba buenos momentos, estos eran oscurecidos por todos aquellos en que su madre la maltrato y humilló.
—Bien, llegamos —dijo Marcos, apagando el motor de su auto—. ¿Bajamos? —ella asintió.
—Solo... haré una llamada —saco su móvil y llamo a Any—. ¿Cómo esta Andrés?
—Tuvo otro episodio pero lo estabilizaron —Isabella levanto su rostro hacia el cielo, ahogando las lágrimas—. ¿Dónde estás?
—Afuera de la casa —ambas callaron por un segundo—. Cualquier cosa me llamas.
—Si... ¿Isabella?
—Dime...
—No dejes que ella pueda contigo, no se lo permitas —Isabella asintió con su cabeza, aunque su amiga no la miraba, ese gesto era más para ella.

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¿Sin final feliz? © [COMPLETA]
ChickLitDos cosas sabe Isabella: el amor no fue hecho para ella y que los finales felices no existen. Y esta realidad, con el pasar del tiempo, la fue volviendo dura, fría y sin ningún motivo de alegría, acostumbrándola a no sentir nada. Así como, obligánd...