(*) Sam Smith - Lay me down (video en multimedia)
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—El paciente acaba de despertar, y supuse querrían verlo —todos sonrieron con felicidad—. ¿Quién quiere ser el primero? —Gloria le susurro a su esposo, que debía ser Isabella. Pues era la que más había sufrido, no solo por el accidente de Andrés, sino que enterarse, que la causante de todas sus desgracias era su progenitora, era algo aterrador.
—Isabella, ve tú —dijo Mario, rompiendo el trance en que ella se encontraba. Isa lo miro pestañeando muchas veces—. Ve hija, seguro quiere verte —Isabella le sonrió en agradecimiento y se fue siguiendo al doctor. Pasaron por un cuarto donde le dieron la bata esterilizada, gorro, guantes y una máscara.
—Despertó, pero rápidamente vuelve a dormirse, por lo que quizá no esté despierto ahora —dijo el doctor, ya en la puerta de la habitación.
—Claro, yo... entiendo —el asintió y la dejó en la habitación. A comparación de cuando lo había visto, ahora todo el lugar tenía luz, se acercó sigilosa hasta la cama y sonrió, su rostro tenía mucho más color, sus cardenales habían disminuido al igual que el púrpura de sus moretones. Halo una silla y la acerco hasta quedar a un lado de él, tomó una de las manos lánguidas, la llevó a su boca y la beso—. Ya todo acabara, pronto podremos ser felices sin ningún peligro —Isabella se levantó y acercó su mano al rostro de Andrés—, recupérate pronto, ¿si?, no sabes cuánto te amo —sus ojos estaban anegados—, pensé te perdería, sin ti no soy nada, mi amor —depositó un beso en los labios púrpuras de él—. Gracias por luchar, por no dejarme —acarició la barbilla de Andrés, el tacto era rasposo por la barba incipiente, pero era su tacto, era él y amaba sentirlo así, saber que estaba vivo, que pronto toda esa horrible pesadilla acabaría.
Un quejido gélido, casi como un ruidito del viento, hizo que los vellos de Isabella se erizaran, era él, su Andrés, estaba despertando. Quedó expectante, esperando el momento en donde pudiera ver esos ojos chocolate que tanto estuvo temiendo no volver a ver, pronto estos se abrieron, Isabella llevo una de sus manos a su boca, ahogando un grito de felicidad. Él balbuceó un poco, esperando acostumbrarse a la adormeciente sensación que sentía su cuerpo, la inconsciencia pronto lo atraparía.
—No llores mi amor —susurro, Isabella reprimió el impulso de lanzarse a sus brazos—. Yo... yo... —sus párpados comenzaron a cerrarse, hasta que escucho su respiración pesada.
Él había regresado...
El resto del día, no despertó. Pero todo era debido a la medicina, los analgésicos, que lo mantenían atrapado en la inconsciencia. Lo peor había pasado. Ya ahora, solo era tiempo que él se recuperara, y su vida transcurriría normal, como si esto solo hubiera sido una pesadilla, un recuerdo vago.
Miércoles muy temprano, Isabella junto a Marcos fueron a declarar, un día antes, habían arrestado a Carmen, quien a pesar de poner mucha resistencia en negar todo, pronto el remordimiento la consumió y confesó todo. Ya no tenía escapatoria, todo lo que le estaba pasando eran las consecuencias de su odio desmedido, ¿Cómo pudo atacar de esa forma a su hija?, era muy tarde para arrepentirse, para pedir perdón, para intentar resarcir tanto dolor. Ella no merecía una hija como la que tenía, ¡Dios!, ni los animales maltratan así a sus crías, ella era miserable.
Carmen confesó que no había actuado sola, y acusó a Gregorio de haber contratado al hombre que atropelló a Andrés, por lo que las autoridades procedieron a aprender a dicho hombre. Buscándolo en su mansión, pero para la sorpresa de muchos este había escapado, la noticia del arresto de Carmen, voló muy rápido, que al llegar a oídos de Gregorio, comprendió que su fin se avecinaba, por lo que huyo, no lo atraparían, primero muerto.

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¿Sin final feliz? © [COMPLETA]
ChickLitDos cosas sabe Isabella: el amor no fue hecho para ella y que los finales felices no existen. Y esta realidad, con el pasar del tiempo, la fue volviendo dura, fría y sin ningún motivo de alegría, acostumbrándola a no sentir nada. Así como, obligánd...