La isla de los sueños

27 7 0
                                    


4 horas y 45 minutos después

LIVIA'S POV:

Tras varios meses soñando con ir al Norte de Tenerife,  no me podía creer que habíamos llegado. El sol iluminaba el paisaje y la brisa fresca hacía ondear las gigantescas palmeras. Estábamos en mi coche, que había llegado abordo del Airbus 330.

Después de varias paradas llegamos por fin a Garachico, una localidad costera al norte de la isla donde se encontraba nuestro alojamiento rural con vistas al mar, el Gara Hotel. Decidimos distribuirnos las habitaciones y descansar un poco del largo viaje que nos había dejado a todos agotados para más tarde disfrutar de las piscinas naturales El Caletón, a las cuales se podía acceder a través de un camino directo desde el hotel.

Probablemente estuve durmiendo unas dos o tres horas, pero me pareció un segundo cuando entró Ada y sin más miramientos me arrojó una almohada que impactó en mi cabeza, desordenando aún más mis oscuros cabellos que ya parecían de por si un nido de pájaros.

Cuando terminé de cambiarme a toda prisa con una pesada Ada que no paraba de exhortarme que me diese prisa, bajamos por el acceso directo hasta llegar a los charcos donde ya nos esperaban los demás. Desde las escaleras de piedra podía ver como Nadia no paraba de sacarse fotos con Joel y el hermano de este que trataba de evitarla dando continuos sorbos a su cerveza. Me sumergí tras mi amiga en la poza templada en la que se encontraban todos y con las bebidas a lo alto brindamos por las mejores vacaciones de nuestras vidas, luego, comenzamos a charlar.

-¿ Y qué tal por Madrid?-preguntó Ada mientras se enroscaba constantemente un mechón de su cabello rubio con el dedo y daba diminutos sorbos a su bebida.

Todas las cabezas de los presentes se giraron y miraron hacia el joven castaño, que se limitó a responder mirando a los curiosos ojos de sus compañeros que absorbían toda la información, como si fuesen esponjas.

- Bueno, he conseguido trabajo que puedo compaginar con los estudios-contestó.

Le miré con interés, pues las malas lenguas decían muchas cosas sobre él y la mayoría de ellas no eran que se digamos buenas. Había quienes decían que a la temprana edad de quince años, cuando ya se había marchado con su padre a Madrid, se había juntado con malas compañías y había terminado vendiendo estimulantes, narcóticos o cualquier otro tipo de sustancia alucinógena y no alucinógena en el mercado, además, no ayudaba su perfil académico manchado debido a las constantes peleas en las que había participado durante su estancia en el instituto. Sin embargo, había quienes comentaban  que todo aquello no eran más que tonterías que se había inventado él mismo y propagado para de alguna forma castigar a su madre, ya que se tenía constancia de la poca o se podría decir invisible afinidad que existía entre ambos.

Intenté imaginármelo por los oscuros callejones de la capital, con una oscura mochila colgándole del hombro, dirigiéndose a un parque vacío o una sucia callejuela donde había quedado con sus clientes para venderles su mercancía, pero la imagen se desvaneció de mi mente tan pronto como intenté visualizarla y me apareció otra completamente distinta.

En el recuerdo, Iván tenía unos cinco años y se encontraba en el jardín lleno de estatuas de gnomos y horrendas flores de las que Patricia, su madre estaba obsesionada. Los ojos del niño se encontraban llenos de lágrimas que no paraban de brotar de las glándulas  lagrimales, mientras que con sus diminutas manos, sostenía una bella mariposa amarillenta  decorada con  dibujos de espirales negras que poseía un ala rota. Antes de que el recuerdo se desdibujase, vi, sentado en las escaleras del espantoso jardín recién cortado a Joel, que le sonreía con una mirada maligna pintada en su cara.

VIVIENDO UNA MENTIRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora