El macabro arte de los monstruos

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Aclaraciones:

La palabra necropsia es sinónimo de autopsia.

Celador es una persona que tiene como oficio vigilar el cumplimiento de las normas y entre sus funciones se encuentra la de trasladar objetos.

Espero que os guste el capitulo.


Centro de Autopsias- Tenerife Norte

El edificio no era ni muy bonito ni muy feo, ni muy grande ni muy pequeño. Su medida era perfecta para la clase de actividades que se llevaban acabo allí.

El celador se dirigía hacia las cámaras frigoríficas del ala suroeste -aquella cuyas ventanas sin cortinas ni estores daban hacia un patio de hierba seca con dos palmeras- para llevar el cuerpo a la sala en la que se encontraban la inspectora y la Jefa de Anatomía Forense esperando con los asistentes.

El hombre se tomó su tiempo. Cogió la estructura de metal aboyada en el que minutos después depositaría a la infortunada persona que había fallecido y fue hacia el número del depósito 058. Quitó la congelada cerradura que siseó al abrirse helando el aire para dejar ver una sábana blanca tapando el cuerpo. El celador lo colocó en el carro con cuidado y puso rumbo hacia la sala que el Jefe de Celadores le había indicado, moviéndose continuamente para que aquella estructura con cuatro ruedas no se desviara y chocara contra las grises paredes del estrecho pasillo. Él sabía poco o más bien nada sobre el féretro que estaba transportando salvo lo que algunas noticias habían averiguado tras chantajear al guardia de turno cuya metedura de pata le había costado el despido. Y él no era tan iluso como para abrir la sábana y mirar debajo de esta, aunque en varias ocasiones había estado tentado en hacerlo, pero su curiosidad desparecía cada vez que alzaba la vista y veía las redondas, negras y gruesas cámaras de vigilancia con una lucecita roja parpadeando en cada esquina. Después de cruzar una docena de pasillos y de girar más de seis veces, el celador se paró enfrente de la indicada y entró sin llamar a la estancia para visualizar a un gran grupo de asistentes, gente adinerada que se quiere enterar de la exclusiva a primera mano y al otro lado, al fondo apartadas se encontraba el grupo forense con su respectiva jefa y Dalia la encargada asignada por su jefe para llevar el caso. 

El grupo forense, ya ataviado con el típico traje especial para practicar autopsias le quitan al muerto y el celador sale de la habitación insonorizada, en la cual la inspectora observa con cara neutral a los asistentes, pero por sus adentros, su piel se tensa y sus nervios gritan: quiere sacarlos a todos a patadas del edificio, una pena que no posea el poder para realizar tal cosa.

La Jefa de la Anatomía Forense, Carlota, comienza a dar un discurso dirigido hacia los asistentes o más bien, trata de advertirles de lo que van a ver y de que aquello no es un juego.

Los asistentes esperan ver a alguien famoso. A alguien por el cual su jefe se ha tomado la molestia de adelantar la necropsia cuando incluso la madre del fallecido ya avisada no había solicitado una, pero debajo de la sábana no hay ningún famoso ni una persona que ostentaba un cargo importante. Debajo de las mantas blancas hay un adolescente, uno de esos que te puedes encontrar día a día en la calle. Un turista que estuvo en el lugar erróneo en el momento incorrecto, o al menos, eso quiere creer ella.

Carlota termina su discurso y sin avisos ni contemplaciones, retira la parte superior, dejando ver la cara y cuello del difunto.

Los asistentes exclaman al verlo. Chillidos de terror, asco e angustia.

¿Cómo alguien le ha podido hacer eso a un ser humano?

Media hora después 

La cafetería estaba abarrotada cuando la inspectora del reciente caso y la jefa forense entraron empujando las puertas y se sentaron en la única mesa que quedaba, tras pedir en la barra dos cafés y un pedazo de pastel de chocolate. Mientras esperan su pedido, ambas mujeres decidieron comentar lo que había sucedido en la sala.

-¿Vistes sus caras?-preguntó Dalia.

Su acompañante bebió un sorbo de su café caliente y le dio un mordisco a el trozo de pastel que se encontraba en el centro de la mesa. Inspeccionar cadáveres siempre hacía que su apetito aumentase.

-Yo ya les avisé-dijo sin parar de engullir.

Cierto. Carlota había dado el mismo discurso que daba cuando había intrusos, como ella llamaba a los asistentes que participaban en las necropsias. Siempre sucedía lo mismo, ningún presente quería abandonar la habitación tras las advertencias por miedo de que luego le tachasen de cobarde, por lo que todos ellos habían cerrado fuertemente sus labios, apretado el estómago y el trasero para impedir la salida de gases, vómitos o heces líquidas que generalmente producían las autopsias.

Ninguna dijo nada más. Ambas sabían sin tener que comunicárselo con palabras que aquel caso era extraño, muy extraño y lo único que podían hacer era ponerse manos a la obra para encontrar al monstruo que había realizado aquello.

Iván Hayas 

¿Alguna vez habéis perdido a alguien?, ¿Alguien con quién estabais arreglando vuestra relación?, ¿Alguien quién a pesar de enfadarte a veces querías?

No había ningún motivo para que les pasase algo a la gente con la que me rodeaba, ese tipo de situaciones solo sucedía en los libros o películas, o al menos eso pensaba hasta que horas después de la fiesta coches de policía y una ambulancia entraran en el recinto. Había tanta gente quieta, sin hacer nada salvo cuchichear que no pude ver lo que estaba pasando ni encontrar a mis compañeros. Luego nos agruparon en el patio central y nos fueron llevando en pequeños grupos los coches de patrulla a unos edificios que se encontraban al lado del cuartel general. Una vez allí, nos llevaron a cada uno a una habitación, donde estuvimos encerrados durante varios horas en continua vigilancia. A la madrugada, cuando ya tenía más o menos una idea de lo que había sucedido, un policía volvió a entrar. Enseguida me di cuenta de que aquello no podía ser bueno y sus noticias no hicieron más que confirmar mi suposición: porque era mi hermano, Joel Hayas el que fue encontrado tumbado boca arriba sobre su propia sangre. No me enseñaron fotos y yo no las pedí. Ni siquiera sabía que era lo que me estaba preguntando el policía, me encontraba en estado de sock.

<<Imposible>>

Era lo que me repetía a mi mismo una y otra vez, hasta que el oficial se me quedó mirando, como si estuviese esperando una respuesta. Cuando repitió la cuestión por decima vez, logré por fin parpadear y balbucear:

-¿Eh?, ¿Po-podrías volver a repetirlo?

Me miró trasmitiendo calma y lástima en la mirada, como si hubiese hecho aquello un millón de veces y ya estuviese acostumbrado y lo repitió otra vez con firmeza en su voz.

-Necesitamos que vengas a reconocer el cuerpo.

Es una pregunta formulada como si fuese una orden, me dan a elegir, pero en realidad no tengo opción.

<<¿Pero porqué quieren que vaya a identificarlo si existen instrumentos específicos para esta clase de cosas?>>

Si, pareceré un cobarde, pero no quiero ir a verlo, no cuando he escuchado a los guardias hablar sobre su aspecto.

Le miro confundido y él parece adivinar mi pregunta no expresa en voz alta.

-El DNI se encontraba desfigurado y es parte del protocolo que usted vaya a reconocer a su familiar fallecido para asegurarnos completamente que es él.

Trago saliva fuertemente y asiento, indicando que iré aunque sea lo último que quiero hacer ahora mismo.

-¿Y podría llevar un acompañante?-digo mientras me imagino la escena: solo recorriendo los pasillos hasta las cámaras frigoríficas mientras las luces se apagan y encienden tal y como sucede en las películas de terror. Solo pensar aquello hace que me recorran escalofríos por todo el cuerpo. De hecho, ya sé a quién llevar incluso antes de realizar la pregunta. Ella nunca se negaría, porque lo ha vivido antes y de todo el mundo, es la única capaz de entender como me siento en estos instantes.

El oficial me dice que si y se marcha con los demás que le han estado esperando en la puerta, dejándome solo de nuevo rodeado de pesadillas en la oscuridad.

VIVIENDO UNA MENTIRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora