(Narrador Omnisciente)
El coche iba a demasiada velocidad.
Tan rápido que derrapó causando que las ruedas se desgastaran un poco más, pasando de negro a blanco sucio, con restos de polvo que se mantenía suspenso en el aire aquella noche. Pero, logró realizar bien la vertigosa curva desprendiendo solo algunas rocas del acantilado. La conductora no se inmutó de su casi caída y continuó, lo único que en ese momento había en su mente era una gran línea recta y en el fondo, su destino. Un destino al que cada vez quedaba menos para llegar.
Solo la quedaban unos quince minutos cuando escuchó las ruidosas sirenas tan conocidas para ella como su propio nombre de un coche patrulla.
Redujo la velocidad, a la que debería haber estado llevando todo ese tiempo, sin embargo, el daño ya estaba hecho.
Uno de los dos que se encontraban dentro del vehículo oficial comenzó a hacerla señas, pidiéndola que aparcase el coche a un lado de la carretera. Salir corriendo con el montón de chatarra y ruedas no iba a solucionar nada, por lo que, obedeció y esquinó el coche sobre la hierba.
Dos minutos después, el vehículo de patrulla blanco con la sirena ya apagada y los dibujos y escudo azules distintivos aparcó detrás del suyo y de él bajaron un hombre y una mujer, ambos de avanzada edad que tocaron a la ventanilla de cristal.
La mujer levantó la cabeza del volante, donde había estado reposando su frente y bajó la ventanilla.
-Buenas tardes señorita, tenemos que pedirla que por favor baje del vehículo.
La fémina volvió a subir la ventanilla, abrió la puerta y bajó. Todos sus adentros estaban mascullando y solo esperaba que aquello terminara pronto. Tenía un lugar en el que estar.
Mientras la mujer realizaba una revisión lacónica del coche, en el cual estaba segura que la sujeto a la que habían parado por exceso de velocidad era un traficante y guardaba drogas entre los asientos para luego venderlas, su compañero más educado y no tan desconfiado la había pedido su documentación de conducir y DNI.
El hombre abrió mucho los ojos al saber con quién estaban.
- ¿Usted es...es quién está al cargo de la investigación del chaval muerto? -preguntó para afirmar algo que ya sabía.
-Sí-dijo para ver si ya la dejaban libre de una vez.
No dio ninguna pista ni comentó nada, aunque ahora la intentaba sacar información sobre lo sucedido. La verdad era que Dalia no se dirigía persiguiendo a nadie ni ninguna pista, iba a por la respuesta de unas pruebas.
- ¿Pero qué dices? -preguntó la oficial dejando de revisar el coche, asomando su cabeza entre los dos asientos delanteros, de hecho, salió tan rápido para ver el carné que se dio un golpe en la cabeza con el techo del coche, un golpe del que luego probablemente le iba a salir un chichón grande, feo y con tonalidades rosáceas.
Sobándose la cabeza, despeinando su cabello, observó el carné y miró a la inspectora varias veces seguidas.
Sus sueños de pillar a una contrabandista traficante se hicieron añicos. Su carácter pasó a la defensiva:
-Ni te creas que por ser inspectora en este caso te vas a librar de la multa.
Dalia ignoró limpiamente la pulla y dijo:
-Bueno, pues si me dan el cheque cada uno puede marchar por su camino.
Cogió el cheque recién arrancado, puso la matrícula y la dijo el oficial de tráfico:
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VIVIENDO UNA MENTIRA
Mystery / ThrillerUn viaje planeado desde hace mucho tiempo, un grupo de cinco adolescentes dispuestos a disfrutar de sus vacaciones de verano. Cinco entran en una fiesta pero solo cuatro salen vivos. Uno ha sido asesinado salvajemente. ¿Será como afirman los jóvenes...