El hombre sin nombre

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Livia:

Hago una mueca con la boca y achico los ojos cuando noto a la fina aguja introducirse en mi piel. Al menos, la venopunción no están dolorosa como pensé que sería pero aún así, intensifico el agarre sobre el reposabrazos y observo como el delgado tubo trasparente con mi DNI grabado se llena de sangre. Mi sangre.

Han pasado menos de 24 horas desde que los coches patrulla y la ambulancia moviera el cuerpo hacia el edificio destinado para realizar autopsias, alejado de los campos de protección de sospechosos, lugar donde nos han mantenido todas esas horas sin poder comunicarnos ni entablar conversación entre nosotros. Hasta que hace aproximadamente unas tres horas nos ha comunicado un agente que empezarían a realizarnos una serie de pruebas a las que bien nos podíamos negar, quedándonos allí, sin comunicación hasta que pasaran esas 24 horas y contactaran con sus familiares y abogados o hacer la prueba y salir impunes dependiendo de los resultados de la autopsia. Nadie quería parecer culpable, así que, a ninguno de nosotros se nos pasó por la cabeza negarnos sabiendo que acarrearía más consecuencias negativas que positivas en el caso.

Y ahí me encontraba, en una habitación que habían modificado hace poco para que se pudieran realizar las pruebas.  
Estas terminaron cuando el sol subió y se quedó entre las blancas nubes de algodón alumbrando en el cielo, pudiéndose ver a los tutores llevándose a los jóvenes que habían festejado la Navidad en la mansión Nemas y estaban empadronados en Tenerife. Respecto a los que no vivían allí y a los turistas nos alojaron en varias casas bajo vigilancia. Claro que tampoco habían dejado que los empadronados se fueran así por así, o bien llevaban un rastreador en la comida o bebida que habían ingerido o en el dispositivo móvil que siempre llevaban al igual que la mayoría de la gente a todas partes.

Un día y medio, ese es el tiempo que había pasado desde el trágico suceso. Nadie se asombró cuando en las noticias dieron tras ese corto periodo de tiempo algunos de los datos sobre las lesiones del joven y aclararon en rueda de prensa el porqué todo se estaba realizando con tanta rapidez. A media tarde me preparé y salí junto al oficial de turno. Iván me había explicado esta mañana junto a otros agentes que le permitían ver a su hermano -él cual se encontraba en el Edificio de Autopsias- y cuando me había preguntado si quería ir con él, había aceptado. No era algo apetecible, como ir al cine o a tomar algo, pero era algo que tenía que hacer y mejor ir acompañado que solo. Eso lo sabía por experiencia propia.

Fue un alivio cuando me ordenaron que me quedara en la sala de espera, debido a que solo las personas que poseían un parentesco con el fallecido podían acceder a verle. No podía soportar entrar otra vez en otro cuarto de cámaras frigoríficas aunque fuera de otro lugar completamente distinto, porque sabía que todavía no lo había superado. Me quedo observando la pared y pequeñas imágenes saltan a mi mente.

<<Su cuerpo delgado y pequeño tal y como si no hubiese comido en años, su apariencia de vampiro con el inicio de los párpados de color gris azulado, su cabello antes con luz ahora opaco, sin vida>>

Iván Hayas

No dejan entrar a Liv a las cámaras frigoríficas, donde aguarda lo que los forenses dicen que es el cuerpo de mi hermano pequeño, así que se queda esperando sentada con la mirada pensativa mirando a la nada pero con los ojos fijos en la pared de la sala de espera, mientras que en la otra esquina de la estancia parpadea encendida pero sin sonido una gigantesca pantalla en cuya canal estaban echando "Pepa Pig", cosa que en otro momento si no fuera por estas circunstancias me parecería gracioso.

Mis extremidades se encuentran entumecidas como si hiciera siglos que no hago ejercicio, mis brazos tiemblan violentamente, las palmas de mis manos se encuentran cubiertas por una capa de sudor cada vez más grande y en el estómago noto un gran nido de nervios que siento que soy capaz de ponerme a vomitar en cualquier momento. Por eso, intento controlar mis nervios, trago fuertemente y procuro mantener la poca calma que me queda.

-Esto es importante-me digo a mi mismo.

<<Importante para la investigación de la que eres sospechoso idiota-me exclama mi subconsciente>>

Los guardias me siguen cuando entro detrás de Dalia, la inspectora y el celador en la sala. Este abre el depósito 058 como si estuviese abriendo la nevera de su casa, saca la plataforma dejando ver una especie de saco con cremallera. La inspectora le hace un gesto y él la saca por completo.

Ni me acerco ni lo toco. Sus labios, pies y manos están de color morado tal y como si llevase una eternidad ahí metido, manifestando los síntomas del inicio de la congelación.

<< Al menos no huele mal>>

<<Claro que no huele mal, imbécil. Lleva días metido en un congelador cual helado, ahora, céntrate Iván- me ordeno a mi mismo- y deja de pensar en chorradas>>

Y eso intento hacer. El chaval muerto desprende una sensación de humedad, frío y maldad. Sus ojos abiertos parecen observarme, como si dijeran:

-"No sabes lo que es sufrir, porque no has padecido ni la mitad de lo que yo he tenido que soportar"

Pero no haciendo referencia solo a la maldad que había sufrido, sino también al mal que él había causado, tal y como si hubiese arrasado el mundo cuando estaba vivo o como si esas hubieran sido sus intenciones.

Un o estás conmigo o contra mí.

Me obligo a dejar de mirarle a esos hipnóticos ojos castaños y me fijo en lo demás. La marca de su cara, el pecho abierto. Las nauseas que había logrado remitir vuelven y me seco las sudorosas palmas contra los pantalones de lino cortos, la ropa que me habían proporcionado los agentes esa misma mañana.

-¿Y bien?-me pregunta la inspectora.

Aparto mi vista del cuerpo y la miro. No contesto. Ella me mira insistentemente a la vez que su teléfono comienza a zumbar en su bolsillo pero Dalia no hace amago de cogerlo. Esta vez, abro la boca, pero no son palabras lo que salen de ella, sino un torrente de vómito expulsando todo lo que había desayunado esa mañana. Lo expulso todo sobre las delicadas zapatillas moradas de la inspectora hasta que ya no tengo nada más que vomitar. Entre tanto, el móvil vuelve a sonar, pero ella sigue mirándome, esperando una repuesta.

<<Si las miradas matasen, yo ya estaría enterrado cerca del núcleo terrestre >>

Mis ojos se encuentran con los de ella, siento la boca seca y un sabor asqueroso, pero la contesto:

-Ese.....-digo dirigiendo la mirada hacia el muerto- ese no es mi hermano.

El aparato suena una vez más. Esta vez, Dalia responde.

Centro Científico de Análisis: 

El embudo repleto de un líquido verdoso gotea y las minúsculas gotas de color hierva fluorescente caen encima de la probeta. En la estancia -repleta de tubos, varices y mediciones de distintos tamaños- se mueven constantemente el grupo de laboratorio, los que han recogido las muestras a los jóvenes adultos juerguistas y se disponen a analizarlas una a una, con precaución y precisión.

Analizan la sangre en busca de drogas  o cualquier sustancia alucinógena o no capaz de alterar el estado de ánimo o conciencia. Muchos de los que se encuentran ahí analizando no creen que el asesinato del joven se produjera bajo estímulos artificiales, creen que fue bajo la mano de alguien que estaba en estado lúcido.

Pero aún así, no se sorprenden cuando la máquina pita mientras un gigantesco papel de gráficos sale del aparato situado a su lado y los resultados van apareciendo boca abajo impresos en hojas en blanco. Los especialistas se agrupan entorno a quien las ha cogido y le dan la vuelta. Sus predicciones son incorrectas, pero aún así, ninguno de los que se encuentra allí se sorprende. Uno de ellos coge el teléfono y se dispone a llamar a la inspectora, porque es muy urgente. Tiene que echar un vistazo a los resultados tanto gráficos como escritos nada positivos para los juerguistas cuanto antes.


VIVIENDO UNA MENTIRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora