II. And you don't seem to understand

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II. And you don't seem to understand.

Ser un Omega, como Qui-Gon había intentado hacerle creerle, no era un milagro, ni ningún regalo de la Fuerza. Nunca lo sería, no viviendo en los tiempos en los que estaban, por mucho que la República e incluso la Orden Jedi intentaran enmendar cómo funcionaba su sociedad. Quizás la vida de los Omegas fue diferente hacía cien años atrás, pero ya no lo era. Cuando solía ser el padawan de Qui-Gon y tenía catorce años, a veces Obi-Wan solía tener pesadillas por las noches. Imágenes de él mismo encadenado, con el torso desnudo y solo unas diminutas telas cubriendo su entrepierna y sus nalgas. Era vendido por un alto precio, como cualquier esclavo.

Él era incapaz de defenderse, ni siquiera podía recurrir a la Fuerza para luchar. La cobija que solía ser la Fuerza no lo arrullaba en esas alucinaciones como si lo hubiera abandonado. En cambio, los únicos sonidos que existían era el barullo de un grupo de extraños que jugueteaban con él. En medio de una habitación oscura, alguien jalaba de sus cadenas, hasta precipitarlo por el suelo. Su rostro impactaba contra las frías y duras baldosas, y entonces su campo de visión se veía obnubilado por unas piernas que conocía. ¿Qué harás, Kenobi?", decía la voz de un padawan, un Alfa que solía amedrentarlo únicamente porque Obi-Wan había demostrado ser más talentoso que él. ¿Volverás a humillarme frente a los demás? ¡Mírate! Este es el verdadero tú. Así es como deberías estar, desnudo y arrodillado como cualquier Omega. Como una puta.

Entonces se despertaba de sopetón, el pecho subiéndole una y otra vez agitadamente, su piel completamente húmeda por su sudor. A veces Qui-Gon golpeaba su puerta, alegando que su aroma lo había despertado. El Alfa, pese a todo, nunca atravesaba la privacidad de su habitación. Es por tu bien, mi inocente padawan. Soy totalmente capaz de controlar mis instintos, pero aún así, sigo siendo un Alfa. Libera tus emociones a la Fuerza, respira profundo. Ella nunca te dejará solo.

Las palabras de Qui-Gon no le traían consuelo, por muy sabias y metafóricas que fueran. En esos tiempos Obi-Wan solía tener muchos más problemas para dominarse a sí mismo, de los que hubiera tenido jamás. Solía esforzarse por sobre el resto de padawans para no quedarse atrás. Si no era por orgullo, aunque no fuera correcto porque los Jedi no deberían sentir esa clase de emociones, entonces era por integridad. Ningún padawan de su generación lo respetaba. El único que lo hizo, extrañamente un Alfa, fue Quinlan Vos.

Mientras Obi-Wan paseaba por los concurridos pasillos, personas susurraban a sus espaldas, con toda clase de obscenidades puesto que ya eran adolescentes. Obi-Wan los ignoró hasta que uno de ellos lo obligó a detenerse ¡Hey, Omega!, esa sola palabra lo hizo paralizarse. Sus ojos se abrieron de par en par, como si estuviesen a punto de salírseles de sus cuencas. ¡Detente ahora mismo y arrodíllate!.

Obi-Wan sintió una inmensa y desagradable sensación recorrerle los músculos. Sumisión. Era un Alfa, uno que lo estaba obligando con aquel tono de voz.

Grab your wrist | AnaobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora