XXIII. The water's getting colder, let me in your ocean, swim.

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XXIII. The water's getting colder, let me in your ocean, swim.


Esa noche todo lo que hicieron fue dormir. Y, lastimosamente, ambos pudieron conciliar el sueño. Anakin rodeó su cuerpo con sus brazos, abrazándolo por la espalda. Su rostro descansó sobre la curvatura de su cuello, justo donde se encontraban sus glándulas Omegas. Durmieron de la misma manera en que lo habían hecho durante años, cuando Anakin era solo un cachorro que buscaba el calor y consuelo de quién podría sustituir a su madre. Cuando Obi-Wan era un joven de veinticinco años que había perdido a su Maestro y de pronto lo era de otro.

A veces, antes de dormir, solía preguntarse si fue su culpa haber corrompido a Anakin. Si su extremo recelo con el pequeño fue el primer error que cometió de la larga lista que le siguieron. Si haber actuado de otra forma hubiera dado como resultado a un Anakin diferente al que lo sostenía con dedos egoístas pero protectores. Si haberle negado la comprensión, la compasión que por aquel entonces el pequeño necesitaba, fue su pecado.

Pero en aquel momento, lo sabía muy bien, Obi-Wan no había encontrado otra manera de ser un Maestro. Nunca hubo un manual el cual podía seguir o reglas que memorizar, como sí existían en el Código Jedi. Obi-Wan no supo por dónde pisar ni a donde mirar. El camino de la enseñanza era como un laberinto oscuro, lleno de trampas y agujeros. Qui-Gon Jinn murió con la promesa de entrenar a Anakin Skywalker. Qui-Gonn Jinn murió dejándole con el peso de enseñarle al Elegido de la Fuerza como ser un Jedi.

Y Obi-Wan había fallado estrepitosamente.

Cuando acogió a Anakin bajo su tutela no era solamente él el aprendiz, sino que también Obi-Wan. Estaba aprendiendo a ser Maestro, y en cierto modo, era como volver a aprender a ser un Jedi. En el papel, ante el Templo, él era el Maestro, pero en la realidad y en la práctica, solo era Obi-Wan Kenobi, el Omega, el hombre que cuidaba de Anakin. Aquella brecha parecía infinita, casi imposible de cerrar. Siempre había sentido que había una distancia considerable entre él y su título de Maestro impuesto únicamente por la muerte de Qui-Gon. Fue un efecto en cadena, lleno de eventos desafortunados que comenzaron con la muerte de su Maestro.

Con eso, Anakin habría quedado a la deriva, y si no hubiera sido por Obi-Wan al querer seguir con la última voluntad, el último deseo del Alfa que lo entrenó, Anakin ni siquiera podría haber entrado a la Orden Jedi.

El Maestro Yoda había aprobado aquello con reticencia, confiando en Obi-Wan y en el deseo de quién había traído al niño en primer lugar. Obi-Wan que no solo le había fallado a su antiguo Maestro, sino que igual al mítico Maestro Yoda, la representación máxima de toda la Orden Jedi. Con la marca de Anakin oculta en su cuello parecía que Obi-Wan se burlara a escondidas de todos quiénes formaban parte de la Orden, pero por sobre todo de quién siempre lo había visto a él más como Jedi que como Omega.

Grab your wrist | AnaobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora