XXVIII. What do we wander from and only notice it now?

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XXVIII. What do we wander from and only notice it now?


Era cuestión de tiempo antes de que el resto del día lo arrastrara hacia sus quehaceres en el Templo Jedi. A pesar de que Obi-Wan había aprendido a adaptarse a su entorno en cualquiera de las circunstancias en que las se hubiera encontrado, el zumbido inequívoco de la ausencia de Anakin lo perseguía a cada hora que pasaba, mientras circulaba entre los largos pasillos. Era extraño volver a encontrarse solo, más aún sin Ahsoka, siendo que apenas habían transcurrido casi tres semanas desde que Anakin había regresado al Templo, luego de que desapareció durante siete meses en el hiperespacio. Aquel habría sido tiempo suficiente para que su llegada desestabilizara la solitaria rutina que había adoptado Obi-Wan.

Pero no lo fue. En comparación a los siete meses de ausencia, los diez años criando y educando a Anakin, pesaban más que cualquier otro instante de sus vidas. Siete meses no eran nada en comparación a una década compartiendo las mismas habitaciones, sanando las mismas heridas, durmiendo en la misma cama, con un cachorro creciendo, acurrucado contra su pecho, contra su espalda o su cuello. Y, sin embargo, también era contradictorio el lapso de los meses separados: la lejanía había transformado a Anakin al igual que a él, y el peso de aquello recaía en ambos como si fueran piedras, convirtiéndolos en dos desconocidos conviviendo por primera vez en un mismo lugar.

La ambivalencia de la situación en la que estaban inmersos era exhaustiva.

Era el conjunto de malas decisiones, de lo correcto abrazándose a lo incorrecto, convergiendo y entremezclándose a la vez que se repelían. La magnitud de las recriminaciones pinchando como agujas, peor aún con aquello que ninguno de los dos se decía en los silencios matutinos de las últimas semanas. ¿Por qué se habían alejado y solo lo notaban ahora? En ese punto Obi-Wan no sabía discernir si su relación comenzaba a erigirse con dudosa facilidad, o, rotundamente, estaban revolcándose en las cenizas que dejaron los escombros de su antigua relación.

Obi-Wan podría esperar, muy en el fondo y a su propio pesar, podría esperar durante años a reconstruir lo que se había extinguido. Apilar cada una de las piezas con delicadeza, volver a darle una forma. Quizás en algún momento volverían a tener la dinámica familiar, ceremoniosa, de lo que se concebía como Maestro-Aprendiz, incluso si Anakin ya no fuese su padawan. Obi-Wan era un hombre paciente y perseverante, características que había arraigado dentro de sí luego de la adolescencia, y también era un hombre que tenía límites en cuanto a paciencia se refería. Hasta ese momento, la vacilación de sus expectativas en Anakin se aferraban a su conducta dominante, obsesiva, tan intensa que llegaba a ser abrasadora. Pero también estaba aquello a lo que Obi-Wan no se atrevía si quiera a pronunciar, algo que provenía de él y que había ignorado deliberadamente.

La voz de su consciencia aleteaba cada noche antes de que pudiera conciliar el sueño. La idea zumbaba dentro de su cabeza: pronto romperemos el vínculo, convenciéndolo de que aún no se hilaba el momento apropiado, perfecto, para hacerlo. Obi-Wan había estado aplazando lo inevitable. Las excusas burlaban su mente, oscilando entre los: voy a romper el vínculo cuando esté todo más tranquilo, hasta: primero debo investigar sobre el ritual de ruptura antes de cualquier cosa. Pero cada día encontraba algo por lo cual mantenerse ocupado, lejos de aquel rincón de los Archivos en dónde sabía que podría encontrar algo de información al respecto.

Grab your wrist | AnaobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora