Epílogo

2K 76 24
                                    

•|25 de diciembre de 2034, España|•

Lando

Cuando me despierto, Irene duerme sobre mí, con su cabeza en mi pecho y nuestras piernas enredadas. Las sábanas están hechas un desastre y nosotros sólo llevamos ropa interior. Me intento mover pero ella se aferra a mí con más fuerza y yo me río bajito. Nunca cambiará, lo tengo asumido desde hace muchos años.

- Princesa, vamos - susurro acariciando su cabello largo y castaño.

- Pero Flash... - intenta replicar pero no acaba la frase. - Vale - bufa finalmente, abriendo sus hermosos ojos grises, siempre tan hipnotizantes y absolutamente preciosos.

- Esta noche no he escuchado a Milo - comento acariciando su espalda.

- Últimamente no está ladrando. Ya te dije que se le pasaría - murmura levantándose de la cama y caminando hacia el baño, entrando y dejándome sólo.

Al rato sale de este vestida con un pijama de lana y regresa a la cama conmigo. Definitivamente ninguno quiere levantarse hoy, pero debemos hacerlo. La vida es difícil cuando te conviertes en un adulto con responsabilidades... Sobretodo si esas responsabilidades incluyen niños.

- ¿Cuánto tiempo crees que tarden? - Pregunto con diversión.

Ella rueda los ojos, suspira y hunde la cara en la almohada.

- Dales cinco min... - nuestra puerta siendo golpeada la interrumpe y yo me río - olvídalo.

- Adelante - digo sonriendo por la actitud de mi mujer.

Una cabellera rizada entra por la puerta como una bala y sube de un salto al cama, para luego dar botes en ella enérgicamente.

- ¡Es Navidad! - Anuncia alegremente.

- Menos mal que lo has dicho porque sino, no me entero - dice Irene con ironía. - Cielo, ¿no podías dormir un poco más? - Inquiere con cansancio.

Nuestra pequeña niña da un salto más y se deja caer sentada en la cama, cruzando las piernas y mirando a su madre con el ceño fruncido.

- ¿Y los regalos? - Pregunta clavando sus ojos verdes en mí y luego de regreso a su madre.

- No se van a mover del sitio, campeona - le digo riendo.

- Da igual, quiero estar con mis papis - decide acostándose entre nosotros dos y abrazándose a mí. - Papi, te vas a resfriar si vas sin camiseta - me riñe la pequeñaja. Yo la abrazo y me río.

- La culpa es de tu madre - respondo besando su cabecita.

- Mamá es mala - la regaña ella.

- En esta casa todos estáis contra mí - se queja Irene.

Vuelvo a reírme y no puedo evitar morir de ternura cuando mi niña besa mi mejilla y me dice con su adorable voz que me quiere. No hay nada en este mundo que me haga más feliz que poder estar con mis dos mujeres preferidas. Aún recuerdo lo difícil que fue el primer embarazo de Irene y lo complicadas que fueron las cosas después de que por fin naciera Nikki. Irene lo pasó mal, pero ahora podemos disfrutar de nuestra pequeña. Físicamente como yo, pero de carácter fuerte como su madre. Ya sé lo que estás pensando. Y sí, es una pesadilla. Aunque en realidad el tiempos pasa muy rápido. Tiene 10 años pero parece que fue ayer cuando la sostuve en brazos la primer vez.

- Mami, papi - llama una voz dulce desde la puerta.

Levanto la cabeza y veo al pequeño Lucas en el umbral de esta, mirándonos con apuro.

- Buenos días, campeón - lo saludo sonriendo. - ¿Quieres venir? - Le pregunto imaginando qué es lo que quiere.

Él sonríe y asiente enérgicamente con la cabeza, para luego venir lo más rápido que le permiten sus piernitas hacia nosotros. Lo ayudo a subirse a la cama y no sé cómo nos las apañamos para caber los cuatro.

¡Buenos Días, Princesa! #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora