Diecisiete.

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- ¿Quieres bailar?-. me dijo después de terminar de comer-.

- Claro que sí.

Él se paró primero de su asiento. Sus ojos azules estaban rojos. Me extendió su mano tiritona, se la tendí.

Me paré de la mesa que prontamente estaría ocupada por nuestro descuido.

La banda tocaba una música rápida, la voz de la mujer se fundía con la del hombre.

Puso sus manos en mi cintura. Yo puse las mías en sus hombros.

A pesar de que la música fuese enérgica, no bailamos tan rápido.

Nos miramos a los ojos como si aún tuviésemos diecisiete años y fuésemos en la escuela. Quizá habíamos desperdiciado el tiempo, quizá ahora estábamos viejos.

La gente nos veía y se sonrojaba. Parecíamos enamorados.

- No sabes cuanto daría por retroceder el tiempo-. me dijo-.

Yo pensaba exactamente igual.

- No se puede...

- ¿No?

- Lamentablemente no.

- Siento que el tiempo no ha pasado, Jade.

- Ya han pasado muchos meses...

- No me importa.

Me fulminó con la mirada, y lentamente se fue acercando a mí. Sentía su aliento cerca.

- ¿Por qué no me dejaste besarte?

Alejé mi rostro de él.

- Porque no quiero volver a sufrir

- ¿Sufrir?

- Sí.

- ¿Te hice sufrir?

Guardé silencio. Eso lo decía todo.

Me miró con brillo en sus ojos, y se desvió, pensando.

- Siento haber sido un tonto

- No lo has sido

- ¿Entonces qué he sido? Necesito que me lo digas... era un tonto, no hay otra explicación

- No fuiste un tonto. Sólo fuiste incapaz de verme

- Lamento eso... yo

- No importa-. le interrumpí-.

- Ahora que ha pasado el tiempo lo puedo notar. Ya no quiero acostarme con la chica que tiene más tetas o besuquearme con la mayor cantidad de mujeres en un día. 

- No recuerdes eso, por favor

- Lo recuerdo-. apretó levemente mi cintura-. Ese tiempo que perdí haciendo tonterías, lo desperdicié

- Éramos jóvenes... de eso trataba la escuela

- No! !No es cierto!-. se molestó un poco-. no sabes cuanto me arrepiento, Jade. Cuando me dijiste... cuando me dijiste que me querías... yo, no supe que decir. No supe como reaccionar

- Por favor-. le rogué-.

- No... yo, no sabía que sentir, no sabía que decir. Pero cuando te marchaste, allí pude pensar bien

- ¿Qué pensaste?

- Que estaba enamorado de ti. Siempre lo estuve. Quizá no esa sensación de desearte para acostarme contigo. Tú eras mi compañera. Eras mi amiga, eras la única mujer con quién conversaba. Te quería. 

Mis piernas tiritaban con sus palabras.Me molestaba un poco su cursileria, quizá era el alcohol.

- Y cuando te fuiste-. prosiguió-. me sentí tan mal, tan culpable. Te escribí. !Maldita sea te escribí!

Cuando dijo eso, me di cuenta de que hace un rato habíamos dejado de bailar, y él sólo se limitaba a tomar mi cintura y apretarla mientras decía cosas fuertes.

- yo creí que tú no me querías

- Sí te quería-. aquello se me escapó de los labios-.

- Perdóname. No puedo decir nada más además de eso

- Yo...

- Perdóname.

Me zafé de su agarre y me dirigí hacía las afueras del lugar, atravesando a toda la gente.

Quise llorar, pero fui más fuerte de lo que creí. Entonces siento sus pasos acercarme, pero él no habla. Sólo veo su alta sombra en el suelo.

Me voltea, yo no levanto en ningún momento mi mirada.

Él me abraza.

Yo me dejo abrazar.

Quizá esto es el destino. Quizá el tiempo no corre sobre nosotros. Quizá debo perdonarlo, quizá debería volver a intentarlo.

Sus brazos tibios me abrazaban. Mi cabeza sobre su hombro.

Sus ojos azules llorosos me ruegan un perdón, el cual desde que me había marchado no había sido capaz de dar.

Pero ahora sí.

Ahora iba a perdonarlo.

- Estás perdonado-. le susurré en el oído-.

Él suspiró. Y me apretó más.

- ¿Lo estoy?

- Así es- esbocé una sonrisa que él respondió-.

Me soltó, y luego me miró para luego sonreír como un idiota.

- ¿Qué quieres hacer ahora, señorita perdonadora?

- Primero pagar la cuenta... luego ir a casa

- Como la hermosa chica quiera.

Edu entró a pagar, mientras yo lo esperé afuera.

El humo de cigarrillo llegó hasta mis narices. El humo viene desde un árbol. Hay una silueta de un hombre bajo el.

No se puede ver quién es.

El hombre bota el cigarrillo y lo pisa.

Trato de distinguir quién es, pero no puedo.

Edu llega con su casco adicional.

- ¿Vamos?

- bueno.

Lo sigo hasta donde estaba estacionada su moto. Él se sube, y luego yo. Ahora me da mucho más gusto abrazarlo. Mi cabeza con casco en su espalda, el frío viento de la noche sobre nosotros.

Él de vez en cuando sonríe, como disfrutando que lo abrace.

Se detiene fuera de la casa. Se saca su casco, yo también, y se lo devuelvo.

- Adiós-. me dice-.

Entonces se acerca a mí para besarme. Pero lo detengo, aunque no sé bien porque.

- ¿Crees que soy como las chicas de la escuela?

- Sé que no eres así.

- Entonces debes saber que no te voy a besar aún.

Sonrió. Quizá, deleitándose con mis palabras.

- ¿Quieres que volvamos a salir un día de estos?

- Sería un placer

- ¿Qué tal mañana?

- No puedo. Tengo que estudiar junto a mi tutor-. mi mente recordó a Leonardo-.

- ¿Y otro día?

- Por su puesto que sí.

Se puso el casco luego de guiñarme el ojo. Y emprendió camino a su casa con su nueva y cara motoneta.




Etérea ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora