Diecinueve.

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Dio un portazo de la puerta principal, que hizo que una de las meseras lo mirara de lejos con el ceño fruncido.

Me paré rápidamente de mi asiento para seguirle.

Estaba parado al lado de su auto, respirando hondo, mirando el cielo y a veces también el suelo.

Me paré tras él , y con mi mano toqué su hombro.

En un movimiento rápido y sopresivo, se volteó, y me acercó a él tomándome de la cintura.

Sus labios estaban cerca de los míos. Sentía su aliento casi.

Sus ojos grandes me observaban con un fuego frenético en el interior.

Sus grandes manos parecían ser el diámetro de mi cintura.

Apenas le llegaba al pecho.

¡¿Qué mierda estaba ocurriendo?!

- Me preguntas ¿Por qué?... Porque me gustas. Me gustas.-.confesó-.

Quedé petrificada, ya casi sentía derretirme en sus brazos en aquel instante.

- No quiero que nadie te abrace. Sólo yo-. dijo como si fuese de su pertenencia-.

No sabía que decir, como reaccionar. Tan sólo yo, me quería ir a casa.

- Sé que está mal-. prosiguió-. Sé que eres hija de Lucas, sé que eres menor que yo. También sé que tengo esposa, pero... me gustas.

Con su puño apretado acarició mi rostro, y recorrió con sus ojos mi rostro sorprendido y asustado.

- ¿Es correspondido?-. me preguntó con una voz suave que desconocí-.

Yo me quedé aún peor de lo que estaba. Lo único que sabía con certeza, es que me moría por besarlo en ese instante.

Pero no lo hice.

En ese momento Edu no existía, y tampoco mis padres ni su esposa.

- Quiero irme a casa-. le dije-.

Entonces él me soltó de la cintura, y se dirigió a abrir su auto para dejarme en casa.

Y cuando dejó de tomarme la cintura, sentí un vacio extraño y doloroso.

Subí al auto junto a él, y el viaje fue en completo silencio.

(...)

Recorrí la pieza caminando en todas direcciones.

Mi cuerpo sentía no ser parte del mundo real.

Recordaba a Leo estando cerca de mí. Era una sensación extraña. Jamás había sentido algo así con Edu o con nadie.

Sus manos grandes tocándome. Sus ojos amarillos mirándome. Sus labios casi besándome.

Pero luego pensaba en Ana. Luego pensaba en mi padre.

¿Qué diablos iban a pensar si es que algo pudiese llegar a ocurrir?

Sentí un grito desde abajo. Era papá. Bajé corriendo las escaleras.

- Hola-. le dije mientras me sentaba al lado de él en el sillón-.

- ¿Todo bien?

- Sí.

- Yo y tu madre saldremos esta noche. ¿no te molesta?

- Claro que no... incluso yo debo estudiar

Mamá se apareció por la puerta de la cocina vestida muy guapa.

- ¿A dónde van a ir?

- Iremos a cenar-. dijo mamá y le sonrió a papá-.

- Nos iremos ahora...

- Está bien.

Mamá se despidió con un beso en la cara, y papá con un abrazo. Los vi desaparecer por la puerta y subirse al auto. Lo pasarían muy bien esta noche.

Por mi parte, subí las escaleras para poder entrar a mi cuarto y estudiar un poco. Estudié sobre mi escritorio.

- ¿Jade?-. decía una voz grave que irrumpía el ambiente-. ¿Jade?

Miré en todas direcciones para poder saber el origen del sonido.

Unas manos tocaron mis hombros y un escalofrío recorrió mi espalda.

- Aquí estas

Lo único que pude distinguir con claridad eran sus ojos, amarillos y grandes.

- Te he estado buscando... ¿Por qué arrancas de mí?

Con su mano, tocó mi espalda, haciendo trazos invisibles y círculos como jeroglíficos extraños e indescifrables.

Su mirada transmitía un fulgor parecido al del sol. En aquel lugar, reinaban los colores tenues y de poca vida, aunque lo único que tenía un color propio y vistoso eran el amarillo de sus ojos.

Con una mano me tomó de la cintura, con la otra, sostuvo mi rostro. Acarició con sus dedos doblados mis pómulos ardientes. Luego acarició mis labios, pidiendo a gritos, con una voracidad increíble ser besados por el hombre allí presente.

- ¿Quieres que te bese?-. dice comprendiéndome y burlándose a la vez-.

- S- Sí-. digo arrastrando las palabras-.

- Tus deseos son órdenes, Jade-. cuando dice su nombre, me pareció un gemido-.

Apretándome más fuerte la cintura, acercó su rostro al mío. Sus labios suaves y apetecibles se juntaron con los míos.

Me besó como nunca nadie lo hacía.

Su lengua comenzó a adentrarse dentro de mí boca, recorriendo partes inhóspitas y desconocidas por cualquier hombre antes.

Tomó mi pantorilla luego de sentarme en el escritorio.

Prontos mis piernas rodearon sus caderas, y sus labios no planeaban despegarse de los míos.

Entre mis piernas sentía un calor desesperante por tenerlo.

Él pareció notarlo por mi respiración agitada.

- ¿Qué es lo que quieres?-. me dijo-.

- Te quiero a tí.

- ¿Qué es lo que quieres de mí?

- Quiero que me hagas tuya....


Despierto cuando mamá entra a mi pieza y da un portazo.

- !Hija! ¿Qué haces durmiendo allí? Acuéstate en tú cama... puedes estudiar otro día...

Miré mi habitación atónita.

¿Qué mierda me había hecho Leonardo Sabatini?


Etérea ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora