Dieciocho.

1.5K 83 0
                                    

"Las cosas hermosas suelen estar delante de nuestros ojos.

Las cosas complicadas no. 

Sin embargo nos encargamos de buscarlas sin darnos cuenta de que lo complicado no es hermoso, y que lo hermoso jamás es complicado"


Camino por los pasillos de la universidad. No me fijo en la gente que camina a mi lado, tampoco en que voy a ver a Leo.

Mi mente se ha mantenido ocupada en pensar exclusivamente en Edu.

Al entrar a la oficina, me topo con Leonardo concentrado escribiendo sobre un papel.

Toco la puerta y él levanta su mirada.

- Pasa-. me dice-.

Abro la puerta. Y dejo mi mochila al lado de la silla.

- Buenas tardes, señor Leonardo-. le extiendo la mano y el hace una mueca-.

- ¿Es en serio?

- claro que sí

- ¿A qué se debe esto?

- Quiero que nos tratemos con debido respeto, sin sobrepasarlo-. recalqué esa parte-.

- Para comenzar con este "respeto" primero debes asegurarte en ser puntual. Has llegado diez minutos tarde

Me tendió la mano y me invitó a tomar asiento.

- Tenemos mucho que hacer.

- ¿Hacer qué?

- Tu maestra me ha dicho que para que subas tu calificación y no seas reprobada en su asignatura, deberás hacer un trabajo de producción escrita mezclando elementos de todos los autores que aparecían en tú examen

- ¿Usted me va a ayudar?

- Para eso estoy.

(...)


Cuando fueron las siete de la tarde, Leo decidió ponerle punto final.

- Ya ha sido mucho por hoy... otro día avanzaremos.

- ok-. yo estaba de acuerdo-.

Tomé mis cosas, mientras él guardaba las cosas en su maletín.

- Hasta luego señor Sabatini-. le extendí la mano-.

- Ni creas, tú padre me dijo que te llevara a casa.

-!¿Mi padre?!

- Así es, le he contado que te hago tutoría

!Maldita sea!-. me dije-.

Luego de que guardara sus cosas, y tomara su bolsa, salimos del lugar. No dije palabra, y él tampoco.

De cierta forma, lo notaba diferente a otros días. Ahora se mostraba frío, su estado de ánimo era neutral. Ni siquiera me hablo mientras caminábamos a su auto.

Me abrió la puerta de este, y entré acomodando mi mochila y sintiéndome extraña.

Luego se subió él. Puso las llaves de su auto, y encendió el motor.

Su coche era un Chevrolet Suburban.

- ¿Qué te sucede?-. se me salió de la boca-.

- Nada

- ¿De verdad?.-continué yo-.

- Nada me sucede

- Estás diferente

Él guardó silencio para concentrarse mejor en el camino.

Cuando noté que no estaba siguiendo la ruta habitual, me asusté.

- ¿A dónde vamos?

Él se mantiene callado. Mis piernas flaquean y me siento frágil, aunque sé que el no va a hacerme daño.

Llegamos a un local donde vendían café y pequeñas cosas para comer.

- Bájate... comeremos algo

Asiento, y me bajo del auto dejando mi mochila.

Nos instalamos en una mesa. La mesera llegó, él pidió un vienés y yo un moka.

Me concentré en ver la mesa, que tenía escrito muchas tonterías, como insultos a gente que no conocía.

- Jade-. me dijo-.

No respondí ni lo miré. Sólo me concentré en la mesa. Me daba miedo mirarlo a los ojos, me daba miedo él. Era muy intimidante.

-!Jade!-. exclamó-.

- ¿qué?

- Mírame cuando hablo contigo.

Subí mi mirada, y le observé a sus ojos amarillos. Mi espalda sufrió un escalofrío cuando lo miré.

- ¿Por qué me evitas?

- No te evito

- Lo haces.

No le hice caso y volví a mirar la mesa. Entonces la mesera llegó con los cafés. Y leo enseguida pagó.

- ¿Es qué te gusto?-.dijo burlandose-. ¿Te gusta el amigo de tú padre?

- !Claro que no!

- ¿Entonces?

- Te dije que no te evito.

- Me evitas porque te gusto. Porque tus labios se mueren por besarme en este momento, porque cierras tus piernas cuando estás cerca mío ¡porque te pones nerviosa cuando me acerco a ti!

-!Cállate!

- ¿Ahora me dices "Cállate"? ¿Qué paso con el debido respeto de decirme señor Sabatini?

- Debería haberme ido sola a casa-. dije y bebí un sorbo de moka-.

- ¿Para qué? ¿Para que tu amiguito en moto te lleve?

Guardé silencio. ¿Cómo sabía de Edu?

- ¿Qué sabes tú de mis amigos?

- Te ví anoche con él, Jade. Vi la escenita del abrazo.

- ¿Tú eras...

- Yo era el de debajo del árbol. Era el del cigarrillo-.sentí su satisfacción al sentirse de encubierto-.

Callé. Me sentía espiada.

- ¿Me estabas espiando?

- ¿Acaso no puedo ir a un club nocturno por voluntad propia?

Guardé silencio. Tenía razón.

- ¿Es él tú novio?-.me interrogó-.

- Eso no debiera interesarte

- Me interesa.

- ¿Y por qué?

Él se quedó callado. Y se paró de su silla para salir del local.

- Toma luego tú café, que nos vamos

No entendía nada de lo que él hacía. ¡De verdad!




Etérea ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora