1 día para el cumpleaños de Horacio.
Lidia está preocupada. Muy preocupada. Es hipocondriaca aunque también sea una mujer sosegada y contemplativa. El turno laboral matutino la absorbió tanto que no le dio tiempo a emparanoiarse hasta barreras insospechadas, pero lleva revuelta desde que se levantó. Concretamente, desde que despertó y Horacio no ocupaba el otro lado de la cama.
No vino a dormir anoche. Sólo le puso varios mensajes, más enigmáticos que reveladores, y no apareció.
"Si, mañana te explico eso. tu descansa ahora y no te preocupes mas hasta que hablemos, vale?"
"No voy a pasar por casa esta noche, pero a primera hora de la mañana estoy alli. vete a trabajar tranquila, llego para llevar a celia"
Los mensajes, en parte, calmaron sus nervios cuando la ciudad madrugó con ella. Horacio siempre le radia confianza y seguridad, es un bonus inherente a amarlo y no podría ser distinto ahora.
No es tonta ni ingenua. Lo que sucede es que Lidia no tiene motivos para desconfiar. Nunca los ha tenido. La relación de Horacio con las mentiras es escabrosa, de ahí su transparencia con las personas que ama. Nunca, jamás, se ha ahorrado un secreto con ella. Por eso, y por mucho más, Lidia no puede ni imaginarse la magnitud de la historia reflejada en ese mero dibujo. Sería más creíble pensar que Celia tuvo una pesadilla y canalizó la enseñanza extraída (que los padres se pueden separar) por medio del grafito y del papel. No sería la primera vez.
Por eso, Lidia sólo hace ejercicios propios del mindfulness y se desestresa, no cayendo en las telarañas de la anticipación. En esos minutos de cuidado personal, la puerta de la salita se abre.
Lidia se da la vuelta y la figura de Francisco se materializa frente a ella, recién cambiado con la indumentaria de enfermero. Entra al turno ahora.
Cuando un Francisco visiblemente cansado se dispone a dejar su mochila de cambio en la taquilla que le corresponde, la periferia de su visión detecta a otro individuo. Destripa la incógnita cuando iza la mirada: Lidia.
—Hombre...— saluda Francisco a su amiga de toda la vida, esbozando una sonrisa para ella.— ¿Cómo estás, guapísima?
Se acerca a Lidia y le toca la espalda con cariño, masajeándola de arriba abajo al tiempo que introduce la mochila en su taquilla. Lidia sólo vino aquí para dejar la chaqueta que llevó en la mañana. Ya no hace tanto frío.
—Hola.— corresponde Lidia, dejándose acariciar. Sin embargo, no responde a la pregunta de Fran.
Quien, por cierto, se voltea hacia ella en menos de un segundo, arqueando una ceja inquisitiva ante el tono de su voz. Muchos años siendo amigos.
—Uy.— Fran hace un barrido visual por el perfil de Lidia, escaneando su gesto neutro. Se la ve concentrada y distraída al mismo tiempo, si eso tiene sentido. Probablemente sí, porque eso significa que su cuerpo funciona en automático mientras su mente vuela por varios pensamientos— Ese tono de voz me lo conozco yo... ¿Ha pasado algo?
Lidia frena y suspira, cerrando la puerta de su taquilla.
—Horacio... está raro. Le pasa algo, pero no... no sé el qué. Creo que es conmigo.— le relata, usándolo de confidente. A fin de cuentas, llevan siendo amigos desde los dieciocho años.— Ayer no vino a dormir a casa y... estas semanas ha estado más... como ido. Pensaba que era por el cansancio o vete tú a saber,... pero no. ¿Sabes algo?
Los ojos avellana de Lidia enfocan los azulados de Francisco, quien titubea, vacilando en su respuesta.
—Ehh... Bueno. Ayer... casi me rompe la cara, pero eso es más secundario a lo que tú me cuentas, creo yo.— musita, como si mascase sus palabras para no decirlas muy alto. No le gusta hablar de sus andaduras con Lidia ni Samantha. Sólo Jacob lo sabe, por ser mejores amigos, y en más de una ocasión le ha advertido que le saldrá muy caro comportarse así.
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Somebody Else - [Volkacio]
FanfictionTodos tenemos que creer que somos decentes. Buenas personas, seres de bien. Sin embargo, ¿cómo te dices a ti mismo que eres decente, después de todo lo que has hecho? • O donde Volkov y Horacio se vuelven...