Siete meses más tarde.
Desde Vancouver hasta Los Santos.
El vuelo había despegado relativamente tarde, así que Nikolai tuvo tiempo para llamar a Volkov a una hora no demasiado intempestiva y salir a tomar algo como recibimiento. Un café, aunque fuese. Han sido demasiados meses sin ver a su cuñado de toda la vida y, ahora que ha regresado durante unas cortas semanas, quiere remediar esa ausencia. Ponerse al día vía física, no a través de unos mensajes diarios pero insípidos. No es lo mismo hablar con Volkov en persona que hacerlo por teléfono.
Nikolai lleva conociendo a Volkov durante varias décadas –infinitos años– como para no saber que el ex-comisario se reserva las noticias más relevantes o explosivas para los días con un café (o vodka) compartido. Discreto, desconfiado y un hombre de pocas palabras que las estira para insinuar algo entre frases aparentemente vacías. Así es. Así siempre ha sido. Pero, precisamente porque Volkov es su cuñado de toda la vida, Nikolai también sabe que, detrás de todo eso, hay un hombre familiar, protector y de buen corazón. Volkov no es sólo un trauma encarnado, y era cuestión de tiempo que tanto hielo, por pura ciencia infusa, se acabase derritiendo al exponerse a tanto fuego. A tanto Horacio.
Y es bonito comprobar que no iba tan desencaminado cuando sus ojos recaen en el dedo anular derecho de Volkov y observa un anillo de pedida rodeándolo. Fino y elegante pero sencillo y nada cantoso, como el mismo Volkov. «Así que esta era la noticia...», se concede pensar, reconociendo que Horacio ha dado en el clavo con los gustos de su inminente marido.
—¿Entonces te vas a casar?— pregunta Nikolai con su café a ras de labios, soplando las caracolas de humo para atemperar el contenido. Es un café con leche recién hecho, como el mismo café solo (con tres terroncitos de azúcar) de Volkov. Hasta la bebida lo define bien. Un café solo, ejemplificando una esencia concentrada y no apta para todos, pero añadiéndole un endulzante tan marcado como tres terroncitos de azúcar, dejando patente que, a pesar de esa rigidez y amargura, hay mucho dulce entremezclado. Mucho buen corazón entremezclado.
—Aún no sabemos la fecha con exactitud, pero... eso es. Me voy a casar, Nikolai.— responde Volkov con una tranquilidad que Nikolai lleva sin ver en él muchos años.
Ese tono de voz –tan suave, tan satisfecho y tan realizado– empleado por Volkov consigue que Nikolai se emocione momentáneamente. A pesar de que nunca se llegó a casar con Aleksandra, la vida se la arrebató antes, conoce el sentimiento. Esa paz interna y orgullo, casi por uno mismo, al saber que se está a las puertas de compartir los días que resten con una persona amada. Nunca pensó que vería a Volkov así; que llegaría un día en el que volvería a lidiar con ese Volkov que murió con Aleksandra. Es como si hubiese renacido. Como si tuviese lo mejor de su pasado (un Volkov más cariñoso y abierto sentimentalmente, como aquel que le decía "te quiero"s constantes a Aleksandra) mezclado con lo mejor de su presente (un progreso personal notorio, que le ha desencajado los traumas calcificados en forma de espinitas). Es la imagen más bella que Nikolai ha visto en mucho tiempo.
—Tiempo al tiempo. Las bodas son costosas de organizar, pero me alegro mucho de verte así, Viktor, de verdad. Aleksandra estaría orgullosa.— le concede Nikolai, colándose entre los pensamientos de ambos y exteriorizando su opinión. Es cierto. Su prometida luchó mucho para que Volkov evolucionase como persona y llegase un día, tal día como hoy, donde poder verlo feliz sin tapujos ni prejuicios.— Te lo pidió Horacio, ¿no?
Volkov bebe de su propio café y, con una sutil pero sincera sonrisa, dice:— Sí... A él le hacía especial ilusión, por tanto... le comenté que me lo pidiese en el momento idóneo. Me lo pidió hace dos días y... por ese motivo me esperé a compartirte la noticia personalmente.
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Somebody Else - [Volkacio]
FanfictionTodos tenemos que creer que somos decentes. Buenas personas, seres de bien. Sin embargo, ¿cómo te dices a ti mismo que eres decente, después de todo lo que has hecho? • O donde Volkov y Horacio se vuelven...