Daniela sabía que estaba soñando.
Estaba sobre la azotea de un edificio alto, con escalofríos recorriéndole el cuerpo debido a la espléndida vista. A su lado y con el rostro ensombrecido se encontraba la mujer que le dio todo.
-Es hermoso.
Las luces de la ciudad resplandecían como piedras preciosas en un cielo nocturno como terciopelo negro. Tenía al mundo entero a sus pies.
-Es mío -le dijo María José -. Todo lo que ves, me pertenece.
Llevaba un vestido rojo y tacones con correas delgadas enrollándole las piernas. En sus muñecas había brazaletes plateados, y su anillo tuvo destellos carmesíes cuando acomodó un mechón de pelo detrás de su oreja.
-¿Todo? -Se apoyó en la cornisa tratando de llamar la atención. La vieja Daniela; esa Daniela pueblerina, nunca sería tan descarada. La vieja Daniela era una virgen resguardada, dulce e ingenua.
La vieja Daniela estaba muerta.
Los pasos de María José resonaron mientras se dirigía hacia ella.
-Todo. -Las líneas en las esquinas de sus ojos verdosos se arrugaron.
La agarró de las caderas para subirla a la cornisa y ella soltó risitas cuando sintió a su pecho tensarse. Tenía enfrente a la mujer que ella amaba; y a sus espaldas, una inmensidad oscura, un abismo sin fin.
-María José. -Ella se aferró a sus hombros. El viento tiraba de su vestido y de sus cabellos castaños.
-¿Confías en mí? -Le cogió las muñecas y le hizo mostrarle el dorso de sus manos.
-Sí -susurró ella. Sus dedos se sacudieron. El granate en su anillo de compromiso reflejaba la luz.
María José se acercó como si fuera a besarla. Ella ladeó su cara hacia la suya... y María José la empujó desde la cornisa. Sus manos la buscaban; su vestido ondeaba alrededor de su cuerpo en picada mientras María José se alejaba cada vez más. La noche alcanzó su punto más alto, envolviéndola y hundiéndola. Las luces de la ciudad dieron vueltas como un vertiginoso caleidoscopio. Una a una se fueron apagando y Daniela cayó en la oscuridad.
Se despertó sobresaltada. La melena oscura de María José descansaba en la almohada junto a la suya y la penumbra bajo sus ojos se volvía más clara mientras dormía. Mirarla allí la tuvo atrapada, arraigándole sus sentidos aturdidos, aquella sensación de ligereza. Si cerraba los ojos, seguía cayendo.
Daniela se acomodó después de alisar su almohada. En los oscuros confines de la habitación de María José, ella estaba a salvo; a salvo de todos... menos de ella.
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Advertencia.
Esta historia contiene contenido fuerte.
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inocencia (Adaptación Caché) G!p
RomanceSoy la reina del bajo mundo criminal. Siempre consigo lo que quiero. Y ella es mi obsesión. ~ Esta historia no me pertenece. Créditos a su autora original. ~ [Finalizado]