Capítulo 18.

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Cuando Daniela despertó, su cabeza le pesaba y sus ojos se mostraban hinchados. ¿Qué hora era? Estaba oscuro afuera. Lo último que recordaba era haber roto a llorar media hora después de que María José partiera. Las había limpiado tan rápido como habían caído, furiosa consigo misma. ¿Cómo se había permitido sentir algo por esa egoísta, horrible, insensible…?

Alto, algo estaba mal. Era de madrugada y no estaba segura de qué era lo que la había despertado. Frunció el ceño mientras llevaba los pies hacia el costado de la cama.

Entonces lo vio.

El peso alrededor de su tobillo. Ya no estaba.

Encendió frenéticamente la lámpara de noche.

¡Mierda! Levantó el tobillo y rio con incredulidad.

El peso alrededor de su tobillo ya no estaba, así como la cadena que terminaba en el poste de la cama.

Lo había hecho. Se había ganado su confianza. ¿O se trataba de otra prueba?

Esperó diez minutos, de vez en cuando gritando el nombre de María José, pero no obtuvo respuesta. Mientras se mordía el labio subió a la cama, se abrió las piernas y se tocó, sabiendo que, si estaba en el apartamento y mirando, aquello definitivamente la haría correr a ella.

Pero nada. No estaba en casa.

Era ahora o nunca.

Corrió hacia la puerta. Estaba cerrada con llave.

Pero después de que su madre la hubiera encerrado, Daniela juró que una puerta cerrada no volvería a detenerla. Había practicado por horas y horas después de mirar videos en línea; fue una de las primeras cosas que hizo tan pronto como salió de la granja.

Fue al baño, cogió unas cuantas hebillas para el pelo y después de un par de minutos trabajando la cerradura, cedió. Daniela retrocedió, apenas pudiendo creerlo.

Pero al girar la perilla la puerta se abrió.

Piensa. Tenía que pensar. Cogió una camiseta lisa y unos vaqueros del armario. Ropa que María José no le había permitido usar en todo el tiempo que llevaba allí. Y zapatos. Necesitaba zapatos. La tela le rasgó la piel. Se había acostumbrado a estar desnuda.

¿Cuánto tiempo había estado aquí? ¿Una semana? ¿Más?

Se agarró el pelo en una cola de caballo y dejó que la puerta crujiera mientras se abría. Tal vez María José había colocado a un guardia porque sabía que huiría. Pero no. No había nadie en el pent-house. Se metió en la habitación abierta, apenas pudiendo creerlo. María José nunca la dejó sola por mucho tiempo. Los ángeles le sonreían, dándole una oportunidad perfecta para escapar.

Demasiado perfecta, dijo la vocecita, pero la silenció. María José esperaba que la puerta cerrada la contuviera. Pero por primera vez, fue más lista que ella.

Antes de atravesar corriendo la puerta, cogió un abrigo y lo abotonó para cubrir el collar y la correa que seguían sujetas a su cuerpo. No tenía el tiempo de averiguar la manera de quitarlos.

Puso su mano en el pomo de la puerta y se detuvo. Alguien había limpiado la estatua que había roto, y ahora un ramo gigante de flores yacía sobre el pilar.

Seguía prefiriendo la estatua.

No es como que importara. Nunca iba a volver.

Daniela abrió la puerta y huyó en medio de la noche.















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Otro capítulo pa' que vean que los consiento 😌

inocencia (Adaptación Caché) G!pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora