No tuve percances al salir de mi casa con mi equipaje. Pensé que a mi padre una boca menos que alimentar le venía mejor. Y es creíble incluso para usted, lector, pues es universalmente conocida la maniquea verdad de que un padre violento no se preocupa ni se preocupará por sus hijos. Quitándome de aquel lenguaje inentendible, es cierto que echaría de menos a Sarah, pero me consoló el hecho de que pronto volvería casada y podría presumirle a un marido que yo suponía rico solamente por su caligrafía.
A medida que avanzaba por el descampado reparé en que la tempestad que se había producido la anterior semana dejó sus vestigios, pues los caminitos de tierra poseían pozos de agua estancada de diversos tamaños, que causaban problemas de diversa magnitud.
Mi objetivo en esta historia no es describir los páramos que me vieron crecer; sin embargo, no puedo pasar por alto las hileras de imponentes robles, que se erguían como protegiendo el camino de alguna amenaza. El verano había explotado, y allí se apreciaba en el verde selvático de los árboles, contrastando con este alguna melancólica flor de suave tinte. Por más que mis caminatas se hubieran desarrollado (en un tiempo que yo ya consideraba otrora) en esos mismos senderos, jamás pude memorizar árbol alguno que sucediera a una cerrada y misteriosa curva. Tampoco recordaba donde se ubicaban las granjas. Por eso me salvó una bifurcación del camino; una de estas poseía un cartel que decía: A la estación de tren Vrolijkleid, y obviamente tome esta.
Mi viaje, aunque disparatado, acababa de comenzar.
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Jane Baudelaire
Historical Fiction1925. Jane Baudelaire, joven campesina, tras conocer a un muchacho por cartas enviadas al azar, acaba en un desdichado hogar donde su género amerita ciertos tratos inhumanos. Inconforme, comienza un apasionado adulterio con su vecino, cuya finalidad...