Capítulo VIII/I

37 5 0
                                    

Odiaba a Charles. No quería darle un hijo, no quería consentir su egoísmo.

La situación me superó: mi austeridad, desbordada en lujuria; mi amor, extinguido. Quería acabar con mi vida a toda costa. Charles conocía mi anterior clase social. Y el objetivo de todos era esconderla; incluso el mío. Conocía mi manera de escribir, de dormir... de todo. ¿Cómo podía tolerar que alguien que me conocía en todos los aspectos me faltara así el respeto? ¿Cómo podía soportar mi reacción al descubrir a Charles en algo tan obvio, en algo que se justificaba tras mi conducta de indigna mujer? Mis pensamientos contradictorios, distorsionados y profundamente hirientes me llevaron al ímpetu de hacer lo peor. Pude haber escapado, sí; pude haber asesinado a Charles, incluso. Sin embargo, aquella tarde, frente a una preciosa daga ornamental no tuve escrúpulos para con la muerte. A pesar de la inagotable presión que mi instinto mental de supervivencia ejercía en mí, poco a poco acerqué el punzante objeto hacia mi cuerpo. Cuando el cuchillo ya rozaba mi garganta, una voz serena me sobresaltó:
-Jane. Mírame, voltea.
Solté la daga disimuladamente y le obedecí. Era el chico pelirrojo. Desde aquella incómoda situación al llegar a la casona no había vuelto a verlo. Él no había asistido a mi boda, y ni siquiera sabía si era un hermano, un primo o un amigo de los Edevane.
-¿Qué hace en mi casa? ¿Casilda lo dejo entrar? Señor...-inquirí yo, ocultando la tensión con todas mis fuerzas.
-Señor es mucho. Soy Dan. Doctor Dan..., casi Doctor..., el vecino, prometido de Eleanor por pura vacuidad.-dijo él
-Bueno, Doctor Dan. En mi estado no es correcto que me vea a solas con otros caballeros. Por favor, retírese. Y no me llame por mi nombre.-respondí
Dan dio crédito a lo que dije con un gesto de aprobación y de arrepentimiento. Después de un incómodo minuto de no saber qué hacer, él fue quien rompió el hielo.

-Señorita Jane, si no es mucha molestia, cuénteme por qué decidió acabar con su vida-. Lo dijo con mucho respeto, sin embargo con cierta autoridad.

No es propio de una heroína feminista largarse a llorar frente al hombre que la intenta cortejar. No obstante, eso fue lo que hice. En aquél momento, mis sentimientos vencieron toda posibilidad de la autora para empoderarme.
Fuera de sátira, era un momento muy íntimo, sobre todo enrevesado. Analizando mi psicología, lo que realmente deseaba era que alguien me vuelva a tratar como a una niña. Charles me había decepcionado, y yo a él. Y la temprana posibilidad de concebir algo que progresivamente se transformaría en vida ipso facto me tornaba una adulta responsable, tras que todo ese escenario dilataba su crueldad por el hecho de que Charles tenía interés en mi genética.
《No es mi culpa.》-pensé-. 《No, no soy el juguete de Charles. Ningún hombre puede burlar mi estima. Pero, ¿acaso no fue burlada recíprocamente? ¿En el fondo, no estuve todo este tiempo interesada en el prestigio de Charles?》

Dan me tomó de los hombros con sutileza, y yo apoyé mi cabeza en su pecho. 《"Ya está: le enseñé mi desnudez; ha visto con mis ojos"》-pensé, dejándome llevar por el momento. Apenas nos conocíamos, pero aquel delicado abrazo era forjado por una intimidad soluble entre ambos, solo entre ambos.
-La vida es hermosa, Jane. No hay problema sin solución sino la muerte.-susurró él.

No respondí. Pero de la emoción.

Jane Baudelaire Donde viven las historias. Descúbrelo ahora