Ya dentro de mi apartado en el tren, cuando tenía mi intimidad casi asegurada, entró un hombre muy elegante. Tendría unos cuarenta años.
-Con permiso, ¿Le molesta que tome asiento frente a usted? No hay otro lugar.-dijo él.
-Para nada. Por favor- dije, haciendo un innecesario ademán de echarme a un lado. El hombre se sentó.
Sobrevino una incómoda e intimidante atmósfera, que intenté apaciguar mirando por la ventanilla. El tren se puso en marcha, y al dejar atrás el aburrido pueblo mi campo de vista se redujo nuevamente a un sinfín de árboles, hierba, vacas y ovejas.
He de esperar que en aquel momento mi semblante haya inspirado indiferencia. Como sea, mi compañero decidió que no era así, y se aprovechó de la ocasión.
-¿Se puede saber a donde se dirige una damita tan menuda?-dijo él. Pensé en una respuesta como 》"a usted no le concierne"《, pero las mujeres somos sumisas, entonces las niñas aún más:
-Voy a la ciudad, a ver a alguien.
-Qué coincidencia, justo debería pasar por allí a realizar ciertos recados. Déjeme decirle, señorita, que sus enormes senos prometen el sueño ideal de cualquier hombre como yo. -dijo aquel sinvergüenza, y procedió a mirar por la ventana como si todo siguiera correctamente.
En un momento como este, una considera salir corriendo de allí. Pero el decoro no lo permite, por eso esperas unos minutos, los más desdichados minutos, hasta que sea correcto levantarte a "buscar un vaso de agua". Al irte, despues de repasarla, rescatas la anterior situación con el pretexto de que pudo haber pasado a mayores, de que es común en los hombres; como sea, todos los posibles pensamientos al respecto te llevan a la conclusión de que fue solo un halago, y eres una idiota por suponer que significó algo más. Así, formas parte de un sistema no precisamente patriarcal en el que la presión mental que este ejerce siempre hace ganar al contrincante, quitándole valor a tus sentimientos en aquel momento.Llegué a la ciudad con poco retraso. A pesar de mis anteriores cavilaciones, me sentí perseguida durante todo el camino. Finalmente, tras algunos contratiempos típicos de campesina dejé a un lado mi padecimiento, pues arribé a la dirección que figuraba en las epístolas; esto dio lugar a sensaciones más acogedoras.
Me encontré frente a una puerta que, según el extasis momentáneo que me inducía a hacer superlativo todo lo relacionado con Charles, era realmente elegante.
Toque el timbre impetuosa, impulsivamente. No podía reprimir mi emoción.
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Jane Baudelaire
Historical Fiction1925. Jane Baudelaire, joven campesina, tras conocer a un muchacho por cartas enviadas al azar, acaba en un desdichado hogar donde su género amerita ciertos tratos inhumanos. Inconforme, comienza un apasionado adulterio con su vecino, cuya finalidad...