Al verme, la impresionada y jovial muchacha que abrió la puerta exclamó:
-¡Tal como en la foto! Mi hermanastro tenía razón, eres preciosa. Ah, sí: tu Charles es de quien hablo. Por favor, adelante. Siéntete como en casa.-hizo un movimiento con el brazo para que pase al vestíbulo. Parte de mi emoción varió en escepticismo; cuando entré y se cerró la puerta, sufrí un sutil pero molesto, casi inconsciente hálito de aprensión.La señorita me llevó hacia la sala de estar y me dijo que espere, que tome asiento.
En ese entonces la casa me pareció terriblemente lujosa. La realidad es que era pudiente, sí, pero nada muy ostentoso. Me había metido en la reciente burguesía, del cual triunfo frente a la agonizante aristocracia no tenía yo conocimiento alguno.
La sala era desde mi punto de vista monstruosamente vasta, y muy cerrada. La única luz natural que ingresaba se debía a que en la cuspide del altísimo y redondo techo se ubicaban dos claraboyas, precedidas por una hilera de ventanucos rectangulares. El revoque estaba cubierto con madera de roble, y eso le daba un toque aún más sombrío. La tenue iluminación se reducía a pequeñas lamparitas colgantes salpicadas por todo el perímetro; si es cierto que nunca había estado en un apartamento así, ni siquiera sabía de la existencia de aquellas hacedoras de luz, que en ese entonces consideré del diablo. Los opacos sillones floreados no daban tregua a la obscuridad general del lugar. La fogata y el lujoso espejo tampoco.Estaba llegando al punto máximo de mi embeleso cuando arribó hablando con la anterior muchacha un bello joven pelirrojo. Tendría unos seis años más que yo. Me levanté inconscientemente antes de que se percatara de mi presencia, me puse a su lado y le dije, con voz levemente seductora:
-No me habías dicho que eras pelirrojo
Me miró con recelo.
-¿Y esta? ¿A quién metiste, Eleanor?—dijo él.
-¡Dios nos guarde! Es la novia de Charles, ten más respeto.-replicó la tal hermanastra de Charles, con voz risueña. Por lo visto su nombre era Eleanor.
-¡Señor! No merezco ese trato.-exclamé, con una extraña mezcla de vergüenza, ansiedad y falso refinamiento. Ser la posible futura esposa de un Charles que había descubierto burgués era un hecho que me llenaba de placer.
Justo en ese instante, llegó el verdadero Charles, un poco despistado por la situación. Al verme, finalmente díjome, estupefacto:
-Jane..., eres Jane..., eres preciosa.
Para el momento, tardó mucho en decidir si decir preciosa o no, aunque en aquél instante no di crédito a ese detalle; estaba loca por Charles, por algo de él.
-Sí... Charles, amor... soy yo.-murmuré, con un hilo de voz, que yo creía que incluso en mi interior significaba desearlo con toda mi alma.
-Por favor-interrumpió la muchacha, Eleanor-. No es correcto un arrebato de pasión cuando recién nos estamos conociendo.
-Disculpa.-dijimos al unísono los dos responsables.
Charles no parecía querer tomar cartas en el asunto, pues tuvo que seguir haciéndolo su joven hermanastra. Al parecer, con ella jamás se sabía si las cosas iban en broma o en serio, pues usaba en todas las ocasiones un irónico y sutilmente infantil tono de voz.
-Bien-. comenzó Eleanor-. Mamá no permite noviazgos largos. Sólo quienes estamos en esta sala supimos cómo es que ambos se conocieron. Sí. Es extraño e incómodo. Mamá tampoco permite campesinas pordiose...
-¡Eleanor! Santo Señor...-interrumpió Charles. No obstante no habían indicios de que él no pensara que efectivamente yo era una campesina pordiosera. Cometí la idiotez de pasarlo por alto y de no ponerlos en su lugar, como la mujer decorosa que debía aparentar ser, la rubia tonta.
-Bien... pasa, Jane, debemos hacer unos cambios.-dijo Eleanor, con satírica falta de remordimientos.
Pero yo la seguí como en un sueño.
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Jane Baudelaire
Historical Fiction1925. Jane Baudelaire, joven campesina, tras conocer a un muchacho por cartas enviadas al azar, acaba en un desdichado hogar donde su género amerita ciertos tratos inhumanos. Inconforme, comienza un apasionado adulterio con su vecino, cuya finalidad...