4 - Cheese rolls a medianoche

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-¡Por el Dr. Fell!- Las copas chocaron en el aire con estridencia, dentro de ellas el Chassagne-Montrachet filtraba la luz de la araña y la descomponía en pequeños destellos amarillentos sobre las manos de los comensales. Los miembros del Studiolo habían adorado el proyecto de Hannibal; ahora le quedaba llevarlo a cabo. En cualquier caso, el trabajo ya estaba en su bolsillo y por mérito propio además. A la gratificación habitual de conseguir algo se le sumaba el hecho de no haberlo hecho por la fuerza, lo cual, de vez en cuando, le gustaba. La beca para estudiar medicina la había conseguido por méritos, igual que su prestigioso trabajo en Baltimore. Era justo conseguir el puesto en la biblioteca de igual forma. Su predecesor podía descansar en paz.

Will también estaba allí, actuando como el marido excepcional que había prometido ser. En esta ocasión no hubo excesos con el alcohol ni contestaciones pasivo-agresivas. Se limitó a sonreír y a asentir con la cabeza cada vez que alguien le decía que tenía motivos para sentirse orgulloso, daba igual el tono. En realidad no era orgullo lo que sentía, sino más bien asombro. Hannibal no era historiador ni había sido nunca conservador de nada, pero ahí estaba él, codeándose con la flor y nata de la intelectualidad florentina. Nunca llegaría a conocerlo completamente, siempre tendría la capacidad de sorprender, de salir triunfante de cualquier situación y Will siempre estaría un paso por detrás, o al menos eso pensaba él. Después de todo no le había llevado ni un par de meses convertirse en alguien absolutamente distinto. Cuando estaba con él se sentía seguro. Sabiendo lo que era, eso era lo más sorprendente de todo: sentirse seguro a su lado. A salvo de la incertidumbre de no conocerse a sí mismo.

-Me encantaría que la próxima vez nos reuniéramos en nuestra casa.- dijo Hannibal al resto. Will estaba incluido en "nuestra", como hacían las parejas de verdad. –En cuanto tengamos un motivo para celebrar prometo hacer algo especial. Están todos invitados.

-Cuando dice "hacer" se referirá a pedir catering, me imagino.- dijo uno de ellos con sarcasmo.

-Cuando digo "hacer" me refiero a prepararle la mejor cena de su vida, Profesor Sogliato, personalmente.- Hannibal estaba acostumbrado a que menospreciaran su cocina antes de probarla y siempre demostraba que estaban equivocados, así que ya no podían ofenderle.

-Es usted una caja de sorpresas.- dijo otra de las socias. Al parecer Will no era el único que pensaba así. –Díganos, Sr. Cassidy, ¿el doctor cocina tan bien como dice?

¡Le habían dirigido una pregunta! Procuró no sentirse demasiado importante. –Sólo le digo que desde que lo conozco no he vuelto a pisar un restaurante.- Todo el corro respondió con risas. No se le estaba dando tan mal el papel de hombre florero.

Al terminar la reunión los miembros del Studiolo fueron abandonando la sala con cuentagotas. Los que habían traído a sus parejas prolongaron un poco más la charla a fin de dar cuenta de la selección de vinos. Lo que debía haber sido una corta exposición de ideas se había convertido más bien en un evento social improvisado, cosa que no era rara cuando se trataba de un círculo tan selecto. Debían ser más de las diez cuando algunos de los que ya se iban se ofrecieron voluntarios para acercar a Roman y William a su casa, ya que no tenían coche. Hannibal declinó los ofrecimientos con educación, alegando que simplemente los complacía pasear. Will se hubiera quedado toda la noche si hubiera sido necesario; hasta el más ignorante de los bebedores se aficiona rápido a los hábitos alcohólicos europeos. No obstante Hannibal hacía caso omiso de sus peticiones. –Es de mala educación salir el último de una fiesta.- sentenciaba mientras recogía sus papeles y los colocaba meticulosamente dentro del maletín de cuero. Se despidieron con amabilidad y bajaron a la calle.

Aquella noche tomaron un camino diferente que daba un rodeo lejos del centro histórico. El urbanismo caótico fruto de cientos de años de historia hacía que la ciudad pareciera un laberinto de vías estrechas, esquinas cerradas e iglesias, algunas exquisitamente restauradas y otras en estado semi-ruinoso. Sobre las aceras se reflejaba la luz de los pocos locales que quedaban abiertos, la mayoría bares de los que emanaban los gritos ebrios de los clientes y el olorcillo dulce de la sambuca. Hannibal empujó a Will con más bien poca suavidad hacia un recodo de la calle y le impidió la huida apoyando un brazo en la pared, a la altura de su cabeza. Will sintió sus bronquios helarse al respirar, intentó abrir la boca para decir algo.

Sólo Dios sabe qué sería de mí sin ti / Hannigram / +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora