8 - Gelatina de verduras

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Despertó de su profundo sueño con un bostezo felino. Un humidificador junto a la cama desprendía una dulce fragancia de lavanda y filtraba la luz del sol con vapor de agua. Por la orientación y la intensidad de ésta se imaginó que sería casi mediodía. Había sudado las sábanas y una sensación pegajosa lo sacó del idilio matinal. Intentó acomodarse pero tenía los músculos entumecidos. ¿Qué había pasado la noche anterior? La falta de recuerdos lo atemorizó por un instante. "¡Espera! ¡¿Estoy en mi habitación?!" Se incorporó de un brinco e inspeccionó la estancia desde la cama. "Sí." Todo estaba donde debía. Efectivamente, estaba en su habitación. El humidificador no era suyo, había una silla a su lado y la puerta que comunicaba las dos habitaciones principales estaba abierta, pero todo lo demás seguía en su sitio. Oyó pasos.

-¡A... ¿Abigail?!- Llamó en dirección al pasillo, aún sabiendo que a esas horas la casa debía estar vacía.

Hannibal entró en la habitación con un vaso de agua en la mano. –Buenos días, Will. Abigail quería quedarse hasta que te despertaras, pero la he mandado a clase.- Will estiró los brazos para alcanzar el vaso. La boca le sabía a alquitrán. Hannibal continuó hablando por encima de sus insaciables tragos. –Se levantó a las cinco para relevarme. Hemos estado controlando tu temperatura toda la noche.

-Anoche...- Su memoria empezaba a recomponerse. -¿Qué... qué me diste?

-Oh... Nada preocupante... Algo para relajarte...

Will lo interrumpió en seco. –Entonces no es encefalitis otra vez.

-En absoluto.- Hannibal le puso el reverso de la mano a la frente. –Aunque he de reconocer que no había previsto que fueras a beber tanto alcohol.

-Debería estar furioso contigo.

-Pero confías en mí.- Le sonrió mientras ordenaba los rizos que le caían sobre la frente.

-Será eso...- Will no se atrevió a mirarlo a los ojos. Aquella era una confianza muy peligrosa si llegaba a romperse.

-Date un buen baño. Yo voy a llamar a Pia para que venga a hacer las habitaciones y luego podemos preparar juntos algo de almuerzo.

Will se puso de pie con algo de dificultad y obedeció. No quería estar de por medio cuando Pia llegara. No es que no fuera una buena mujer, todo lo contrario y además muy trabajadora, pero entrometida como ella sola. "Mr Cassidy sooo good man. Listen to ol' Pia, you need good woman. I know good Italian woman for you!" le decía todos los días cuando venía a limpiar.

***

La mañana transcurría tan corriente como cualquier otra en casa Pazzi-Foster. Las melodías de blues se intercalaban con otras más simples al antojo de la radio y Molly se encontraba de especial buen humor. Más tarde llamaría a Will para preguntarle cómo se encontraba y, con un poco de suerte, podrían quedar otra vez. Podría ir a la peluquería y sorprenderle con algo distinto. O quizás unos zapatos nuevos, o entradas al cine. También tenía que empezar a trabajar en su vínculo con Erin; no quería dejarla de lado. Podrían ir juntas de compras o podrían volver a usar la excusa de su suegra y repetir la escapada por la Toscana los tres juntos.

El timbre la sacó de su ensoñación. No estaba esperando a nadie. Bajó el volumen de la música y se apresuró a abrir la puerta. -¡Erin! ¡Vaya sorpresa! Justo estaba pensando en ti. Pasa, por favor.

Abigail sonrió con timidez y entró al recibidor. –Es sólo que... Tengo un par de horas libres hasta mi próxima clase. Mi padre me manda con un poco de queso y paté de ayer... Nos supo fatal que os tuvierais que ir tan de repente.

-¡Oh, no hacía ninguna falta! ¿Te apetece algo de beber? ¿Tomas café? Pasa, pasa.- Casi tiraba de ella para que se sentara en la sala. Trajo varias clases de galletas, refresco y té de la cocina y se sentó delante de ella con la intención de hacerse su mejor amiga cuanto antes. –Cuéntame, ¿cómo está tu papá?

Sólo Dios sabe qué sería de mí sin ti / Hannigram / +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora