3 - Pasta della Mamma

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-Sí, por supuesto.- Will tragó saliva discretamente y procedió a presentar a los dos extraños. -Molly, mi esposo Roman. Roman, Molly. Nos conocimos hace unos días en el supermercado.- Tanta corrección social lo dejó agotado enseguida.

-Encantada.- dijo Molly con una sonrisa de oreja a oreja y le extendió la palma de la mano.

Hannibal respondió al saludo tan encantador como era siempre con los desconocidos. Las primeras impresiones determinan muchas cosas. Sobre su labio inferior asomaban sus incisivos y caninos en un esbozo de sonrisa, torcidos pero simétricos, cortantes. -Encantado.- Tras deshacer el saludo llevó la mano a la nuca de Will y sintió bajo sus dedos cómo el vello de su cuello se erizaba. -No tenía ni idea de que ya habías hecho una amiga en la ciudad.

La tensión acumulada en las cervicales no dejó a Will reaccionar a tiempo. Molly tomó la palabra en su lugar. -No sé si tanto como una amiga, pero desde luego fue agradable encontrar a alguien con un acento familiar. ¿De qué parte eres?

Will sintió cierto alivio al no tener que decir "Louisiana". -De Nueva York.- Acababa de librarse de su historia familiar de un plumazo.

-Wow. ¡¿De la ciudad de Nueva York?!- preguntó ella ferviente de curiosidad.

-No, no... De Albany. Bastante más aburrido.

-Igualmente, sigue sonando más glamuroso que Pensacola, Florida.- Hizo una pausa para risas, pero no llegaron. La conversación no estaba fluyendo todo lo que a ella le hubiera gustado. -¿Y vuestra chica? ¿Ha venido esta noche?

Esas eran demasiadas preguntas para alguien a quien conocía desde hacía menos de dos minutos. Hannibal no abandonó en ningún momento la caricia forzosa que mantenía a Will en su lugar. -¿Erin? No... Hemos venido por trabajo, no de excursión familiar.- contestó procurando no sonar excesivamente agrio. -Así que, si nos disculpa...

Molly hacía aspavientos en dirección a la masa de gente que aún no había entrado. -¡Ay, no! Esperad sólo un segundo que os presente a mi marido.

De entre el gentío apareció un hombre alto, bastante en forma para su edad. Era notablemente mayor que Molly, italiano, las canas superaban en número a los cabellos negros y algunas manchas de sol ocupaban sus mejillas y las palmas de sus manos.

-Encantado. Rinaldo Pazzi.- Se presentó con brevedad.

-Roman estaba a punto de explicar a qué se dedica, así que has llegado justo a tiempo.- dijo Molly con descaro.

¿Qué eran aquellas confianzas? ¿Le acababa de llamar por su nombre de pila? ¿Qué demonios hacía aquella mujer interrogándolos? Hannibal manejó la situación lo mejor que pudo mientras Will seguía inmóvil a su lado, más preocupado por parecer sobrio y porque los dedos no le dejaran marca. -Soy profesor de Historia. Estábamos cansado de Estados Unidos, y cuando me enteré de que había una plaza vacante en la biblioteca Capponi vinimos para acá.

-¿La biblioteca Capponi? ¿En serio? A Molly y a mí nos encantan las exposiciones y nunca nos perdemos ninguna de la biblioteca. ¿Verdad, cariño?

-Ajam.- respondió ella con vehemencia. -¿Y tú qué haces, William?

-¿Yo?- fue como verlo volver a la vida. -Pues... en Albany era funcionario. Aquí... todavía no he decidido nada. -La mirada de Hannibal era tan intensa que pesaba. Respuesta correcta.

-Sé cómo te sientes. Yo tengo el mismo problema desde que llegué a Italia... hace ya ocho años. Jajaja. ¿Y qué has visto de la zona hasta ahora?- Puede que ella también llevara una copa de más. La pregunta se dirigía expresamente a Will.

Sólo Dios sabe qué sería de mí sin ti / Hannigram / +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora