12 - Limonada bien dulce

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Tip, tap, tip, tap... un joven guía del Palazzo Capponi se distrajo de sus explicaciones para seguir con la mirada a la visitante que acababa de entrar en el patio. Molly Pazzi se había calzado sus mejores zapatos y se había puesto su perfume más caro, era imposible no torcer el cuello al oírla pasar. Parecía desorientada, al menos para cualquiera que no supiera de los aires ingenuos que se daba cuando quería algo, y se acercó al guía que la estaba escaneando desde que había entrado. "Buon giorno" saludó sin reparar en el grupo que hacía un corro alrededor del hombre y preguntó por el Dr Fell. Por ella, los niños iban a tener que esperar por su lección de interiorismo unos minutos más. El guía la acompañó hasta las escaleras que daban a las oficinas, detrás de la cuerda roja que decía "sólo personal autorizado", y le indicó que encontraría al jefe en la segunda puerta a la izquierda.

No había pérdida, y aún así, cuando llegó al pasillo, arrastró los pies sobre el mármol para no hacer sonar los tacones. Echó un ojo dentro de varias habitaciones, la mayoría convertidas en salas de reuniones o almacenes, y le sorprendió que la segunda puerta a la izquierda estuviera abierta. Entró sin llamar - el despacho era grande y luminoso, nada que ver con la oficina de mala muerte en la que trabajaba su marido, aunque estaba lleno de cajas y objetos que, para el ojo no experto, no debían ser más que trastos. El escritorio, en cambio, estaba meticulosamente ordenado y limpio. No había más que un par de manuscritos a la vista junto a algunos planos y bocetos de la sala de exposiciones por la que había pasado hacía solo unos minutos. Si tan solo hubiera tenido unos minutos para hojearlos... pero el sonido de la puerta cerrándose le hizo dar un respingo.

-Señora de Pazzi, no recuerdo haber visto su nombre en mi agenda esta mañana.

La mujer se llevó la mano al corazón del susto. -Ah, Roman. - Lo vio más serio que de costumbre cuando por fin cruzó la mirada con él. -Solo te quería robar unos minutos, pero puedo esperar si estás ocupado.

-Eso depende. ¿A qué debo el gusto?

-Roman, yo... es solo que quería aclarar un asunto contigo. Tiene que ver con Will y me parecía demasiado importante para hablarlo por teléfono.

-En ese caso estoy seguro que el trabajo puede esperar. Nada es más importante que la familia, ¿no crees, Molly?

-No podría estar más de acuerdo. ¿Te importa que me siente? Sólo será un momento, de verdad.

-Estás en tu casa.- le respondió con un sarcasmo casi imperceptible y se acercó hacia donde estaba ella, aunque él mismo no se sentó y sólo se inclinó ligeramente sobre el escritorio. -Soy todo oídos.

-Verás, sé que esto va a sonar fuera de lugar y a lo mejor piensas que no soy la más indicada para venir a contarte esto. Pero... el caso es que... el domingo, después de que os marchasteis con Erin, tuve una... conversación con mi marido y he estado dándole muchas vueltas a un asunto. Lo que pasa es que creo que Will necesita salir más y tener algo que hacer. Creo que está deprimido.

Hannibal sopesó durante unos segundos hacia dónde quería llevar la conversación. Qué se creía esa mujer viniendo a interrumpir su día de trabajo con tonterías cuando él mismo había firmado las evaluaciones psiquiátricas de Will. En fin. Tomó aliento y volvió a meterse en su papel. -Qué puedo decir, Molly; me dejas un poco descolocado. Me imagino lo preocupada que debes estar si has decidido venir a contarme algo así.

-Por supuesto que estoy preocupada. Sé de lo que hablo... al principio, cuando te acabas de mudar y te acaban de dar el permiso de residencia, todo es una fantasía. Pero luego pasa el tiempo, el idioma se te atraganta, hacer amigos es más difícil de lo que esperabas... todo se te hace cuesta arriba.

Sólo Dios sabe qué sería de mí sin ti / Hannigram / +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora