Capítulo 1

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Regresemos a aquellos días en los que solía dormir hasta altas horas de la mañana sin preocupación alguna, despertar lista para un sabroso brunch o tomar el té en las cálidas tardes, luego de una épica lucha de esgrima con sus súbditos y sus lecciones de idioma.  Quién diría que las cosas terminarían de ese modo.

Ni en sus más extravagantes sueños, hubiese podido imaginarlo.

Sacó la espada de su vaina, tomando un profundo suspiro luego de esconderse tras el tronco de un árbol. Atacar a los guardias reales que se encargaban del cargamento de armas del palacio no era nada fácil y menos cuando el invierno azotaba el bosque con sus feroces vientos a principios de enero.

Su mirada aterrizó en una enorme roca pronta a llegar al camino despejado de nieve, por el cuál transitaban uno de los carros a caballo del palacio. Ahí estaba su oportunidad más certera. Se detuvo a llenar de aire sus pulmones mientras tomaba impulso. Corriendo hasta llegar allí en menos de unos diez segundos, sin ser notada.

Le dió la señal afirmativa a su compañero, quién aguardaba escondido trás los arbustos, a la espera de cualquier confirmación de que todo iba según lo planeado.

Era ahora o nunca.

Jongin asintió, pasando el mensaje de la misma forma que la castaña, entre el resto de chicos que se habían preparado para el ataque a los sirvientes del palacio y el robo de armamento.

¿Cuál era el plan exactamente?
Robar armas, regarlas con agua bendita y ver si algunos de esas bestias que acechaban en las noches se daban por vencidas y dejaban de devorar a los pocos aldeanos que quedaban entre el Reino Floreado, el cuál ahora parecía más bien, un montón de espinos.

Rebeldes. Eran exactamente lo que eran.

Era su nuevo despertar.

Aquella chica risueña y dulce que solía pintar en el estudio de arte de su padre; el rey, todos los viernes luego del almuerzo, había dejado de existir, para ahora tomar su lugar, una mujer, audaz y valiente, con una inmensa sed de venganza. ¿Contra quiénes?

Vampiros.

Aquellos parásitos ociosos por consumirlo todo.

El trono era lo de menos. Nunca hubiese estado preparada para asumir la responsabilidad de ser reina.

Sin embargo, el hecho de que esos vampiros le arrebataron a su familia, a su pueblo, todo lo que conocia, sus sueños y todo a lo que antes perteneció, era lo que hacía hervir su sangre mientras sus dedos se cerraban con fuerza alrededor del manojo de su espada.

Un suave pero exacto silbido abandonó sus labios rosados.

Y eso bastó, para que en cuestión de segundos, una lluvia de flechas inundará el carro, hiriendo a los plebeyos que conducían a los corceles por el camino señalado en dirección al palacio.

Exhaló con alivio al confirmar que se trataba de unos simples sirvientes. Ninguno de esos vampiros transitaban a esas horas del día y en esas fachas, cuando podían simplemente volar y escalar montes en cuestión de segundos hasta llegar a su destino.

El camino estaba despejado ahora.

Tomaron las armas, que para su miserable suerte sólo se trataba de tres proyectiles de flechas de bajo calibre, que fácilmente podrían hallar en el mercado de algún otro territorio.

Chasqueo con irritación, dejando el estuche de armas a un lado.

—Fue una maldita perdida de tiempo.—Gruñó entre dientes, sintiendo la atención de su grupo dirigirse en su dirección. —Necesitamos hacer guardia en las aldeas esta noche de acuerdo a como lo hemos venido haciendo últimamente. Sin dejar que la cifra de atacados aumente, ¿bien?—Exigió con liderazgo, disfrazando su decepción en falsos ánimos con una forzada sonrisa que ni siquiera llegó a sus ojos.

VAMPIRES LOVERS \ 2YEONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora