Habían pasado algunos días desde la famosa fiesta de organizó el Dios Ganesha y bell se encontraba en la anfitriona de la fertilidad.
No era por algún motivo importante, más bien es que no tenía ninguna arma para ir a batallar al calabozo.
Su mentor por así decirlo, destruyó cruelmente su arma, a la cual el se puso triste.
Su diosa Hestia le había mencionado que el sujeto que lo entrenaba era nada más que el poderoso "rey" ottar, el capitán de la familia freya, cosa que dejó conmocionado al propio bell el cual no lo podía creer.
Es por eso que el justificaba la acción de su maestro de romper su arma, diciendo que aún no era lo suficientemente digno como para que ottar se tomara en serio sus encuentros de combate.
Aunque trató de preguntarle el porque de sus acciones, llamándolo por su nombre, pero cada vez que hacía eso, su maestro lo dejaba inconciente y al despertar, este ya no estaba ahí.
Así que aprendió a las malas que no era bueno llamar a su maestro por su nombre.
Y tampoco podía ir al calabozo ya que el gremio ya no le quiere dar más armas puesto que toda las rompe y ellos necesitan de armas para otros aventureros que recién empezarán con su aventura.
Y al no pertenecer a una familia prestigiosa o de renombre, no podía darse el lujo de comprarse una buena arma que le dure en combate.
Así que en pocas palabras, estaba jodido.
Ahora estaba en el restaurante que siempre frecuentaba pero no para comer, sino que era para trabajar.
Syr, una de sus amigas o más bien, la única que tenía por el momento le dijo que si quería un trabajo podía intentar estar junto con ella en la anfitriona de la fertilidad, pero como "lava platos".
No ganaría ni de cerca el sueldo mínimo que ganan las camareras del lugar pero al menos podría comer que era lo importante.
- solo será por unos días bell.... Al menos hasta que el gremio me perdone. - se dijo el chico así mismo mientras limpiaba los platos sucios. -
- oh bell, estas hablando otra vez solo, eso da miedo. -
- Hmm, no, la única que da miedo aquí eres tú syr, ¡me dijiste que no se llenaba este lugar en las mañanas y mira!, no es normal tener todos estos platos aquí. -
- bueno, tal vez dije una mentira pequeña, pero al menos tienes trabajo, que no estas orgulloso de eso?. -
- lo estaría sino fuera porque lo que ganó no alcanza ni para comprarme un tarro de jugó. -
- y no te alcanzará ni para pedir un tarro vacío si es que sigues perdiendo el tiempo, ¡así que a trabajar!. - exclamo la Jefa del restaurante, Mía Grand. -
Bell obviamente se asustó obviamente y empezó a lavaras rápido los platos hasta que estos quedarán relucientes, algo chistoso puesto que los utensilios de cocina eran de madera.
Así se la paso toda la mañana hasta llegar la tarde, en donde al fin quedó libre de su tortura, por lo que tenía bastante tiempo libre.
- supongo que..... Bueno no, no se que a hacer en realidad. - dijo el peli-blanco el cual estaba en medio de la gran ciudad de Orario. -
Y se hubiera quedado ahí toda la tarde sino fuera porque sintió como alguien le arrojó una piedrita en la cabeza, llamando la atención de bell el cual se estaba quejando del dolor.
- pero que demo..... M- maestro. - dijo bell totalmente sorprendido al ver al imponente ottar delante de el. -
Y no era solo el, era todo aquel que estaba cerca del peli-blanco el cual no creían lo que veían.