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La sensación de esos labios carnosos y ansiosos siguen adheridos en la boca de May. El sabor acaramelado del rubio se mezcla con el propio. Todavía recuerda los chasquidos de sus bocas al separarse, las manos inquietas de Roger y sus alientos uniéndose en un compás delicioso. 

Sus encantos lo cautivaron. Fue seducido cruelmente y cayó rendido ante semejante hermosura. Detesta admitirlo pero así fue desde que se conocieron,  tuvo un deseo inconsciente pero deseo al fin que confundió con resentimiento, y que tuvo que reconocer aunque no quisiera, ya que aquellos sueños le sirvieron para prestarle atención de verdad, admirar la maravilla que esconden sus ojos celestes, lo increíble que es escuchar sus gemidos por mas que sean falsos, la suavidad de su piel blanquecina, su melena dorada, sus movimientos delicados similares a los de un felino. Todas estas características las pasó por alto, y hoy son su fantasía erótica más deseada. 

Comprende que ninguna mujer lo hace sentir como Roger lo hace sentir. Ninguna le hizo experimentar tantas emociones al mismo tiempo, tampoco le desesperaban porque Brian sabía que podía tener a cualquier mujer si tan solo lo pidiera. Pero con Roger no es así, las cosas son más complejas y eso le fascina, lo enloquece, lo dejan con ganas de más. No solo por ser un hombre, también porque se enamoraron de la forma más extraña posible. Lo probó de todas las maneras posibles, lo tocó en cada rincón de su cuerpo, lo vio hacer toda clase de expresiones placenteras y todo fue una ilusión. 

Ese apetito enfermizo por el otro es tan intenso que no puede ser ocultado. Roger le siguió el juego sin pensarlo. Ambos se desean, no pueden negarlo más.  Necesitan el amor del otro,  lo saben perfectamente, ¿Por qué complicar algo que es tan sencillo? Las intenciones están claras, el interés es mutuo, los obstáculos son nulos...

Excepto por uno, Anita. 

Hoy es el día, hoy elige dejar a un lado sus excusas y dejar de postergar las cosas con tal de no enfrentarse al miedo de estar con Taylor. Es mejor hablar ahora, cuando está motivado y decidido, porque luego puede que se arrepienta, pero aunque lo haga, John y Freddie estarán ahí para recordarle que todo está bien. Es lo que hacen ahora, que apoyan a su amigo escondiéndose en un árbol, preparándose para observar la escena desde una distancia segura e intervenir si las cosas se descontrolan.

—¡Si no lo dices tú se lo diré yo! —amenaza Freddie tras perder la paciencia con la indecisión de Brian. 

—¡Basta, Freddie! —exclama el guitarrista—. ¡No estás ayudando!

—¡Entonces ve y dilo de una vez! ¿Acaso no ves que está esperando ahí parada como estúpida? 

John hace un gesto con la mano para indicar silencio, ya que la muchacha podría oírlos si siguen gritando tan fuerte. 

—Por favor, Bri —suplica Deacon en un susurro—. De lejos parece que le estás gritando a un árbol. 

—Lo siento, es que no sé como hablarle —se lleva una mano a la frente y suspira agotado—. Esto es demasiado. 

—Tú eres muy suave, tienes que decirle la verdad... Mira, haremos una cosa, finge que eres Anita y yo seré tú —Freddie tose dando paso a su actuación improvisada. Coloca sus manos en sus caderas y alza la mandíbula con superioridad—. Escucha, cariño, ya no te necesito, asique lárgate de mi vida y no pierdas el tiempo rogándome porque soy mucho más feliz con Roggie que contigo. Y además, ¡Él hace mejores mamadas en los sueños que tú en la vida real! 

Brian no pudo evitar pensar en lo veloz que era la boca de Roger y sus habilidades en ese sentido. ¿Será tan bueno como en los sueños?

—¡Por Dios! —John empuja ligeramente a Freddie—. ¡No digas esas cosas!

—¡Estoy siendo sincero como tú lo pediste, Deacy! ¿Verdad que tengo razón, Bri? —ambos voltean hacia el ya mencionado, quien tiene las mejillas teñidas de rojo—. Oh, lo siento, ¿Te traje recuerdos? 

—¡Ya cállate! —protesta y se cubre la cara avergonzado. Deacon le acaricia el hombro para tranquilizarlo. 

—No te preocupes, solamente di la verdad, ella lo entenderá. —dice, con una sonrisa. 

—De acuerdo. Aquí voy... —toma aire, voltea hacia Anita que está sentada en una banca, de espaldas. 

—¡Esa es la actitud! —exclama Freddie y May les sonríe a ambos antes de marcharse. 

Brian suele preguntarse como es que Freddie y John pueden ocultar tan bien lo que son en realidad. Especialmente Deacy, porque en palabras de Mercury, no es el niño inocente que aparenta ser en público. 

A medida que se acerca, siente que va a orinarse encima. Ella escucha sus pisadas por las hojas secas y voltea con una sonrisa, lo que dificulta las cosas, pero recuerda las recomendaciones de sus amigos y se motiva un poco. 

—¡Hola! —saluda, dándole un beso en la mejilla—. ¿Cómo estás?

Le toma la mano, Brian deja que lo haga pero no reacciona. 

—¿Estás temblando? —dice, un poco desconcertada. El de rizos no hace más que asustarse todavía más—. ¿Qué ocurre? ¿Es por lo que tienes que decirme?

—Sí, eh... Seré breve —traga saliva, siente que su corazón saldrá de su pecho, se acomoda el pelo en reiteradas ocasiones y evade la mirada atenta de la contraria—. No sé como decirlo, pero... Hace tiempo que yo... Cuando nosotros estábamos... En realidad, antes de que tú...

—Estoy escuchando. —afirma con un tono de voz neutro que espanta al guitarrista. 

Anita sabe muy bien a que quiere llegar, pero quiere escucharlo de su boca. 

—Antes de que tú... Salieras conmigo —continúa, tartamudeando—. Conocí a otra persona. Nosotros dos estamos en algo, estoy enamorado de él, asique... ya sabes.

Cae en cuenta de que se refirió a la persona anónima con un pronombre masculino. Se maldice a si mismo mentalmente con los insultos más violentos que podría imaginar.

—Eres gay. 

—¡No, no, no! —niega, alterándose—. ¡No soy gay, Anita! 

—Entonces estás utilizando al chico. 

—¡No claro que no, de verdad nos amamos!

—Yo creo que sí lo eres, mira la clase de amigos que tienes. —señala el árbol de al fondo, donde Freddie y John se están besando. 

—Mierda. —masculla Brian y aparta la mirada, avergonzado. 

—Decídete, May —ríe en voz baja y se pone de pie, Brian la observa desorientado—. Debo admitir que me calma un poco que sea esa razón y no otra. Que seas feliz. 

—Espera, por favor, no te enojes conmigo. —dice con tristeza, tomándola de la muñeca antes de que se vaya. 

—No estoy molesta, de verdad. Solo prométeme que no le mentirás a ese muchacho. —él la mira con las cejas curvadas, sintiendo compasión por ella.

—Perdóname, en serio lo lamento, no quería lastimarte, yo... —Anita lo interrumpe.

—Hey, sin remordimientos —le da unas palmadas en el hombro y le sonríe—. Así estamos mejor, creo que ambos seremos felices, sin engaños... Gracias por decirlo. 

—Gracias a ti. —sonríe mostrando los dientes, sintiendo un peso menos en su espalda.

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『𝑳𝒂𝒃𝒊𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒇𝒂𝒏𝒕𝒂𝒔𝒊𝒂; brian may & roger taylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora